miércoles, 30 de septiembre de 2015

NUNCA ANTES


 

NUNCA ANTES

Nunca había imaginado, mientras miraba trémulas mis manos, que un impulso desenfrenado me arrastrara hacia este abismo en el que hoy me encuentro.

Ningún atardecer me condujo inapelable hasta extremo alguno en mi monótona y aburrida vida, tan solo por el hecho de desgranar anaranjado su color tardío, de sol que abandona el cielo sobre las sábanas revueltas de mi lecho, mientras desvanecía su calidez sobre el desnudo cuerpo de aquella que más amaba.

Me imaginé junto a ella, en enloquecido abrazo, como cada tarde al regresar de la oficina. El cabello revuelto sobre la almohada. Perladas gotas de sudor se balanceaban sobre su piel estremecida y agitada.

Oculto entre las sombras de la entrada, simplemente la observaba. El rostro satisfecho y placentero, los párpados cerrados y el extremo de su largo y bronceado brazo desmayado sobre el pecho de aquel desconocido.

Allí cubiertos por aquella indiscreta luz de la ventana, ambos yacían el letargo posterior al clímax del amor ejecutado apasionadamente.

Ella, que era mía. El que la invadía. Mil imágenes cruzaron por mi mente…describiendo con crueldad inhumana cada instante transcurrido en aquella cama. Sádico el pensamiento humano…que me atenaza el pecho y me desquicia el alma.

Para que describir, lo que impulso mi cuerpo, mi esencia, mis manos y la ausencia de la más mínima calma. A quien sorprenderá una historia que desde el principio está contada?.

No existe un final literario para mi historia aquí narrada. Es solo un sentimiento que me surge entre palabras. Es fácil predecir, que les arrebaté la vida, el aliento y hasta la esperanza.

Y permanezco aquí, junto a la ventana. Mirando trémulas mis manos que debieran estar ensangrentadas. Pero a la luz de la luna que ya se asoma junto a su luz plateada, de mi cuerpo, no distingo nada. Cuando el haz acaricia los cuerpos en la cama. Percibo a mi amada, elevando el pecho en un suspiro complacido, mientras se incorpora aun desnuda y sin marcas…no hay huella alguna de mi ataque a cuchilladas. Se dirige lánguida hacia el perchero donde cuelga de raso blanco su bella bata, mira el tocador y se detiene, un retrato de ambos permanece sobre la madera lustrada, nuestras sonrisas enmarcadas. Gira su bello rostro hacia el lecho donde reposa aquel infame amante y esboza una sonrisa enamorada. Toma el retrato y casi piadosamente lo introduce en el fondo de un cajón de ropa blanca. Luego sale del cuarto dirigiendo sus pasos hacia la ducha. Desde aquí pudo escucharla.

 

Cierro mis ojos…nunca había imaginado, cómo sería matar a un ser amado. Tocar el filo del extremo, llegar al límite, perder el alma. Pero esa funesta tarde los maté a cuchilladas…y me quedé mirando mis manos ensangrentadas.

Sigo caminando, es de noche, llueve sobre mi piel empapada con mis propias lágrimas. Una sirena policial suena a mis espaldas, me detengo. Vienen por mí. En verdad, ya lo esperaba. Vuela de nuevo mi desvarío y me veo nuevamente junto a una ventana, observando triste mis manos pálidas. Levanto la vista, la escena se repite, yo y aquellos dos en esa nuestra habitación hoy desolada. Y así día tras día…en cada ocaso, cuando la tarde muere desahuciada.

Traición y dolor que nunca acaba, repitiéndose cruel y condenada. Mientras permanezco en esta celda sin ventanas, desde hace ya diez años, donde fuera encerrado cinco antes, de que ella con otro se casara…cinco años desde que junto a él me visitara y los celos me devastaran, convirtiéndome impiadosos, en su acosador fantasma.

 

MARCELA ISABEL CAYUELA

Setiembre 2015 – Tucumán – Argentina

(Todos los Derechos Reservados)

3 comentarios:

  1. Wowww Marcela,un relato que te mantiene en vilo de principio a fin. Los más sinceras felicitaciones

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  2. Wowww Marcela,un relato que te mantiene en vilo de principio a fin. Los más sinceras felicitaciones

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