miércoles, 30 de diciembre de 2015

EL ECO DE SUS PASOS

 
 

Caminando con las manos profundamente hundidas en los bolsillos llenos de agujeros, el linyera se pasea por entre las luces, los gritos, risas y bocinazos. La noche buena ha finalmente pasado dejándole una insípida sensación a mal trago casi por la mitad acabado. Falta la otra media. El año nuevo.

Suspira profundo y resignado, le quedan apenas unas horas para que el momento llegue…el momento del descorche, del conteo, la algarabía contagiada.

Aunque se presume el instante más fraterno entre 365 días del año. El siempre siente el eco de sus pasos sonando fuerte entre el estruendo de cohetes y fuegos de artificio. ¿Será que está tan solo? ¿O que todo es una farsa, un mal juego producto de la imaginación?

Es una tradición, cada año para estas fechas el mundo parece volverse loco mientras él se agencia días previos una botella de licor barato que consagra para tal momento. Solo, siempre solo, a las 24 del 24 la destapa y bebe la mitad…lentamente, de a sorbos dialogando con el cristal que retiene el ambarino líquido. Luego se deja llevar por una embriaguez que dura una larga y torturante semana de alboroto externo.

Hasta que llega el 31…y las 24, cuando la vuelve a destapar para acabar con el ritual. Odia los villancicos. Ama el eco de sus pasos tanto como los niños los destellos en el cielo. Con cada paso que resuena reiterado golpeando con el archivo adjunto de recuerdos, él va despidiéndose de la alegría ajena y recobrando la estructura de su eventual rutina.

Y así transcurren las horas y se va acercando el final de su condena…las fiestas, las malditas fiestas. Siente sus pasos y se calma, son las 23:55, pronto habrá culminado todo y podrá volver a caminar entre silencios, volverá a percibir tristezas y desolaciones entre la gente que a su lado pasa. El ensueño imaginario habrá llegado a su final…Volverá a escuchar sus pasos. El sonido que más ama. El eco de su andar peregrino.

Cruza la avenida, ¡Puf! ¡Casi lo atropellan! ¡Si tan solo fueran más prudentes! ¡Como si el mundo se fuera a terminar por llegar tarde un Año Nuevo! Levanta el puño enarbolando su furia contra el conductor…pero no logran verlo, no le prestan atención…si tan solo es un caminante que ama el sonido de su andar. Baja la cabeza…el estruendo ha comenzado. Los destellos se multiplican en el

cielo cual si fueran dueños del firmamento entero. Los siente, los ve muy cerca, mucho más de lo habitual. Se queda quieto, muy quieto mientras por vez primera concentra sus sentidos en los múltiples colores que lo rodean. Espera…bebe de su botella hasta el mismísimo final.

Cuando parcialmente la calma llega se incorpora, se había quedado sentado sobre la acera en estado de contemplación.

--Bien- se dice a sí mismo…es hora de continuar. Y retoma displicente su eterno andar…espera el sonido seco, espera el eco, espera sentir el golpe de su paso al caminar….silencio. Por primera vez, silencio.

En medio de la avenida un grupo de gente se aglutina sorprendida alrededor de un cuerpo que no ha vuelto a respirar. Un pobre linyera, con una botella en la mano los ojos muy abiertos hacia el cielo y un par de zapatos que brillan como nuevos, reflejando las luces de artificio que aún persisten el firmamento iluminar.

MARCELA ISABEL CAYUELA

Diciembre 2015 - Argentina


domingo, 27 de diciembre de 2015

DUELO ETERNO











Impertérrita la figura, caminaba lentamente con destino al amanecer sobre el campo santo. Vestida por completo de negro duelo y la faz oculta por sombrío velo, sostenía entre sus manos mustia la orquídea que un día el le colocara en la muñeca la tarde en que pidió su mano.

El lóbrego cortejo la seguía muy de cerca…nadie a su lado. Ni un solo ser atrevía su conducta en acercarse dentro de los límites de su propio dolor tardío ante una ausencia que inesperada sucumbía a múltiples expectativas.

Todos en el pueblo lo decían…el buen Robert ante la dama sucumbiría. Y presagios que fueron yertos se concretaron inermes sepultados junto a su cuerpo.

Que sabrían ellos de la cotidianidad durante aquellos años de supuesta entrega, de silencios y soledades supremas.

El tiempo transcurre incólume y despiadado encerrado entre los insondables muros de un claustro eterno.

Hoy frente a su tumba abierta y fresca, permanece erguida, adoleciendo el sacramento. Ve hundirse el féretro en el umbrío hueco que le recibe presto. Arroja la muerta orquídea dentro y eleva de su rostro el velo.

Secos de lágrimas, brillantes de misterio. Ahonda la mirada, la dispersa con el viento…y entonces puede verla, vestida de blanco etéreo con una rosa fresca entre los dedos. El grito sube a la garganta y se anuda en el silencio. La joven desde la distancia esboza una sonrisa casta y adelanta sus pasos hacia el cortejo. Más antes de besar con sus pequeños pies el removido suelo, en bandada las gaviotas arrebatan su figura del lóbrego momento. Elevándola muy lejos, donde se atisba el firmamento.

Ella por primera vez sonríe, satisfecha de aquel repentino vuelo…del dolor disperso.

El cortejo desvanece, ella aguarda su momento. Finalmente a solas ante esa lápida y su muerto extrae de entre sus ropas un velado objeto, lo empuña con fiereza y lo entierra con desprecio.

Fue su daga, ensangrentada por el tiempo. La misma que Robert usara para clavarle el vientre negándole al fruto el nacimiento.

Hoy enterrada entre la revuelta tierra del cementerio, yace cubierta en sangre de tres seres que un día convivieron. Madre, hija nonata…y ya muerto a propia mano el asesino.

Mientras se aleja lentamente y la lluvia comienza a perdonar pecados. Un mínimo haz de luz que baja desde el cielo entre las nubes, se posa suavemente sobre las letras perfiladas sobre mármol negro…" Aquí yace Robert, ilustre vecino, esposo ausente, corazón oscuro"

Ella se aleja, su revancha consumada, no hay sigilo ni escondite, solo le queda el húmedo sendero…y más allá una rosa, arrojada sobre el suelo, le indica el sitio exacto de su reunión con el amor certero.

La joven surge de la nada, iluminada incandescente, abriendo los pórticos del cielo. Tomadas de la mano, madre e hija se desvanecen entre el misterio denso.

MARCELA ISABEL CAYUELA

Diciembre 2015 – Argentina

(Derechos Reservados)


miércoles, 23 de diciembre de 2015

NUESTRO MUNDO ( Pensamientos trasnochados)



¿Cuándo fue exactamente que nuestro mundo se convirtió en una quimera incierta? ¿En qué momento se deshilvanaron las tenues barreras que dividían el bien del mal, lo justo de lo injusto…la verdad de la mentira?
¿Cuál fue el instante en que el Poder se convirtió en el ansia desvergonzada del avaro?
Y el dolor…el hambre, en una invariable que demuele con la no vida del ser humano?
Atravesando la historia de los tiempos, el ser humano no ha hecho más que involucionar dentro de su ser espiritual, expandiendo émulos de sí mismo, suplantando sus funciones…condicionando su vida hacia una solemne y lacónica comodidad. Desarrollando dispositivos, artificios, técnicas sin esencia… carentes del denuedo otorgado un día para existir con una cuota de sentido…a través del juicio de nuestro pensamiento impulsado por el sentimiento primigenio que nos inspira la razón y los sentidos?
¿Cuándo fue que el ser humano sucumbió frente a la vida? Intuyo que fue con eso de la Creación…y el libre albedrío.
En ocasiones especulo que constituimos tan solo el resultado de un experimento fallido y huérfano en la noche de los tiempos. Nunca acaeció la claridad ni óptimos momentos.


Las guerras han coexistido siempre. Las divergencias, estratificaciones, el hambre y la codicia. La traición y la injusticia. El deseo de lo ajeno y esa perenne
insatisfacción que nada vivifica.
La soledad no preexiste…permanecemos todos vinculados por análogas circunstancias, homólogos anhelos, pérdidas, duelos. Como una mente única conexa a millones de cerebros confluyendo concatenados hacia idénticas sensaciones conjeturándolas ilusoriamente sublimes, señeras.
¿Qué es el hombre al cabo? Por ventura solo parte de una red de circuitos manifestándose energéticamente e interactuando de modo incoherente y símil en todos los aspectos. Y si todo esto es certero… ¿Que nos depara el destino?
Cuando la tecnología evolucione hasta recluirnos dentro de nosotros mismos… Cuando se disipe el recuerdo de la exaltación que nos produce el roce de otra piel… Cuando nuestras lágrimas solo simbolicen el estipendio de un cúmulo de agua salobre viajando hacia un océano inexistente… Cuando sucedamos a la extinción de las palabras tras tanto disfrazarlas en pro de nuestro avío de escribir…
¿Cuándo las miradas no fulguren en la otra ante nos al frente y se constituya hegemónico el brillo de una pantalla que nos devuelva la nuestra propia?
Qué haremos con el viento…con la brisa, los aromas, los sentidos. Si un todo indiviso se va desgranando en la practicidad amurallada también de miedos? ¿Qué haremos sin el mar, sin los bosques sin la cacofonía de los ríos?
¿De qué se nutre el alma?
Sospecho que fenecerá inerte en depauperación auto infringida por el hombre mismo en su quimera efímera de glorificarse cual entelequia superior a toda noción de un Progenitor o Entidad Divina de la cual no obstante carece sobre la certeza de su acaecer?
En el instante en que hayamos devastado todo…¿Que permanecerá? ¿Acaso el omnipotente? ¿El avaro? ¿El triunfador? ¿En que ámbito o circunstancia, si todo lo vital y humano habrá perecido?
Cuando menos el hambre, la injusticia y el dolor sobrevendrán con idéntico albur. ¿Obtendremos redención?...Ciertamente no.
El camino que emprendimos recurrentemente una y otra vez por los siglos de los siglos ha yacido siempre afín, equivalente y paralelo. A la sazón…me pregunto… ¿Por qué el Hombre? ¿En razón de qué? No atino diatriba ni acepción coherente. Abstracta subsiste la licencia de especular en la evolución de una célula en asociaciones o entidades más definidas y mejoradas.
Aún entonces, surge dentro de mí la intriga… ¿Sobre qué estructura espiritual o física se instituye la inmaterialidad del amor? ¿El odio, la pasión?....

¡Diantres! Creo que urge situar correctamente el microchip que me insertaron hace unos días en el cerebro….en apariencia está fallando.

No sé lo que estoy cavilando, si ni siquiera se estableció que debería pensar.

Espero que la caída desde la cornisa de mi edificio no zanje con todos mis circuitos.

…No tengo idea de por qué
salté.

MARCELA ISABEL CAYUELA – Pensamientos madrugados

Julio 3015- Argentina
(Todos los derechos Reservados)

viernes, 18 de diciembre de 2015

miércoles, 2 de diciembre de 2015

LA CHICA OCEÁNICA







¿Duele?...delicado cristal hecho trizas en el suelo

De pasiones rotas, de presencias que no llegan

Destello que se desvanece entre faustas e incoherentes brisas

Esperanzas que no hicieron nido, arrastradas por el viento incontenible

Desde otoños en las vidas que no he vivido… que se han ido

Un océano perdido…una playa que sin mí se muere aterida por el frío

Un respiro desvaído…suspiro que subyace contenido.

Mis cenizas que nunca llegarán al oleaje, puerto entre ambos concebido

Una realidad que dentro de mí ser clama y pertenece

Ese amor destrozado por mezquinas ambiciones humanas

Solo tú y yo…mi luna de miel nunca fue con el

El auténtico y verdadero amor…solo me ha unido en matrimonio eterno

…Con las olas bravías de mi océano.

Perdido para siempre, entre los designios del injusto tiempo.

Dedicado para Martha Cueto

MARCELA ISABEL CAYUELA

Diciembre 2015 – Argentina


CON LA PUERTA EN LA CARA (Maldito engendro)







Se rompieron las cadenas que sostenían a la furia

Se desboca el infinito en dolor, en gritos, en ausencias

Simplemente, acabaste con toda mi paciencia

Fuera! Fuera de mi vida dolor perenne

Condena que solo dueles

Presente que lastima y a la vida ofende

Fuera!! Aleja tu perfume de mi esencia

Olvida mi existencia, regrésate al olvido

Encuentra de mi arcón la llave

Para encerrarte allí entre enmohecidos recuerdos

Como antes del futuro, como debió ser en la mañana

Vete!!! Aléjate de mi existencia. Muere!

Solo has sido en mi transcurso un pequeño y pútrido ingrediente

Agriando la sazón del mejor de los platillos

Servido en la mesa conviviente, ha manchado el gesto de amargura

Ha sido el fin de la hermosura.

Mentiras que son lo único que hoy de ti me queda

Y se desgranan cual arena entre los dedos…falsedad.

No voy a llorar!! ¡NO! Librarme de ti ha sido el mejor de los aciertos

Vete asquerosa larva incoherente… ¡Desaparece!

Muere a partir de hoy día, cada día, la peor de todas tus muertes

Porque sin mí, y aunque no lo sepas, iniquidad latente

Habrás perdido la oportunidad única que brinda el firmamento

De conocer lo que es vivir y morir enlazado en el sentimiento verdadero

¡Vete!! ¡Y jamás regreses! Fantasma inexistente….

MARCELA ISABEL CAYUELA

Diciembre 2015 – Argentina (Y no Perú)

(Derechos de insultos Reservados)

Me he ganado ese derecho


jueves, 19 de noviembre de 2015

Marcela Isabel Cayuela Antologías: Y YA NO LLUEVE...

Marcela Isabel Cayuela Antologías: Y YA NO LLUEVE...:   Y la siento allí…como un recuerdo fugaz de tu mentir perenne. Siento que crece, nace y no subyace desde lo más profundo Mis man...

Y YA NO LLUEVE...

 
Y la siento allí…como un recuerdo fugaz de tu mentir perenne.

Siento que crece, nace y no subyace desde lo más profundo

Mis manos tiemblan, se estremece la piel sobre mi pecho y presiona duro contra un corazón que por vivir late insistente

Anegado el cielo, ya no llueve…pero el estruendo de la tormenta repercute incontenible en mi mente que casi no llega a contenerse.

Solo unos pocos pasos te separan de mi paz inerte.

Y ya no llueve…

El eco de palabras que pronuncias repercute en mis oídos como si quisieran detenerme

Ni siquiera sabes, mi amor mentido, cuan cerca te encuentras de las más dolorosa y desolada de todas las posibles muertes.

Crudo el puñal de mis sentidos amenaza cruzar hacia tu suerte.

En la oscura noche nace la aurora enfurecida…te aseguro, debes de temerle…

Y ya no llueve…

No barrerán las aguas, amargas señales de aquello que se viene.

Repito: La ira nace….cuando yace la paz inerte…

¡Cuídate!…Mi ser ya clama por acabar contigo y todo lo que de ti proviene…

¡Prepárate!…No existe negación que pueda contenerme

¡Ponte de pie!...Viste tu valor, aparenta ser un hombre.

¡Corre!...Se han roto las cadenas donde mi furia crece.

A por ti voy, enarbolando el odio que alimentó tu falsedad, tu hipocresía y ese mentir por siempre.

Mis ojos enfrentan los tuyos… esos enormes ojos verdes

Entonces lo sabes, descubres que te alcanza la siega de la muerte.

Asesina daga que mi puño contra ti, muy dentro sostiene.

Empuja y gira bañando cada centímetro del tiempo, con tu sangre que ya no se detiene.

Sorpresa y dolor en la mirada que se apaga lentamente

Mientras mis brazos fuerte, el eterno adiós sostienen

Nada que hablar…ni siquiera recordar.

Momentos que se hunden en el océano que cobijó el amor, un pasado que hoy perece inerme.

Y se ahoga en el tiempo, cubierto el firmamento donde los sueños mueren.

Te amé un día, me amaste ayer, tal vez fue nunca.

Y nunca digas siempre…el espacio arrebata las palabras que nos comprometen.

Y es hoy por siempre, el adiós perenne en tu presente muerte.

Se cierran tus ojos, la oscuridad te envuelve.

Retiro de tu pecho el puñal, bajo la vista, no hay culpas… quizá de pronto, una lágrima invisible.

Cierro la puerta frente a ti… más palabras hieren

Mi espalda contra la misma, inspiro fuerte.

Asesiné el amor y con él todas las traiciones

Todas las mentiras, todo anhelo inconsistente.

Del otro lado de la entrada un camino deparará tu suerte

De este lado quedo mi vida, herida por la condena de matarte sin nunca lograr tenerte.

Quien fuera mi gran amor…feneció bajo mi mano siendo ese el fatal destino de nuestro "Por siempre…y para siempre"

Y ya no llueve….

MARCELA ISABEL CAYUELA

Noviembre 2015 - Argentina

miércoles, 18 de noviembre de 2015

LA ENTREVISTA



 

Esa noche solitaria y muda, mientras miraba las últimas noticias en mi ordenador sobre el escritorio revuelto, la idea comenzó a gestarse en el subconsciente. Creciendo lenta, incontenible al compás de las crudas imágenes que llegaban a mi desde la pantalla.

El líquido ambarino que danzaba entre dados de hielo en el interior del vaso, se precipitó de un sorbo entre las fauces sedientas de la noche insomne, quemándome por dentro saciando parte de mis ansias.

En coordinación perfecta, el calor que subía por mi cuerpo dando brillo a la mirada, la idea se libraba de sus rejas, tomando el control de mi pensamiento.

Me mordí los labios resecos de sonrisas desde tiempos que apenas si recuerdo. Me serví otro trago, diluido el hielo, lo bebí tan crudo y opaco como el sentimiento yerto que me provocó beberlo.

Un delgado velo ensombreció cual lágrima la difusa claridad de mis ojos muertos; los que sin embargo insisten en observar latente el horror causado, el dolor perenne. Sin apartar la vista de aquel rectángulo azulino a veces de sangre teñido en rojo. La determinación fue la simple resolución manifestada de aquella idea, nacida apenas desde el despojo de mi autocontrol hoy vencido por los hechos.

Mis dedos manchados de tinta (bolígrafos de porquería) eran el único rastro del periodista aquel que movilizara mi reciente ayer en los encabezados propios de mis días más intensos. Evidentemente el éxito no es eterno.

Con el transcurrir del tiempo, la inmunidad sensible cegada por los premios, se fue desvaneciendo etérea ante la evidencia tangible de horrores ciertos.

Y llegó el fracaso, junto a la toma de postura, partido y opinión…para mí ya no se trataba de un simple relatar los hechos.

El hombre está compuesto de dos lobos, uno malvado, indiferente, ciego; primado por la ambición totalmente inmune al fuego eterno. Y está el otro, el que acallamos en pos de nuevos e infalibles derroteros. Conviven ambos dentro de nuestro ser más interno y a veces luchan por ganar espacio, beber la brisa, correr en pos de un mundo apacible y simple, con menos contratiempos.

Ambicioso de fama, glamour y todo reconocimiento. Luchó mi lobo negro por dominar cada uno de mis momentos. Y así fue por años, mientras escalaba la cumbre de cada logro, de cada intento.

Pero nada, como bien se dice, es sencillamente eterno. Nada es siempre y hoy mi lobo blanco es la absoluta nada de lo que un día fue siempre y espontáneamente, un claro sentimiento.

Asumí apenas el oscuro declive de mis efímeros nexos, con la indiferencia necia de mi relatar historias como si hubiesen salido de un mundo ajeno, un mundo paralelo.

Y llegó el fracaso, el declinar de mis rutinas y el incremento de mis espacios grises colmados de ausencias y amenazados por diversos pensamientos. Monólogo interior que desgarro mi esencia derribando las murallas construidas alrededor de esa mirada oculta, que se lanza desde la libertad negada por mí, al lobo blanco, émulo de mi real conciencia.

Mis escritos perdieron la fuerza indiferente y se quedaba en blanco el recuadro amarillo donde el titular lucía cual un triunfo deportivo, la crueldad humana, la muerte, el hambre la guerra y el devenir irracional e ilógico de éstos nuestros tiempos.

Hoy, sumido en mí fracaso, asumida mi conciencia, intento retornar a la cima de aquellos éxitos. ¿Pero cómo será siquiera posible, cuando mis ojos ven la realidad de los sucesos? Es mi pregunta, es angustia, es desconsuelo. ¿Cómo negarle al mundo la verdadera historia, la que nace perceptiva en los sentidos y se procesa dolorosa y lenta en lo más profundo de nuestro pensamiento?

Y así pasan los días, los meses, las rentas que se adeudan y el licor que obnubila mi cerebro. Una rata corre presurosa por sobre mi escritorio derramando a su paso el último trago sobre mil papeles repletos de espacios blancos e intentos secos. Ante mis ojos, aun las noticias en la estúpida pantalla del ordenador emitiendo imágenes del más oscuro y ambicioso intento de acabar con todo lo que se interponga entre el poder innato y el objetivo cierto.

Entonces la idea toma forma, casi tangible ante mi decisión precisa. Un estilete a mi costado y los vidrios rotos de aquel vaso destrozado sobre el suelo. El lobo blanco y el lobo negro, se deleitan en la dicha de un aliar sus fuerzas con un fin concreto. Mi cabeza estalla ante la conclusión incierta de un final certero.

--Volveré a la cima- Murmuro enardecido.-- Buscaré respuestas, donde las niega el cielo—

Desde la pantalla sobre mi escritorio, la sangre derramada se confunde con la tibia y tangible que mana de mi cuerpo, el estilete y los vidrios fue el arma que me conducirá al infierno. Mi maltrecho cuerpo se estremece entre la dicha del pensamiento y el estertor final, al escaparse último, el hálito desde mi pecho.

Siento mi cuerpo hundirse entre el oscuro frío y el más insondable de los silencios. Cae…cae…mecido por auras de bruma y misterio. Por un momento se me ocurre pensar si estoy en lo correcto. Muchos clamaron a sus dioses, a sus ángeles, guías y maestros. Más la infamia continúa y la muerte ha tomado el cetro. ¿Entonces donde más buscar respuestas que ante el mismísimo señor de los infiernos?

Pues he sido yo (Más allá del Dante) quien asumió con sus riesgos este reto. Confrontaré al Caído, cara a cara y sus mil nombres buscando sus verdades desde la campana que tañe desde sus Faustas cuerdas vocales. Sin intermediarios ni cruces invertidas, sin vanos rituales, velas negras, médiums o falsas profecías. Al fin y al cabo todo eso me parece una clara manifestación de la más pura y elaborada (cobardía) Llegaré hasta su reino, como dicen, hacen los suicidas. Exploraré cada una de las 9 puertas que mencionan, consta en el Hades la travesía. Atravesaré las llamas (Si estoy muerto ¿En qué me dañarían?) Y si no es así pues arderé con gusto si la recompensa es de tal valía. – ¡Será éste, el reportaje de mi vida!- Y aun muerto seré la cúspide del valor y la osadía. Tal vez encuentre, cual el Dante a Virgilio, un eximio guía. No más pantallas en blanco, ni impotencia ante nadie atribuida. La información es el Primer poder del Mundo y yo seré el pionero en ir por ella hasta el averno descartando el valor del propio latido que fue por aquel entonces mi propia vida. Mejor perecer en el infierno que vivir en ese mundo, quizá en el cielo, impotente, fatuo y conformista. Ante cuestiones aberrantes consumiendo a los humanos (Violencia y sangre) sin razones coherentemente esgrimidas.

Dicen que llegando a lo profundo, un coro de lamentos, gritos, desgarros, océano de profanos, inmundicias de la vida ensordecen tu conciencia amenazando tanto cordura como valía. Ahogándome entre almas perdidas, me sumerjo en desespero, siento la asfixia en la cuantía. Concentrado en el propósito continúo mi sostenida travesía.

Trato de concentrarme, también dicen que al entrar la cordura se extravía. Debió de ser así, no hubo Virgilio ni otro guía. Recuerdos fugaces, cual centellas, flashes y cometas, golpean dolorosos mi mente bastante más que aturdida.

Recuerdo tenuemente haber cruzado presencia y vista con señores de la guerra, presidentes, estadistas y famosos genocidas. Por momentos pensé detenerme, hablar con ellos, obtener historias…bueno, lo que hace un

periodista. Sin embargo se escurrían entre vahos de malicia y las negras sombras que los cubrían.

Fue delirante el viaje, detallarlo aburriría, solo diré que en su momento, traspasé el calor de la lava ardiendo, No supe si quedo algo de mi antiguo cuerpo, tal vez ahora solo era un despellejado esqueleto quizá también puede que en este plano carezcamos en absoluto de nuestro terreno cuerpo.

Sentí pasar la eternidad, tirado allí sobre las rocas del suelo. Una voz desde lo más profundo y cavernoso resonó en mi mente sin presencia, ¿Cuál podría ser el que me hablara de entre las mil sombras de candentes ojos que sobrevolaban mi alrededor, inquisidoras?

Me incorporé ante el desgarro de un dolor supremo y cuando elevé mi vista…allí estaba, lo supe. Aquel que era, de aquel sitio, el ser supremo. Solo una densa sombra entre las muchas, difería en todo a lo esperado. No hubo cuernos ni cola, tampoco llamas desde su boca. Ni siquiera podía verle, distinguir su gran contorno (el que no parecía ser tan grande)

--¿A qué has venido? Recorrió su voz la estancia –Tu suicidio ha sido vano, no acreditas las razones…fútil y vano intento. No hay dolor ni sacrificio. Ni siquiera porta tu alma, la oscuridad de lo inefable. Quiero escucharlo de tus labios, insignificante y fracasado humano pretencioso. Aunque todo lo sepa, no me parezco a Dios, más de los que se parecen todos.-- ¡Habla!-- Me ordenó

Cerré mis ojos confuso, e intenté darle razones….fue entonces que me percaté de la gran y humana mezquindad de mis acciones.

Tartamudeaba…no lograba pronunciar palabra.

--Lo haré más fácil para ti. Piensa en ello—Insistió el Oscuro

Por mi mente pasaron raudas todas las imágenes de mi vida (Vida, palabra que me parecía tan significativa en éste momento)

Desde mis éxitos como periodista hasta mi caída en la conciencia de la futilidad de mis ambiciosas acciones. Todo, absolutamente todo transcurrió por mi cabeza. Recordé el escritorio la rata el vaso volcado, la embriaguez de ese momento…y de pronto rememoré un detalle de interés, quizá la clave de la decisión que había tomado aquella noche que hoy parecía tan lejana. Volví a ver ante mis ojos las noticias que me llevaron a sentirme asqueado de la vida, tuve esa misma sensación de impotencia ante la barbarie incontenible de la humanidad. (Ese fue mi lobo blanco actuando por su cuenta) Y luego…la idea. ¡Si! Aquella genial y loca idea de enfrentarme al diablo para buscar respuestas ante los sucesos en la tierra. Ante todo eso comencé a

sentir su presencia cada vez más cercana a mí…como si estuviese captando algo de su interés.

--Prosigue-- Continuó diciendo y yo no había pronunciado palabra. Solo me había sentido algo idiota y miserable en mi ego apabullado.

Sin embargo al sentirlo cada vez más cerca, imaginé tener quizá una oportunidad. Y el lobo negro tomó posesión de mis recuerdos al presentarme la imagen de mí mismo vanagloriándome a futuras de haber enfrentado al mismo infierno por la gloria (Aunque póstuma) en pro de develar razones, respuestas o con suerte un par de verdades nunca antes enunciadas.

---¡JAJAJAJAAJAJAJAJAJAJAA! – Su risa como respuesta hizo ecos infinitos en las profundidades del más oscuro y temido sitio para la humanidad.

--El Ego--Continuó diciendo–El fatuo e inevitable Ego de la humanidad! Vosotros que os golpeáis el pecho en las Iglesias….temerosos al juicio del buen Señor! Pidiendo hincados de rodillas os libere de todos los males de vuestros congéneres y os proteja del mal y de la envidia (jeje, ya en esa circunstancia estáis elaborando juicios sobre estimativos en cuanto a lo que creéis poseer) jajajja Eso, es nada más ni nada menos que…EGO.

--Vosotros, que brindáis (por lo general con gran renuencia y mezquindad) la consabida ofrenda para los pobres desposeídos de la comunidad…. (Dando por sentado que tenéis mucho más) pensando en ellos como los pobrecillos con los que debéis solidarizarse. ¡Dime! ¿Acaso eso no se llama sobrevaloración de vuestra identidad y posición en la "Comuna" como os gusta llamarle?

--Vosotros que le rogáis a Dios proteja a vuestros hijos del mal mientras os vais a jugar canasta con las damas o caballeros del Club de Socios?

--Vosotros, que criticáis al gobernante de turno por los miles de millares de congéneres (Aun cuando en el fondo no los consideráis como tales) desempleados, huérfanos, desposeídos, discapacitados e inclusive aquellos que no pertenecen a vuestra misma raza compartiendo la misma tierra, llamándolos "Inmigrantes" estigmatizándolos además y generalmente con el epíteto de "Ilegales". Siendo que se supone, ¡No fue el buen Dios el que delimitó las fronteras, mucho menos las diferencias de raza y color!

--Vosotros, que desde vuestra creación habéis instituido la guerra como el modo de imponer vuestras razones y/o ambiciones frente al ser que tenéis al lado? ¡Desde el mismo nacimiento del ser humano! (Llamadle creación si lo preferís) Cuando dejasteis de estar solos…apenas detectasteis que el otro junto a ti, pensaba diferente Y que además… TENÍA Y TIENE el derecho de

pensar de tal manera. Vosotros…pequeños seres que os decís creados a imagen y semejanza del Altísimo, no aceptáis que otro fuera creado de igual manera, ergo y por ley transitiva si A es igual a B y B es igual a C, entonces A es igual a C....Noooooooooo!!!!

--Vosotros decís, pero obráis en discordancia y lo que es peor….lo peor de todo mi pequeño insecto, es que esgrimís los preceptos canónicos del Señor Dios ¡Como si tan solo lo practicaseis! Una de las más hilarantes frases que escucho a diario desde allá de donde venís es:…"Si haces esto…. ¡Irás al infierno! Si no haces lo otro…. ¡También os iréis! Oh!! Jajajajajaa ¿Acaso creéis que éste es un hotel para rebeldes contra la humanidad misma? ¡YO NO ESTIPULE NINGUNA REGLA! ¿Por qué debiera recibiros en mi casa debido al simple hecho de irrespetar normas que no he creado ni mandado cumplir? EGO… Decidís sobre la casa del vecino y ¡HASTA SOBRE LA MIA PROPIA!

--Humildemente opino, que si desobedecéis las supuestas normas y diversas reglamentaciones del Señor de las Alturas… ¡Pues debierais enviar los castigados desobedientes, a SU morada celestial! ¿Acaso no veis que es contradictorio? Se dice o supone, que soy el rey de la maldad y la anarquía….obviamente no seré yo quien aplique el mejor correctivo para vuestros descarriados terneritos. Pues aquí abajo….según vuestros egocéntricos y desconsiderados preceptos, reinan dichas despreciables condiciones. ¡Sería el mejor convite a una exitosa fiesta gracias a los grandes méritos que habéis cosechado como mis adeptos! --Ala! ¡De veras que sois incoherentes!

--En lo personal te diré, pienso, es más estoy absolutamente convencido de que Dios, os ha creado con buena voluntad…pero poca experiencia. Les ha dado libre albedrío…pero les ha regularizado el uso del mismo. Les ha enviado el Gran Diluvio (Agotado por los desastres que provocáis desde los inicios) Pero se le escapó considerar el ingenio místico de vuestra condición mental (Sois dueños de una notable imaginación) y el consecuentemente inigualable instinto de supervivencia, que por Su obra y gracia poseéis. Hecho por el cual sobrevivieron.

--Con el pasar del tiempo…se ha dedicado a observarles, meneando la cabeza mientras piensa sois, su más rotundo fracaso….De reojo, mientras mira el progreso de algún otro experimento al que seguramente se encuentra abocado. Ustedes los Humanos, para el buen Dios, hoy por hoy, sois tan solo ¡UN EXPERIMENTO FALLIDO!

--Soy yo mis queridos Hombres, y según propios y místicos conceptos, quién ha estimulado vuestra libertad de creer en sí mismos sin ningún tipo de norma, freno, límite o atadura. Entonces, ¿Porque habría en mi supuesta maldad, castigarles por el derecho de ejercer lo que promuevo en sus

destructivos corazones? Definitivamente el Infierno, como le llamáis, no es en absoluto un castigo. Es prácticamente vuestro hogar….

--Y aquí viene lo mejor…… ¿Dónde creéis que reside el inframundo?

En ese instante el Diablo se acercó hasta mí dejándome ver un destello luminoso y parpadeante pasar frente a él, similar a las luces de neón de algún cartel. Fijando la vista note, ¡Era una figura completamente humana! Con la barba incipiente, la ropa descuidada y el cabello revuelto. Me estremecí. ¿Podía el Diablo tener una apariencia tan normal, común y simple?

Sacudí mi cabeza y enfoqué mis ojos. Las luces de neón seguían destellando detrás de su figura. El permanecía sentado detrás de un escritorio como el de cualquiera, todo revuelto. A su lado un estilete, frente a si un ordenador…repentinamente, una gran rata pasó rauda por sobre dicho escritorio derramando un vaso de licor que se estrelló en el suelo. Me agaché para levantarlo… ¿Pero porque yo? Pensé. Era su licor…

Al incorporarme, su imagen comenzó a desvanecerse, solo podía ver allí mi propio reflejo en lo que parecía ser el cristal de una ventana, mientras que por detrás, fluorescentes luces de neón, anunciaban como siempre, el motel por horas frente a mi departamento.

Muy dentro de mi mente….ambos lobos (blanco y negro), reían a carcajadas!!!!!!!!!

MARCELA ISABEL CAYUELA

Noviembre 2015 – Tucumán – Argentina

(Derechos Reservados)


REVELACIONES EN LA TORMENTA

 
Sacudía el viento incontenible, los árboles del parque, vibraban los cristales de las ventanas azotados por el mismo, negros nubarrones corrían desatinados muy bajos sobre el techo de la vieja mansión; cubriéndolo todo, bañando de gris plomo cada resquicio de la sala. La siniestra tormenta que ya moraba sobre nosotros. Parada frente al ventanal, contemplando el espectáculo desatado del otro lado de los muros, una sensación de frío intenso pareció nacer de lo más profundo de mí ser. Un par de criadas me acompañaban dentro de la casa, en el exterior el jardinero se esforzaba por asegurar las antiguas barracas y las puertas del granero, corría de un lado a otro, contra el viento que arreciaba. La lluvia, densa, incontenible, no tardó en desplomarse sobre nosotros. Perdí de vista al jardinero encapuchado. Todo se volvió difuso y negro. El agua azotaba las ventanas. Vi a Lucinda y Margarita cerrando las cortinas y asegurando los pestillos. Relámpagos destellaban iluminando sus rostros temerosos. Comenzaron a encender los candelabros de la sala, deseando espantar la oscuridad que avanzaba dentro de la estancia. Leños en la chimenea iniciaban su lento crepitar. Y yo, incólume frente al ventanal, observando la nada. Presintiendo casi sin ver, el anegamiento del parque… la inclinación de los tallos en favor del viento.

Las doncellas insistían en que era peligroso permanecer allí donde yo estaba. Ante tan fuerte vendaval, los vidrios podrían estallar y lastimarme, argumentaban; algunos rayos quizá encontrarían el modo de colarse, atraídos por el reflejo de algún espejo. Mientras ellas imploraban a mi lado, escondidas entre el cortinado, yo las ignoraba. Había algo entre la confusa y delirante vista que me atrapaba, impidiéndome alejarme. Una de ellas, Margarita, se dirigió disgustada hacia la cocina, debía preparar la cena. Pude oírla murmurar una oración mientras desaparecía por el corredor a oscuras. Lucinda sabía que debía acompañarla, pero no quiso abandonarme, obviamente sentía temor en dejarme a solas. "Si algo le pasaba a la patrona", Don Bernardo, mi padre, no se lo perdonaría nunca.

No era la primera vez que me dejaba sola durante meses en la inmensa propiedad, con la única compañía de las dos criadas y el viejo jardinero. Era casi una rutina desde la muerte repentina de mi madre, a quien por cierto apenas logro recordar. Había fallecido en extrañas circunstancias, dentro de ésta misma mansión, siendo yo demasiado pequeña para mantener vivo su recuerdo.

La temperatura bajó considerablemente, Lucinda decidió cubrirme con un fino chal que perteneciera a mi madre y que yo misma había encontrado tiempo atrás, entre sus pertenencias intactas, dentro del cuarto clausurado, que permanecía tal como fuera dejado por ella. Mi padre oportunamente me prohibió entrar en aquellas dependencias privadas. Solo un gran óleo sobre el muro de la escalera lucía el retrato de quien me trajera al mundo. De alta alcurnia y gesto soberbio, vestida lujosamente y poseedora de una extraordinaria belleza, lucía en su amplio escote

un colgante con un extraño dije. Nunca supe acertar qué representaba, aparentaba ser algo de origen mítico. Por otro lado mi padre era totalmente renuente a responder cualquier pregunta sobre ella. Es más, nunca consideraba siquiera dirigirme la palabra más allá de un frío saludo y una mirada esquiva en la que, a veces, descubría un pequeño destello de rencor.

Nadie en la propiedad, a excepción del jardinero, era lo suficientemente antiguo dentro del personal como para conocer algo sobre la historia familiar. Pero ese hombre cojo jamás me había dado la cara. Desaparecía ante mi sola presencia.

Lucinda insistía en apartarme de la ventana. Había temor en su voz, no era la primera vez que me quedaba extasiada por horas contemplando las frecuentes tormentas del lugar. Cuentan que una vez levantándome sonámbula en medio de una de ellas, durante la noche y salí determinada al exterior, como si intentara seguir algún tipo de entidad desconocida. adentrándome en el bosque cercano al lago. Me encontraron al siguiente día, delirando palabras confusas que nadie por alguna razón que desconozco, osó repetir y con una pulmonía declarada.

De repente, una figura oscura se reflejó bajó el destello de un relámpago frente al vidrio de la ventana. Me eché hacia atrás, considerablemente asustada. Lucinda gritó alejándose de mí. Supe que era la negra figura encapuchada del jardinero parado allí, observándome, desde el otro lado, bajo la pertinaz lluvia. Cerré las cortinas, pero algo zozobró dentro de mí. El destello me permitió ver algo más en el contorno de su silueta dibujada de pie ante mí. Por alguna razón vinieron a mi mente viejos juegos de mi infancia. En un repentino impulso atravesé el corredor hacia la cocina y luego a la puerta de nuestro sótano. Parecía sonámbula nuevamente, aunque estaba completamente lúcida, antiguos recuerdos comenzaban a despertar en lo recóndito de mi mente. Abrí la gruesa puerta y, con una farola en mano, descendí los escalones hacia la oscuridad total, el corazón de todos los misterios.

Lucinda y Margarita, solo atinaban a rezar. Apoyé la farola sobre un estante, recorrí con mis manos las paredes hasta encontrar lo que buscaba, tomé un oxidado pico que yacía en el húmedo suelo y, con una fuerza de la que no me sabía dueña, comencé a cavar un hueco en uno de los muros, el cual cedió a mis golpes rápidamente debido a que resultaba ser más delgado en ese sector. Continué con la feroz tarea hasta ensanchar el diámetro del hueco. Fue entonces que sucedió lo espeluznante, encontré allí nada menos que los huesos de un cadáver. Su podrido vestuario aun dejaba entrever el verde color y, cuando se desplomó hacia un costado, pendiendo de lo que fuera su cuello, un colgante brilló ante la tenue luz de la farola, inmediatamente pude reconocerlo como el que sostenía ese extraño dije, en el retrato sobre la escalera. Supe que era mi madre. El gesto de horror en sus facciones confirmaba que fue enterrada viva. Entre los huesos descarnados de sus dedos aún aferraba algo y arrancándoselo como pude, logré atisbar solo en mi mente, el resto de la escena. Aquello que sostenía

con tanta fuerza era nada menos que el puño de una chaqueta de hombre con un monograma bordado y un gemelo con las iniciales B.S.S, Bernard Strasberg Swillings. Mi padre.

Los relámpagos iluminaron nuevamente el sótano y todas pudimos ver al jardinero parado tras de mí, la capucha caída y las incontenibles lágrimas cayendo suicidas, desde sus ojos tan azules como los míos, acariciando el colgante que pendía de su cuello. Idéntico al de mi madre. Apartándome, se lanzó dentro de aquella tumba improvisada y cruenta, abrazando desconsolado aquel montón de huesos que alguna vez amó…y perdió irremediablemente, poco después de que diera a luz, el fruto de aquel prohibido amor.


MARCELA ISABEL CAYUELA
Octubre 2015 - Argentina
(Derechos Reservados)

domingo, 8 de noviembre de 2015

ES HORA DEL ADIOS A CADA VERSO






Una lágrima cae suave y salina por mi pálida mejilla

Dentro de ella viajan las imágenes y recuerdos de una época gloriosa

Colmada de risas comentarios e ilusiones proyectadas con esfuerzo

Las tertulias, los fogones, los amigos y el ingenio de mil ideas compartidas

Hoy al volver a casa, solo he encontrado sombras.

Y más de una ausencia presentida.

El eco de mis pasos por el muro, me anuncian soledades in crescendo

Mil preguntas sin respuesta…mil palabras sin oídos

Desconcierto y pena. Desolada realidad de un abandono

Nunca sabrán el origen de mi pena.

Ni serán palabras que me estimulen en consejos.

Tal vez he vuelto demasiado tarde

Tal vez he luchado más de lo posible

Lo único que sé que ésta lágrima que rueda hasta mi pecho

Refleja las imágenes que un día fueron guía

Fueron apoyo y de mis letras el sustento.

Me di cuenta de repente, que escribía para complacerles

Y parada en éste instante sobre un tablado oscurecido

Contemplo la primera línea de mi platea completamente mustia

Plena de palabras yertas, que el viento se llevó a escondidas

Sin adioses, ni explicaciones vanas.

Hoy me he dado cuenta que en verdad al parecer no las merezco

Solo fui una estrella fugaz en su firmamento

Alguien destinado a morir mientras se pierde

En la distancia que nos regala el tiempo.

De que vale la lucha, de que valen los versos

Cuando se ha perdido aquel ilusorio anhelo?

Ahora comprendo claramente,

Como se fueron apagando los proyectos

Y se desgrana el entusiasmo, deshilvanándose en lo etéreo

Solo soy un ser humano, por excelencia y ende muy imperfecto

Pero di mi mejor esfuerzo, mis esperanzas y mi afecto.

Hoy se apagan las luces que iluminaban mis textos

Se me vino abajo el mundo construido sobre la inocencia

Castillo de arena que impiadoso arrasa el oleaje del océano

Llevándoselo todo, mi fe, mis ganas y mi aliento

Os regalo los recuerdos, si es que perduran en su tiempo.

El mío se queda aquí, en éste auditorio vacío

Cobijado por el triunfo del odio y el silencio.

Volveré a mi sepulcro, de letras enterradas y sueños inconclusos

Me llevaré conmigo mis secretos, también todos mis afectos

Cerraré el arcón de los recuerdos,

Rogando Dios me arrebate la llave arrojándola al infierno.

Donde pertenecen los poetas olvidados

Y los amigos solitarios, abandonados.

Gracias, os digo hoy, mañana no sé.

Quizá ya habré olvidado

Para darle paz a éste corazón completamente herido y yerto.

MARCELA ISABEL CAYUELA

(Despedida a las letras)

Octubre 2015 – Argentina.

lunes, 2 de noviembre de 2015

BASTA



BASTA



Estalla la gran sonrisa enmudecida

Sostiene el brillo de la plena rebeldía

Me colma, me enardece, me obnubila

Destello en la mirada que desafía

¡Fuera de mi vida ¡¡ Fuera ¡

No me detengas, no te interpongas

Se alza la daga de mi esencia y desatina

Toda coherencia hoy desvanecida

Esgrime mi alma la pasión enceguecida

Que te enfrenta y te elimina

Que te borra del camino de mi vida

Si no me aceptas vete

Coge tu esperanza ya marchita

Tú buscas el consuelo

Yo la llama enardecida

Mil palabras anodinas

Se desgranan echas trizas

Frente a mi determinación por más sentida

No soy paz, no soy abrigo

Soy la flama, el viento, tormenta repentina

Palabras que lastiman.

Lleva contigo las caricias, llévate la piel estremecida

No es tu amor quien alimenta el fuego

Son las pasiones que me consumen muy adentro.

Coge tus anhelos y deja en paz ésta mi alquimia

Busca el camino que te invita

Recórrelo sin prisas

Que entre el cielo de tus sueños

Y el infierno que late aquí en mi pecho

Sin duda alguna yo te dejo, partir lejos de mi lecho

Y si al girar en el recodo de ese, tú sendero

Me asalta repentina una lágrima del cielo

Descuida no has de verla

Estará seca mucho antes de tocar mi duro suelo.

MARCELA ISABEL CAYUELA

Octubre 2015 – Argentina


domingo, 1 de noviembre de 2015

NO VOY A PODER DORMIR ESTA NOCHE

Enlace para la lectura del libro perteneciente a la Editorial La Semilla Amarilla " No Voy a Poder Dormir Esta Noche"

Resultado de un Concurso de Historias de Terror. 1° Puesto: LA HERENCIA
por Marcela Isabel Cayuela

http://lasemillaamarilla.com/LibroDigital/no_voy_a_poder_dormir_esta_noche.html


martes, 6 de octubre de 2015

AUGUSTE



AUGUSTE



Auguste, moría de pena cada atardecer sentado en la glorieta. Había sido lo que otros consideran un hombre afortunado, lo había tenido todo en la vida; una gran familia amante, una infancia feliz y plena, viajes, mujeres bellas y de las otras. Una buena esposa, descendencia, amigos. Una gran fortuna y muchos éxitos. Nada le faltó, ninguna carencia espiritual o física lo había aquejado a lo largo de su vida. Sin embargo….

Auguste, moría de pena cada atardecer, sentado en la glorieta.

Mientras soñaba con fumar un habano y con las manos grises abandonadas sobre la manta que cubría sus envejecidas piernas, meditaba con la mirada perdida en el ocaso, sobre las razones de su pena inmensa. Solo una idea venía a su cabeza.

Auguste, no conoció el amor. Ese, del que hablan los poetas. Ese por el que se da la vida y conmueve hasta derrumbar los cimientos de una vida. Ese…que quizá dejó pasar tan ocupado en disfrutar su vida plena.

Enumeró una a una las posibilidades de haber dejado escapar la verdadera musa de lo que hoy son anhelos viejos, inalcanzables. Recordando las compañeras de su vida descubría cada tarde, que ninguna había tan siquiera llegado a conmover su espíritu, más allá del sueño o de algún verano compartido.

Auguste, a veces sentía que su vida había sido escrita de antemano, paso a paso sin contar con aquel detalle. Un fuerte sentimiento que estremeciera su vacuo corazón.

Todo estaba escrito entre la bruma de un libreto que el desconocía. El creador se olvidó de obsequiarle un par de momentos en los que pudiera amar. Se dio cuenta entonces que tampoco supo jamás lo que era odiar.

La noche caía sobre la glorieta donde pasaba cada tarde, en absoluto silencio y soledad. Se le acababa el tiempo de pensar. Pronto vendrían a buscarle para resguardarlo de la humedad nocturna, ésa su familia que lo trataba con tanto cuidado y…amor. Esa palabra rondaría su mente hasta el momento exacto en el que sus párpados se cerraran en el reparador sueño prescripto de antemano.

Sintió el murmullo de los pasos sobre la grama del jardín, algo en su interior se rebelaba pues deseaba ver al menos un haz de plata surgiendo del astro que ascendía sobre el firmamento. Sin embargo no emitió palabra alguna, ni una queja, ni un lamento. Esos…se los llevaba por dentro, cobijados por su duro aunque envejecido pecho.

Sonreía Pierre, al subir a la glorieta, lo tomó entre sus brazos y lo condujo hacia el interior de la casona. Ya dentro lo llevó a su lecho. Auguste no cenaba. Mientras Pierre subía las escaleras con él en brazos le hablaba cariñosamente sobre la

hora de descansar. Siempre lo mismo, como si quisiera explicarle que sus días estaban contados, que su historia ya marcaba su final.

--Bueno Auguste, has tomado suficiente aire, es hora de descansar.- Y colocándolo en la gran maleta, el ventrílocuo acomodó a su primer muñeco cerrando la tapa sobre él.

Allí dentro, en la oscuridad Auguste sintió algo cálido rodar por su mejilla, era la primera vez.

Auguste, lloró sin saberlo siquiera…y cual epifanía humana, comprendió la razón por la cual moría de tristeza, como siempre, cada atardecer, sentado solitario en aquella glorieta.

Auguste, nunca conoció el amor, pues se olvidaron de ponerle un corazón.

Auguste, nunca será…feliz.

MARCELA ISABEL CAYUELA

Octubre 2015 – Tucumán – Argentina.

(Derechos Reservados)


miércoles, 30 de septiembre de 2015

NUNCA ANTES


 

NUNCA ANTES

Nunca había imaginado, mientras miraba trémulas mis manos, que un impulso desenfrenado me arrastrara hacia este abismo en el que hoy me encuentro.

Ningún atardecer me condujo inapelable hasta extremo alguno en mi monótona y aburrida vida, tan solo por el hecho de desgranar anaranjado su color tardío, de sol que abandona el cielo sobre las sábanas revueltas de mi lecho, mientras desvanecía su calidez sobre el desnudo cuerpo de aquella que más amaba.

Me imaginé junto a ella, en enloquecido abrazo, como cada tarde al regresar de la oficina. El cabello revuelto sobre la almohada. Perladas gotas de sudor se balanceaban sobre su piel estremecida y agitada.

Oculto entre las sombras de la entrada, simplemente la observaba. El rostro satisfecho y placentero, los párpados cerrados y el extremo de su largo y bronceado brazo desmayado sobre el pecho de aquel desconocido.

Allí cubiertos por aquella indiscreta luz de la ventana, ambos yacían el letargo posterior al clímax del amor ejecutado apasionadamente.

Ella, que era mía. El que la invadía. Mil imágenes cruzaron por mi mente…describiendo con crueldad inhumana cada instante transcurrido en aquella cama. Sádico el pensamiento humano…que me atenaza el pecho y me desquicia el alma.

Para que describir, lo que impulso mi cuerpo, mi esencia, mis manos y la ausencia de la más mínima calma. A quien sorprenderá una historia que desde el principio está contada?.

No existe un final literario para mi historia aquí narrada. Es solo un sentimiento que me surge entre palabras. Es fácil predecir, que les arrebaté la vida, el aliento y hasta la esperanza.

Y permanezco aquí, junto a la ventana. Mirando trémulas mis manos que debieran estar ensangrentadas. Pero a la luz de la luna que ya se asoma junto a su luz plateada, de mi cuerpo, no distingo nada. Cuando el haz acaricia los cuerpos en la cama. Percibo a mi amada, elevando el pecho en un suspiro complacido, mientras se incorpora aun desnuda y sin marcas…no hay huella alguna de mi ataque a cuchilladas. Se dirige lánguida hacia el perchero donde cuelga de raso blanco su bella bata, mira el tocador y se detiene, un retrato de ambos permanece sobre la madera lustrada, nuestras sonrisas enmarcadas. Gira su bello rostro hacia el lecho donde reposa aquel infame amante y esboza una sonrisa enamorada. Toma el retrato y casi piadosamente lo introduce en el fondo de un cajón de ropa blanca. Luego sale del cuarto dirigiendo sus pasos hacia la ducha. Desde aquí pudo escucharla.

 

Cierro mis ojos…nunca había imaginado, cómo sería matar a un ser amado. Tocar el filo del extremo, llegar al límite, perder el alma. Pero esa funesta tarde los maté a cuchilladas…y me quedé mirando mis manos ensangrentadas.

Sigo caminando, es de noche, llueve sobre mi piel empapada con mis propias lágrimas. Una sirena policial suena a mis espaldas, me detengo. Vienen por mí. En verdad, ya lo esperaba. Vuela de nuevo mi desvarío y me veo nuevamente junto a una ventana, observando triste mis manos pálidas. Levanto la vista, la escena se repite, yo y aquellos dos en esa nuestra habitación hoy desolada. Y así día tras día…en cada ocaso, cuando la tarde muere desahuciada.

Traición y dolor que nunca acaba, repitiéndose cruel y condenada. Mientras permanezco en esta celda sin ventanas, desde hace ya diez años, donde fuera encerrado cinco antes, de que ella con otro se casara…cinco años desde que junto a él me visitara y los celos me devastaran, convirtiéndome impiadosos, en su acosador fantasma.

 

MARCELA ISABEL CAYUELA

Setiembre 2015 – Tucumán – Argentina

(Todos los Derechos Reservados)

viernes, 18 de septiembre de 2015

DUDAS

DUDAS
Una sombra cubre densa el inerte horizonte que alcanza la mirada.
Etéreas las palabras ruedan con la brisa, sugerentes.
Murmullo de versos se dispersan liberados
Las metáforas juegan a escondidas, en los rincones con los verbos
Sinónimos se disputan el primer lugar entre adjetivos.
Una vieja maleta desteñida guarda mis poemas
Encerrados en oscura espera sobre el malecón allí en la playa.
Una lágrima recorre la comisura de una mueca, abandonada
La ausencia del color engalana el vestuario de letras desordenadas
Mientras en la mente se confunden los sentidos con recuerdos
Las certezas con la incertidumbre, la pasión con el desgano
Inseguridades que triunfan sobre la agudeza de todo pensamiento
Aquellas letras del Grande se me incrustan como daga…
“Ser o no Ser…ésa es la cuestión” y desconsuela.
Volando desde el firmamento fiel y compañero
Hadas Musas, descienden en mi busca, sacudiendo sentimientos
Titilando en la pantalla…ese cursor intermitente que me invita
Cual metrónomo en el piano, ejecutar el ritmo de las letras
Y mi cuerpo estremecido, siente el frio del vacío
De la duda…de la espera. Humilde y pobre ser humano
Que hizo de su vida y pasión las letras, sin saber siquiera
Cuántas de ellas le acompañan a su vera, eterna quimera
Inseguridades más que humanas, asaltan entre dudas
La osadía de plasmar algún poema, quizá una prosa, quizá el silencio
Sentir el miedo que te llena, cuando intentas una idea.
Y la ausencia de lo cierto, lo que eres, lo que otros de ti piensan.
¿Qué hacer? …tal vez ser tú mismo… ¿Pero quién eres en verdad?
Acaso el sueño de ser poeta…o solo un sueño que se convirtió en poema
MARCELA ISABEL CAYUELA
Setiembre – 2015
Tucumán - Argentina

domingo, 30 de agosto de 2015

ELLA CREYO., ELLA PENSO


Aletargada entre sus días grises de rutinas compartidas y obligadas, su existencia se deslizaba suave, involuntaria entre cada movimiento ejecutado meticulosamente, como cada día de su vida.
Impecable, discreta, silenciosa, sumisa…como si no estuviera dentro de su propio cuerpo otrora lleno de emociones y sueños.
Pasaron tantos años…tanta agua corrió bajo ese puente, que ya no recordaba ni siquiera su faz de juventud ni la alegría de su mirada ensoñadora de aquellos tiempos cuando decidió creer que la felicidad estaba allí al alcance de ese traje de novia y en los brazos de su primer amor.
Apenas en la luna de miel, pudo sentir como el ensueño se iba desgranando en realidades.
La cotidianeidad, la convivencia, los requerimientos de la otra parte. Sus ausencias que fueron aumentando inexplicables aun desde esos primeros tiempos.
El primer embarazo perdido, el segundo terminado. La soledad que se iba haciendo espacio entre las paredes de su hogar.
María se fue apagando con los días, desapareciendo como evaporada por el furioso calor de la injusticia que sabía bramaba en su interior sin permitirle nunca dar muestra de su existencia.
Ese hombre que un día la cautivó con su juventud su prestancia y encanto, se había convertido en el aburrido gordito traicionero, petulante, infiel y grosero que pertenece a la media común de casi todas las parejas.
El amor fue para ambos solo la ilusión del impacto de las hormonas actuando en sus cuerpos juveniles.
No era culpa de nadie. Ella por ingenua y el por mentiroso.
Como siempre el llegaría tarde a casa. Ella lo sabía. Es más había dormido en el sofá de la sala la noche anterior y ni siquiera lo había visto partir en la mañana. Subió pesadamente las escaleras hasta el dormitorio matrimonial. Debía hacer la cama antes de que el llegara. Desde ayer y por no dormir a su lado sintiendo el pestilente perfume barato a burdel de cuarta, no entraba al dormitorio. Por eso junto a un buen libro se acuartelo en el sofá. Supuso que se marchó sin desayunar pues la cocina lucía como el día anterior. Entro al dormitorio. La cama tendida, todo en orden tal y como ella lo dejó en la tarde anterior. Mariposas revolotearon en su pecho. Ni rabia, ni dolor…expectativa, sorpresa.
Tomando impulso aspirando el aire cuan profundo pudo se encaminó al placard. Abrió impulsivamente. Sus vestidos grises y aburridos seguían allí, los zapatos de tacón antiguo, los abrigos pasados de moda y desgastados; todo estaba allí. Y también…un gran espacio vacío al lado de sus cosas, del lado
que rigurosamente ocupaban las cosas de su marido…nada ni siquiera una corbata vieja.
Algo surgió dentro de ella. Pudo haber sido llanto angustia decepción por haber sido abandonada sin siquiera una despedida.
Se sentó sobre la cama, pensó y pensó. En todos sus años de vida gris al lado de un hombre que ni siquiera le dirigía la palabra.
En eso, sonó repentinamente el timbre de la casa. María pensó, quizá era el que venía a darle alguna explicación o más que probablemente a recoger algo que había olvidado, así de cínico era.
Bajo presurosamente las escaleras ante la insistencia de los timbrazos, ya cerca de la puerta pudo distinguir la voz de su madre desde el otro lado de la puerta hablando con dos personas más.
Abrió fastidiada.
---María! Nuevamente María!- Exclamó su madre.—Debes dejar de escaparte del hospital si es que algún día esperas recuperar la cordura y dejar de venir a la casa de tu hermana muerta! Acaso no ha sido suficiente para todos que ella se suicidara cuando su esposo la abandonó?---Ponte el abrigo María y vámonos inmediatamente de aquí, Tu psiquiatra está esperando en el coche!


sábado, 29 de agosto de 2015

TU REALIDAD


Una cruda realidad sentida, reposando sobre la seda de una almohada humedecida con aquellas lágrimas pálidas de tu rostro lavado del maquillaje diario, el que vistes cada mañana para enfrentar el mundo que reside fuera. Lejos de la esencia de tu alma colmada de secretos, soledades y recuerdos.
Dispersa y ausente, ejecutas las destrezas necesarias para cumplir con los requerimientos de tu trabajo diario. Una sonrisa casi colgada de tus labios trémulos y cansados de ocultar la pena. No lo merecías. No merecías ésta angustia que te ahoga el alma y refrena tus sentidos la mayor parte de tus días.
Cuando la noche cae, y te cobijan las estrellas difusas en el cielo nebuloso y contaminado de ésta dura ciudad de cemento. Tu sonrisa se pierde con el día, y tu mirada se ilumina de lágrimas asomadas desde lo profundo de tu alma herida. Caminas lento, como empujada por la brisa nocturna que a veces te acompaña en el otoño.
Llegas a tu casa y al abrir la puerta, los momentos del pasado te golpean el rostro y el cuerpo como si te estuvieran esperando. En cada rincón, sobre los muebles, en cada fotografía enmarcada con los sueños que plasmaste al colocarlas allí, a cuatro manos, junto al ser que tanto amabas.
Que te hizo creer mi jovencita que él se quedaría junto a las promesas de un amor eterno. Te preguntas, mientras te deshaces de la ropa que te cubre, dónde residen los anhelos que partieron despiadados hacia un plano inescrutable.
Vas a la cocina, sentada en soledad sobre la mesa solo un plato y una copa.
Frente a ti…una silla, absolutamente llena de su ausencia. Miras hacia allí como si pudieras revivir las cálidas conversaciones que eran preludio al amor de cada noche entre las sábanas que hoy te esperan frías y opacadas de soledad, escaleras vacías de pétalos de rosas…como antes, cuando te esperaban, cual alfombra, perfumando el deseo que crecía en el ascenso a través de los escalones camino hacia la gloria del amor.
Llegas al dormitorio como inerte. Con el llanto subiendo por tu pecho, luchando en tu garganta que evita con fuerzas el sollozo. Te rindes, imaginas esos brazos rodeándote en el lecho, desnudando tus sentidos exaltando sensaciones.
Te acurrucas sobre tu vientre, se derrama el dolor desde tus tristes ojos hasta cada poro de tu piel estremecida. Y te duermes, sobre esa almohada que aún conserva su perfume, humedecida en la sal de tu desolado llanto, testigo de un dolor que te consume todavía. Cubre tu cuerpo la penumbra y ecos de murmullos recordados que lentamente se deshilvanan con el tiempo que indefectible….transcurre.
Él se fue, una mañana de aquel otoño, buscando otros caminos, quizá otros sueños. Como si hubiera muerto.
Esta es tu realidad hoy día, no habrá retorno, ni se calmarán tan pronto los pesares, la nostalgia, las preguntas sin respuestas, ni siquiera la silla vacía frente a ti en el desayuno.
Te vistes, te maquillas la tristeza, cuelgas de tus labios esa falsa sonrisa y sales a la calle con tu vida a cuestas.
Porque nada cambia…Porque ésta también es tú lucha…tu realidad y por el tiempo que dure…tú condena.

MARCELA ISABEL CAYUELA
Agosto – 2015
(Derechos Reservados)

sábado, 22 de agosto de 2015

HISTORIA DE UNA JOVEN DARK


Corrías contra el viento enceguecida….buscando libertad. Tu largo cabello rubio ondeaba al compás de los sueños que acunaban tus pocos años de adolescente, despeinado. Tu rostro difuso entre el corrido maquillaje negro que rodeaba tus ojos y tus labios…y aquella lágrima dibujada con cuidado bajo tu ojo izquierdo.
Habías estado llorando, y el llanto continuaba pero ahora disipado por la brisa que te enfrenta acariciante con aromas coloridos que no sientes ni percibes pues te obnubila y ensordece ese grito interno que nace de tu vientre plano.
Largas tus delgadas piernas, parece que fueran a desplegar en vuelo sobre la hierba del camino que te aleja cada minuto un poco más de casa.
Tu intensa mirada brilla con una mezcla de dolor, ira, rebeldía, determinación y apenas una pizca de miedo. Porque sabes…en el fondo sabes, que no tienes dónde ir. Que tu escape sin sentido y repentino obedece a las causas comunes de nuestros jóvenes supuestamente “ incomprendidos” Crees en la guerra, esgrimes tu bandera, alzas tu clamor en protesta; sucumbes a la paranoia y la tristeza sin motivos que puedan constatarse más allá de tu cándida imaginación.
Vestida de negro, le muestras al mundo la ausencia de sonrisas, opacas tus sentidos para no entrar en contacto con el verdadero mundo. Sin embargo aúllas tu dolor inconcreto, indefinido aislándote en la oscura soledad de tu propio ser internalizando desolaciones que ni siquiera llegas a comprender.
Ahora corres…corres. Y no sabes dónde vas. Solo quieres poner distancia entre aquellos que dicen amarte pero para ti son cruel tortura y tu “ supremo “ conocimiento de la realidad del mundo en el que habitas creyendo profundamente conocer…y sin embargo no sabes dónde ir.
Transcurren las horas, no sabes cuantas, los jóvenes como tú no usan reloj. Poco a poco el aire va haciéndose más frío. No traes abrigo, coger uno hubiese sido una actitud de manifiesta debilidad. “El sufrimiento fortalece tus creencias” La debilidad no puede doblegarte, tu vientre duele, hoy no recibiste a regañadientes la merienda de mamá.
La noche comienza a descender sobre tus hombros desnudos y tatuados, tus fuerzas, todo tu impulso disminuye, al igual que las baterías de tu IPod que
nunca abandonas ni siquiera en los almuerzos familiares. La música que te
inspira cesa suavemente distorsionada.
Y te sientes repentinamente hueca. Quitarte fastidiada los auriculares se
asemeja a practicarle una lobotomía a un premio nobel de ciencias. Miras en
derredor…no hay donde recargarlo. Una imagen fugaz viene a tu mente, los
enchufes de tu cuarto en penumbras. Pues ya no están. Estás sola en medio
de la nada. Vestida en cuero negro, con el maquillaje corrido, con frio y
hambre…y sin baterías para tu inspiradora música de Rock Metal Depresive
Dark. Como un Borges con Althzaimer que ha perdido sus letras, te
desorientas, te confundes, el temor va ganando espacio entre la supuesta
fortaleza de tus férreas creencias.
Plan B, recurres a la autocompasión y te lanzas acurrucada sobre ti misma en
la grama descuidada, sollozando. Buscando culpables a tu desgarrado destino.
Madre, Padre, hermanos, docentes, vecinos, el carnicero de la esquina, el
verdulero. Todos conspiradores para éste tu momento crucial de sufrimiento
supremo…sentimiento que necesitas protagonizar. Pero que es un actor sin
público? Los chicos como tú no creen en Dios y aunque lo has intentado,
invocar al Diablo nunca fue muy sincero. Quieres dejarte morir. Castigar de ese
modo a los que no creyeron en tu vana filosofía de adolescente rebelde.
Quieres que sufran.
Qué raro, al principio de tu cambio en Dark, solo querías sentir el dolor en ti
misma sin pensar jamás en los demás. Ellos nunca tuvieron forma de
existencia mientras estuvieron a tu lado, conviviendo contigo. Bajo un techo
que decías odiar, en una mesa que no deseabas compartir, pero lo hacías; una
escuela que detestabas pero te contenía y te ofrecía símiles con quienes compartir tus desvaríos, docentes que despreciabas pero que te enseñaron sobre Kafka y Dostoievski. De quienes tomaste parte de su filosofía adaptándola a tus propias circunstancias. Todo eso tan mundano que tanto detestas…eran tu escenario perfecto.
--Diablos!! Ni siquiera un poco de música que te dé claridad, ya ni siquiera fluyen lágrimas de tu mirada. Solo tiritas tu existencia juntamente con todas tus creencias.
Plan C, acabar con tu vida…sucumbir a ese dolor que siempre te acompañaba y que ahora parece diluirse entre necesidades más humanas, como una plato de comida (aunque sea despreciable) Un techo que te cobije del rocío helado ( aunque sea insoportable) Una cama donde calentar tu cuerpo y descansar tu mente (aunque detestes el beso de buenas noches)…un enchufe para recargar tus baterías y disfrutar durante horas la música de tu iPod…Esa escuela en la mañana, donde seguro encontrarás a tus amigos.
La oscura noche envuelve tu pálida figura…la oscuridad de tu alma se suicida entre los vestigios de tu humanidad necesitada. Al fin y al cabo solo eres un cachorro. Muy desorientado, pero cachorro al fin.
La debilidad la adormeció en la hierba. Ahora sabía muchas más cosas del dolor. Unos potentes faros alumbraron su figura desde el sendero próximo.
En medio de su desvarío pensó -- Aquí termina todo, finalmente. Debo mantener mi actitud, pero quizá un abrazo. En su pequeño cuerpo volaron mariposas por vez primera ante la expectativa de retornar a su refugio, ya
llegaría el momento de la libertad. Ahora solo quería un abrazo, esa comida que no había sabido apreciar y poder descansar.
Desesperados y hasta algo hastiados por su comportamiento sus padres la buscaban desde la mañana sin cesar, Habían recorrido en su vehículo toda la zona.
Bajaron del auto rápidamente y corrieron hacia ella, envolviéndola en una manta la metieron en el asiento de atrás. El iPod quedó tirado abandonado sobre la tierra. Arrancaron el auto y aceleraron hacia la carretera de regreso a la ciudad.
Despertó por la mañana, voces confusas sonaban a su alrededor. Al parecer se había desmayado cuando sus padres llegaron al lugar pues no recordaba nada más.
--Papá, mamá—Murmuró hacia las sombras que la rodeaban, entonces sintió el golpe sobre su rostro, sintió el sabor a óxido de la sangre entre sus labios. Vaya de veras que estaban furiosos! Se quedó muy quieta con los párpados cerrados fingiendo un desmayo (siempre teatral) y poco a poco comenzó a distinguir el sentido de la conversación. –Nos va a dar un buen dinero—decía una voz varonil. Abrió los ojos sorprendida, una aguja se clavó en su cuello.
La oscuridad…Tanto amaba la oscuridad, que cuando comenzó a ver la luz, ya era demasiado tarde. Despertó rodeada de otras jóvenes en un contenedor, hacinada, sin identidad y vendida…Camino a la terrible Osaka, Japón. De donde jamás una joven había logrado regresar con vida. Semidesnuda, aun con hambre y casi sin aire, supo que el Diablo también responde y el infierno existe.
Poco después de que el primer auto desapareciera con la joven para siempre por la carretera, sus padres llegaron al descampado cerca del sendero. Alumbrando con linternas, solo encontraron allí tirado el iPod de su hija, que había huido en la mañana.
MARCELA ISABEL CAYUELA
Agosto – 2015 – Tucumán – Argentina
(Derechos Reservados)

miércoles, 19 de agosto de 2015

UNA EXTRAÑA EN MI MORADA

 Llevo horas tratando de deshacerme del cuerpo. Lo encontré esta mañana al levantarme, allí tendido sobre un gran charco de su propia sangre, en mi cuarto de baño. Apenas podía distinguir al alba la lividez de su piel corrupta por la muerte, húmedo su viejo camisón se adhería a las femeninas formas que quizá un día fueron plenas de curvas y belleza. Hoy lucía solo la decrepitud de años desgastados y en sus facciones los surcos de expresión denotaban la aparición de las típicas arrugas de una vida de aflicciones. Su cabello mal cortado daba fe del tiempo que había pasado desde su última tintura. El corrido rímel embardunaba sus ojeras y corría cual lágrimas por sus pálidas mejillas. Un triste y sorpresivo cuadro para comenzar uno de mis atribulados días. Justo hoy que debía mostrar la gran casona a futuros compradores, que no tardarían en llegar. Ya me había deshecho de todo cuanto tenía, la quiebra, el divorcio, todas las deudas me había quitado el sueño por semanas. Mi única salvación era vender la casa o terminaría por perder hasta la libertad. No podía posponer ésta oportunidad. Ocultaría el cuerpo hasta cerrado el trato y luego tomaría una decisión sobre que hacer con ese despojo. Comencé por tomarlo con firmeza por debajo de los hombros, casi de los brazos y arrastrarlo desde el baño, a través de los corredores y el gran salón vacío hasta la pequeña y escondida puerta del sótano, bajo las escaleras. Cada vez que lo soltaba para abrir dicha entrada, encendía la luz que iluminaba los escalones descendentes y al girar para retomar el peso de la mujer inerme…ya no estaba. Vaya susto me llevé la primera vez! Sin embargo el rastro sobre el piso de madera estaba claro. Lo seguí en retorno y de nuevo hasta la fría cerámica del baño. Creo haber estado en shock pues nada de esto me detenía ni llamaba a la meditación. Solo quería sacarla de allí. Lo intenté más de una vez con el mismo resultado. Al llegar a la entrada del oscuro sótano la mujer desaparecía. Era casi tan pesada como yo y yo no era demasiado fuerte. Estaba agotada. Además luego de esconderla, debía limpiar el rastro de sangre de todo el piso pues al parecer se había cortado las venas. Esta vez me senté en una pequeña antesala del cuarto de baño, dejé la puerta del mismo abierta…para observar el cadáver. Comencé a notar ciertos detalles, en su muñeca izquierda llevaba un brazalete de plata antigua que me resultaba familiar, decidí limpiarlo ya que estaba ensangrentado y descubrí que era una vieja pertenencia que había heredado de mi abuela. Recordé haberlo extraviado cuando forcejeaba con mi esposo para detenerlo. Sería na ladrona? Y si lo era porque suicidarse en mi casa?. Sería el fantasma de mi abuela? Eso es más probable por la manifestación obviamente sobrenatural al desaparecer devolviéndose al sitio de su muerte. Dios!!! Los de la inmobiliaria ya deberían de estar acá. El timbre no sonó jamás esa mañana. Pensando en mi abuela y en algún mensaje de ultratumba que quisiera darme, busqué entre los cajones de mi cuarto un retrato suyo y vine a compararlo con la muerta. Era claro. Había un gran parecido. Cuando desestimando todo mensaje decidí volver a iniciar el recorrido un encaje descosido de su vestimenta se enganchó en mi muñeca…eso me dolió en forma extrema y al deshacerme de la prenda pude ver en mi propio brazo una rojiza marca algo fresca, seguramente entre tanto ir y venir con un cuerpo muerto un raspón que no había sentido me habría dejado aquella marca. Me acerque al botiquín del tocador para buscar una venda y empañado allí se lucía sobre todo el gran espejo. Levanté mi vista hacia el y allí estaba yo…Envejecida y demacrada, con grandes y profundas ojeras cubiertas por algún rímel barato. Más abajo reconocí el vetusto camisón humedecido, el cabello sin teñir desde hacía meses. Y pude recordar…aquella noche pasada, una llamada de la inmobiliaria diciéndome que ya no había comprador para la casa. Me arrodille ante el cuerpo y me abracé a mí misma ensangrentada. Con esa última decisión tomada. Acabar con todo en la bañera. Luego me puse de pie y transite levemente, casi aliviada el trayecto hacia el oscuro sótano. Me detuve al borde y pensé—Esta vez el cuerpo no regresará. Sin dudarlo nuevamente me lance escalones abajo hacia
la oscuridad rodando hasta mi última morada.

MARCELA ISABEL CAYUELA
Agosto 2015 – Tucumán, Argentina
(Derechos Reservados)

martes, 18 de agosto de 2015

DESENCUENTRO


Cuando negra tu alma clame desquiciada
Haré de mis oídos húmedo muro de oscuro concreto
Negaré ante el Cielo, rogaré al Infierno
Se pierdan desgranadas tus súplicas en el universo
Me vestiré de luto ignorando tu existencia
Perpetuando la quimera de tu vana esencia
Viviré abrazada a tu presente ausencia
Exhortaré ante el viento mi súplica desvelada
Cerraré las puertas de este mi golpeado corazón latiente
Para borrar del horizonte y de mis ojos el recuerdo
Lo que una vez fuiste, todo mi ser
Mi mundo, tu y yo, uno solo, un único momento eterno
Negaré esa lágrima que asoma reflejada en el espejo
Daré la espalda a los destellos prístinos del firmamento
No llegará tu voz entre las olas de mi océano
Llenaré de luz los espacios vacíos de tu sombra
Y vagaré sin nombre entre lo etéreo del olvido
Porque te fuiste un día mientras mi vientre cobijaba el fruto
De tu amor y el mío, dejando efímero mi ser vacío
Danzando entre el desgarro desahuciado
Añorando abrazos, anhelando un techo
Morirás penando entre mil silencios sin respuesta
Y viviré llorando el final de todo ensueño
Claudicará el perdón, fenecerá el olvido
Tu te quedas en el pasado incierto
Yo permanezco inerme en mi presente yerto
No existe el odio, ni siquiera la venganza
Llamémoslo si quieres…un fatídico desencuentro
Mi dolor…y tu condena.
MARCELA ISABEL CAYUELA
Agosto 2015 – Argentina
(Derechos Reservados)

viernes, 7 de agosto de 2015

LA DAMA DEL POETA


Cede el día temeroso, ante el avance ineludible de tus pasos resonando con el caer de la tarde.
Vestida de negro y destellos diamantinos, va desplegándose la noche coronada por la luna, y con ella su Corte misteriosa de sombras y silencios.
Oscuridad de lujo pleno, inexpugnable, que cobijas el despertar de mis ensueños.
Huyen las risas, los sonidos, ganando territorio la soledad que acompaña los recuerdos.
Solo entonces, puedo cruzar al fin, la puerta de mi encierro; abriendo los cerrojos autoimpuestos con tan solo un puñado de palabras que la brisa transmuta en versos.
Y yo envuelta por tu manto impenetrable, puedo sentir todo mi ser respirando nuevamente…liberado, mientras late mi corazón como nunca acompasado.
Percibe mi mente, esos susurros inspirados. Murmullos inspirados me regala el firmamento, convirtiéndome en parte, fusionada a la eterna magnificencia del universo pleno.
Envuelta entre tus brazos, sé que estoy segura. Tu negro velo oculta todos mis temores, cada uno de mis miedos.
Y por unas horas de reinado, le otorgas a mi vida, el sentido necesario para esgrimir mis letras de poeta.
Noche diáfana, reina excelsa, serás para mí siempre la más fiel de las compañeras.
Hasta el momento exacto en que decidas llevarte el alma de este contenedor terreno y partir
hacia ti, abandonando este cuerpo muerto y aferrada a mí libro de Poemas.
MARCELA ISABEL CAYUELA
Agosto- 2015 – Argentina
(Derechos Reservados)

miércoles, 5 de agosto de 2015

REFLEJO


No lo sabía, acariciando aquel reflejo en el cristal humedecido, no sabía que había sucedido.
Oscura la mirada dentro de profundas cuencas, apenas si destella imperceptible el brillo de mi antigua vida.
Mi rostro pálido, el cabello mojado y hasta revuelto.
Un rostro sin sonrisa, el pecho tiritando estremecido por el vibrar inminente de un sollozo que va subiendo.
La ropa que me cubre parece haber transitado un fuego eterno y negro…muy negro. Casi como mis ojos, como mi pelo, como el trasluz del vítreo espejo que se inmola inerte tras aquello que ocultan mis espaldas.
Siento frío…siento.
Siento dolor…siento.
Una lágrima se lanza incontenible y desmayada rodando por mi helada faz y muriendo desolada sobre mi pecho.
Todo está oscuro, como muerto.
Noche nueva y nunca conocida que hoy abraza mi existencia.
Acaso existo?...No lo sé, todo es tan nuevo…
Tengo miedo…Y cómo puedo saberlo? Pues, porque lo siento.
Yo no quería esto, ni siquiera lo sabía, unos momentos antes, cuando pequé ante ellos…allá, tan lejos.
Me duele el cuerpo. Levanto mis manos para verlas, despojadas, deslucidas y de poder vacías y tan yertas.
Ni trono, ni cetro. Ni luz, ni destellos.
Aun parada allí, frente al reflejo, percibo la sombra de mi vuelo. Por un instante, me pierdo en los recuerdos.
Me arrepiento. Clamo al cielo, y me responde inerte la indiferencia del firmamento.
Envuelvo con mis brazos mi enjuto cuerpo…y entonces las veo. Pegadas a mi espalda las devuelve negras, reflectadas desde el cristal hacia éste, mi ensueño nuevo.
Dos grandes alas negras como la eternidad del tiempo. No resplandecen ya cual otros momentos.
Y me duele tanto el cuerpo…
De pronto, bajo mis pies, se va abriendo el suelo. Un clamor del alma me
estremece por completo.
No hay perdón a tal pecado, allá de donde vengo.
Bajando la mirada, a mi destino hoy me entrego…Soy un ángel caído,
sumergiéndose lentamente en el humano infierno.
MARCELA ISABEL CAYUELA
Agosto 2015 – Argentina
(Derechos Reservados)

LA CAPILLA

LA CAPILLA
Una pareja camina por el desértico sendero de un pueblo abandonado en el siempre místico Perú.
Se dirigen a una rustica, desolada y semiderruida capilla.
Los acompañan dos personas, a las que apenas conocen.
Ella viste un sencillo y blanco vestido sin detalles...él, pantalón y camisa, nada formal.
A medida que se acercan tomados tiernamente de la mano por la puerta principal del recinto religioso, va
asomándose un viejo sacerdote que sale a su encuentro desde la vetusta puerta en la pequeña parroquia.
Entran y caminan lentamente hacia el altar. El polvo cubre casi todo el lugar, al final del pasillo se destaca
un altar vestido de blanco y por sobre él, como iluminado por un aura celestial, un Cristo tallado en madera
que reina en agónica tristeza, como un recordatorio del modo en que murió por nosotros... los pecadores.
Rustica imagen, conmueve...
La pareja ya mayor, ha olvidado el entorno incluyendo al sacerdote. Obviamente se trata de un matrimonio
retrasado, nada menos que 24 años...
No hay invitados, solo el eco de los pasos y el crujir de la madera en el piso.
Aun tomados de la mano permanecen concentrados en el Cristo sobre el altar...crucificado.
El sacerdote inicia la ceremonia con temblorosa voz y sus palabras se pierden en la silente oración de los
contrayentes. Solo ante la pregunta, reaccionan contestando con amorosa y esperanzada fe, su afirmación
a los votos, e intercambiando los sencillos anillos, se miran el alma en los ojos.
Finalmente la vieja voz los declara esposo y esposa ante el Poder de Dios...Luis e Isabel cumplieron,
pasados 24 años del matrimonio civil y de los años de distancia, un sueño y un mandato del Cristo mismo.
En el ayer quedaba todo aquello que tuvieron que vivir...separaciones, abandonos, desentendimientos y
cuanto más...Simplemente no querían morir sin la bendición de Dios.
Ya pueden regresar. Isabel, que había cerrado los ojos por un instante, siente de pronto un silencio aun
mayor...y su cuerpo se estremece.
Con temor abre los ojos y la mano que sostenía, la de Luis , inesperadamente se convierte en fino polvo y
escurriéndose inevitable por entre sus dedos, donde ya no está el anillo...gira sobre sí misma y solo ve
obscuridad ... No hay sacerdote, ni altar, solo abandono y polvo.
Esta sola...no hay nadie allí...nunca lo hubo.
Vuelve a rotar sobre sus pasos mira al Cristo una vez más. Y regresa hacia la puerta...una radiante luz
penetra por la entrada, Isabel llega hasta ella casi flotando...la siente cálida.
Entonces lo supo...continuó caminando y se adentró misteriosa en aquella luz.
Nunca jamás nadie volvió a saber de ella...Quizá solo vino a despedirse…De un sueño, que nunca fue.
MARCELA ISABEL CAYUELA
Octubre 2014- Perú
(Derechos Reservados)