sábado, 20 de febrero de 2016

EL GUITARRISTA


Envuelto en las llamas enloquecidas de la música que surge avasallante desde su guitarra eléctrica. Diego puede sentir que le va la vida en ello…con cada nota, cada rasguido altisonante. Empuñando con fuerza el instrumento desliza increíbles sus largos dedos por los trastes. Jugando con la distorsión apasionada de las notas terminales.
Un fuego nacido a la altura de su ombligo…desde la profundidad intensa de su vientre, subiendo insobornable hacia su garganta tensa, cruzándola disparado hacia la base de la nuca. Sacudiendo gotas de sudor desde el húmedo cabello sobre su frente.
Las piernas en flexión, con la fuerza sostenida en las rodillas, acerando los músculos del muslo…Balanceando el cuerpo embriagado y al compás de los sonidos.
Las caderas firmes, soportando el embate de la “Ibanez” hamacada por la armonía de sus brazos.
Los párpados bajos, aferrados a su sueño.
El pecho estremecido y casi sin aliento.
La voz en nudo que anhela desgarrar en grito.
El mundo yace en la oscuridad…allá fuera.
Diego prendido fuego, pasión y vida…existe solo al centro.
Con la cadencia última, cuando la energía se suicida junto a la púa sobre el suelo. Rozan los dedos las seis cuerdas mágicas de ensueño y una clave vibra lanzada al viento.
Diego inspira lento, abre los ojos temiendo quebrar el encantamiento.
Frente a sus ojos cae el telón despejando la débil luz que ilumina las paredes de su cuarto. Con el eco de las notas finales reverberando, formando ecos sobrenaturales que escapan por las hendijas hacia todos los espacios. Deja caer los brazos…la guitarra cuelga rendida entre sus manos.
Sonríe…
Palpita…
Sacude la cabeza, mientras una voz llega inhóspita desde la realidad que existe en la planta baja. Guarda el instrumento cual amante fiel dentro de la funda.
--¡Voy! –Grita en respuesta a quien le llama.
Y despejando su frente del húmedo flequillo, se encamina hacia la puerta.
Toma el picaporte y abre…se detiene. Gira sobre su hombro y mira su escenario.
Dispuesto a enfrentar ese otro plano que insiste desde abajo murmura quedo:
--Espérame…pronto vuelvo.
Y cierra la puerta dejando tras de sí la única realidad posible para él.
Del otro lado, la fantasía habitual de cada día abre sus fauces devorando su juvenil
silueta. Solo por unas horas, las necesarias…
Pronto vuelvo…
La frase acaricia leve lo insonoro y cruento del silencio. Las cuerdas se estremecen
anhelantes sobre su oscuro lecho. Es cuestión de tiempo.
MARCELA ISABEL CAYUELA
Febrero 2016 – Argentina.
(Derechos Reservados)

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