EL DOLOR DE LA AUSENCIA
Parte 1: DAVID
Un dolor en el pecho lo dobla en dos sobre su propio vientre, arrebatándole el trémulo aliento que anuncia un sollozo.
Las sábanas empapadas con el sudor producto del persistente insomnio que lo agobia desde hace meses.
Suspira, anhelando absorber la brisa que llega fresca y breve desde la ventana abierta hacia la noche despejada.
La humedad que cubre sus ojos muy abiertos, casi exorbitados es nada más que el producto de esa fiebre que ya no lo abandona. Delira.
Esta y se sabe solo…
Se acabaron las promesas casi tanto como la esperanza.
Terminaron cuando agotados por la sinrazón de su perenne tristeza todos los amigos, conocidos y parientes renunciaron a su verdad presente huyendo desgranados, uno a uno tras las bambalinas de un escenario muerto y desolado. Dejándolo inerme a su propia voluntad y consecuencia.
Se fueron…
Como ella.
Solo se marcharon.
Una estrella fugaz atraviesa el rectángulo preciso que da vista al firmamento…David recuerda…busca con todas sus fuerzas en la demencia de su mente alborotada, un momento…Uno feliz. Uno con ella.
Pero Adriana no está. Como no están las rosas o las risas. Ni las tardes abrazados junto al lago.
En medio del cuarto revuelto de ausencias, las sombras reinan donde habitaba su presencia. Reverberando en las paredes el aroma de esa nívea piel vistiendo el menudo cuerpo femenino. Desnudo de tabúes, cubierto solo por el negro y larguísimo cabello que enmarcaba su amplia sonrisa, recorriendo delicado la turgencia de sus pechos.
David llora…
David la extraña.
David no puede. Tampoco quiere.
Se le hace imposible desasirse de aquel melancólico sufrimiento que se ha convertido en la única manifestación de su pasada existencia. Vive a través de su dolor. Fuera de el…no queda nada.
La calidez sorprendida de una lagrima rueda por su mejilla y cae suicida sobre el hueco de Adriana sobre la almohada. Recordándola.
Las estrellas brillan iluminando tenues la sombra platinada que entra por la ventana. Una silueta comienza a perfilarse dibujada por la misma. Se incorpora tenso…no respira. Teme quebrantar aquel atisbo de su más profundo anhelo. Luego aquel perfume a orquídeas que siempre anunciaba la llegada de su amor al lecho.
Adriana…
Sin tan solo fuera Adriana…
Cierra los párpados con fuerza, ensimismado en el deseo. Sus débiles brazos apenas lo sostienen abatidos por el fuego que lo consume desde dentro. Pero David persiste. Ella es su Fe… su verdadero y único Credo.
Y llega el susurro. Apenas musitado en sus oídos.
Nunca supo él si era la caricia del amor en la acallada voz que lo envolvía leve. O era la cruenta fiebre que ya lo arrancaba de sus días.
Pero David creía…David lo cree.
Y se abraza a sus sentidos, transportado en los velos del ensueño. Parece flotar en la embriaguez de la añoranza. Su vientre se estremece. Está a punto de alcanzarla…Sí, sabe que es Adriana.
Tiene que ser Adriana.
La brisa se hace intensa y lo hamaca, lo envuelve, lo cubre, lo apaña. Se convierte en calma.
Y el la ama…en realidad no podría dejar de amarla.
Fundido con el espectro que en su alma vive y encarna. David se dibuja contra la luna abrazado con su amada.
Ahora son uno…
De principio a fin…
David y Adriana.
MARCELA ISABEL CAYUELA
Febrero 2016 – Argentina
(Derechos Reservados)
sábado, 20 de febrero de 2016
EL GUITARRISTA
Envuelto en las llamas enloquecidas de la música que surge avasallante desde su guitarra eléctrica. Diego puede sentir que le va la vida en ello…con cada nota, cada rasguido altisonante. Empuñando con fuerza el instrumento desliza increíbles sus largos dedos por los trastes. Jugando con la distorsión apasionada de las notas terminales.
Un fuego nacido a la altura de su ombligo…desde la profundidad intensa de su vientre, subiendo insobornable hacia su garganta tensa, cruzándola disparado hacia la base de la nuca. Sacudiendo gotas de sudor desde el húmedo cabello sobre su frente.
Las piernas en flexión, con la fuerza sostenida en las rodillas, acerando los músculos del muslo…Balanceando el cuerpo embriagado y al compás de los sonidos.
Las caderas firmes, soportando el embate de la “Ibanez” hamacada por la armonía de sus brazos.
Los párpados bajos, aferrados a su sueño.
El pecho estremecido y casi sin aliento.
La voz en nudo que anhela desgarrar en grito.
El mundo yace en la oscuridad…allá fuera.
Diego prendido fuego, pasión y vida…existe solo al centro.
Con la cadencia última, cuando la energía se suicida junto a la púa sobre el suelo. Rozan los dedos las seis cuerdas mágicas de ensueño y una clave vibra lanzada al viento.
Diego inspira lento, abre los ojos temiendo quebrar el encantamiento.
Frente a sus ojos cae el telón despejando la débil luz que ilumina las paredes de su cuarto. Con el eco de las notas finales reverberando, formando ecos sobrenaturales que escapan por las hendijas hacia todos los espacios. Deja caer los brazos…la guitarra cuelga rendida entre sus manos.
Sonríe…
Palpita…
Sacude la cabeza, mientras una voz llega inhóspita desde la realidad que existe en la planta baja. Guarda el instrumento cual amante fiel dentro de la funda.
--¡Voy! –Grita en respuesta a quien le llama.
Y despejando su frente del húmedo flequillo, se encamina hacia la puerta.
Toma el picaporte y abre…se detiene. Gira sobre su hombro y mira su escenario.
Dispuesto a enfrentar ese otro plano que insiste desde abajo murmura quedo:
--Espérame…pronto vuelvo.
Y cierra la puerta dejando tras de sí la única realidad posible para él.
Del otro lado, la fantasía habitual de cada día abre sus fauces devorando su juvenil
silueta. Solo por unas horas, las necesarias…
Pronto vuelvo…
La frase acaricia leve lo insonoro y cruento del silencio. Las cuerdas se estremecen
anhelantes sobre su oscuro lecho. Es cuestión de tiempo.
MARCELA ISABEL CAYUELA
Febrero 2016 – Argentina.
(Derechos Reservados)
domingo, 14 de febrero de 2016
HUELLAS DE POETAS: MARCELA ISABEL CAYUELA
HUELLAS DE POETAS: MARCELA ISABEL CAYUELA: De Córdoba, Argentina CRISIS Ganas de estallar Ganas de gritar De romperlo todo en mil pedazos De morir, destruir, partir Corre...
lunes, 8 de febrero de 2016
DETERMINACION
Estaba cansado, harto de sus desprecios, sus
rechazos, su reticencia. Hoy estaba decidido a confrontarla. No más postergaciones,
ni mañanas de espera, ni obsequios menospreciados. La esperó donde cada día.
Ésta vez tenía un buen argumento y algo que no podría rechazar. Cuando Laura
llegó con su cara de fastidio, él la enfrentó, munido de toda su entereza y
decisión. Y finalmente sucedió, Carlos quedó muy satisfecho, con una sonrisa
depositó el más tierno de los besos sobre los labios de Laura y se marchó,
canturreando suavemente. Arrojó a lo lejos el estuche en que llevara su regalo,
que ahora Laura lucía sobre sí, mientras reposaba sobre un gran charco de su
propia sangre.
MARCELA ISABEL CAYUELA
2015-Argentina
(Derechos Reservados)
ETAPAS
Angustia.
El
pecho se le comprime en un sordo sentimiento acallado desde la profundidad de
los siglos.
Presentimiento.
Su
hálito se congela mustio apenas surgido de entre sus labios pálidos.
Soledad.
Silencios
reverberando incólumes contra los sombríos rincones de su habitación.
Temor.
Anhelo
desesperado e intangible que busca consolidarse en el contacto breve de un
corpóreo consuelo que la proteja.
Desolación.
Consciencia
lóbrega de la futilidad efímera que la rodea.
Tristeza.
Sentimiento
insobornable que le surge impertérrito ante la asimilación de su vana espera.
Aceptación
Conciencia
inefable de su presente realidad.
Muerte…
Cuando
asumida la angustia previa al presentimiento cierto de una inevitable y
atemorizante soledad. Ensombreciendo triste la aceptación de la inevitable
muerte. La conminan a deponer las armas, rindiéndose al oscuro lecho que la
cobija desde temprano…luego del propio funeral.
MARCELA
ISABEL CAYUELA
Febrero
2016 - Argentina
viernes, 5 de febrero de 2016
ENCIERRO
Años encerrada en aquella
densa oscuridad, ya había sido suficiente depresión esto de acostarse en su
tristeza y no levantarse más. Apenas recordaba cuando la trasladaron a ese
estrecho lecho, apagando la luz. Se revolvió incómoda, intentó incorporarse.
Chocó con un techo demasiado bajo. De pronto recordó. Era su tumba.
MARCELA ISABEL CAYUELA
(Relatos en cincuenta palabras)
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