domingo, 30 de agosto de 2015

ELLA CREYO., ELLA PENSO


Aletargada entre sus días grises de rutinas compartidas y obligadas, su existencia se deslizaba suave, involuntaria entre cada movimiento ejecutado meticulosamente, como cada día de su vida.
Impecable, discreta, silenciosa, sumisa…como si no estuviera dentro de su propio cuerpo otrora lleno de emociones y sueños.
Pasaron tantos años…tanta agua corrió bajo ese puente, que ya no recordaba ni siquiera su faz de juventud ni la alegría de su mirada ensoñadora de aquellos tiempos cuando decidió creer que la felicidad estaba allí al alcance de ese traje de novia y en los brazos de su primer amor.
Apenas en la luna de miel, pudo sentir como el ensueño se iba desgranando en realidades.
La cotidianeidad, la convivencia, los requerimientos de la otra parte. Sus ausencias que fueron aumentando inexplicables aun desde esos primeros tiempos.
El primer embarazo perdido, el segundo terminado. La soledad que se iba haciendo espacio entre las paredes de su hogar.
María se fue apagando con los días, desapareciendo como evaporada por el furioso calor de la injusticia que sabía bramaba en su interior sin permitirle nunca dar muestra de su existencia.
Ese hombre que un día la cautivó con su juventud su prestancia y encanto, se había convertido en el aburrido gordito traicionero, petulante, infiel y grosero que pertenece a la media común de casi todas las parejas.
El amor fue para ambos solo la ilusión del impacto de las hormonas actuando en sus cuerpos juveniles.
No era culpa de nadie. Ella por ingenua y el por mentiroso.
Como siempre el llegaría tarde a casa. Ella lo sabía. Es más había dormido en el sofá de la sala la noche anterior y ni siquiera lo había visto partir en la mañana. Subió pesadamente las escaleras hasta el dormitorio matrimonial. Debía hacer la cama antes de que el llegara. Desde ayer y por no dormir a su lado sintiendo el pestilente perfume barato a burdel de cuarta, no entraba al dormitorio. Por eso junto a un buen libro se acuartelo en el sofá. Supuso que se marchó sin desayunar pues la cocina lucía como el día anterior. Entro al dormitorio. La cama tendida, todo en orden tal y como ella lo dejó en la tarde anterior. Mariposas revolotearon en su pecho. Ni rabia, ni dolor…expectativa, sorpresa.
Tomando impulso aspirando el aire cuan profundo pudo se encaminó al placard. Abrió impulsivamente. Sus vestidos grises y aburridos seguían allí, los zapatos de tacón antiguo, los abrigos pasados de moda y desgastados; todo estaba allí. Y también…un gran espacio vacío al lado de sus cosas, del lado
que rigurosamente ocupaban las cosas de su marido…nada ni siquiera una corbata vieja.
Algo surgió dentro de ella. Pudo haber sido llanto angustia decepción por haber sido abandonada sin siquiera una despedida.
Se sentó sobre la cama, pensó y pensó. En todos sus años de vida gris al lado de un hombre que ni siquiera le dirigía la palabra.
En eso, sonó repentinamente el timbre de la casa. María pensó, quizá era el que venía a darle alguna explicación o más que probablemente a recoger algo que había olvidado, así de cínico era.
Bajo presurosamente las escaleras ante la insistencia de los timbrazos, ya cerca de la puerta pudo distinguir la voz de su madre desde el otro lado de la puerta hablando con dos personas más.
Abrió fastidiada.
---María! Nuevamente María!- Exclamó su madre.—Debes dejar de escaparte del hospital si es que algún día esperas recuperar la cordura y dejar de venir a la casa de tu hermana muerta! Acaso no ha sido suficiente para todos que ella se suicidara cuando su esposo la abandonó?---Ponte el abrigo María y vámonos inmediatamente de aquí, Tu psiquiatra está esperando en el coche!


sábado, 29 de agosto de 2015

TU REALIDAD


Una cruda realidad sentida, reposando sobre la seda de una almohada humedecida con aquellas lágrimas pálidas de tu rostro lavado del maquillaje diario, el que vistes cada mañana para enfrentar el mundo que reside fuera. Lejos de la esencia de tu alma colmada de secretos, soledades y recuerdos.
Dispersa y ausente, ejecutas las destrezas necesarias para cumplir con los requerimientos de tu trabajo diario. Una sonrisa casi colgada de tus labios trémulos y cansados de ocultar la pena. No lo merecías. No merecías ésta angustia que te ahoga el alma y refrena tus sentidos la mayor parte de tus días.
Cuando la noche cae, y te cobijan las estrellas difusas en el cielo nebuloso y contaminado de ésta dura ciudad de cemento. Tu sonrisa se pierde con el día, y tu mirada se ilumina de lágrimas asomadas desde lo profundo de tu alma herida. Caminas lento, como empujada por la brisa nocturna que a veces te acompaña en el otoño.
Llegas a tu casa y al abrir la puerta, los momentos del pasado te golpean el rostro y el cuerpo como si te estuvieran esperando. En cada rincón, sobre los muebles, en cada fotografía enmarcada con los sueños que plasmaste al colocarlas allí, a cuatro manos, junto al ser que tanto amabas.
Que te hizo creer mi jovencita que él se quedaría junto a las promesas de un amor eterno. Te preguntas, mientras te deshaces de la ropa que te cubre, dónde residen los anhelos que partieron despiadados hacia un plano inescrutable.
Vas a la cocina, sentada en soledad sobre la mesa solo un plato y una copa.
Frente a ti…una silla, absolutamente llena de su ausencia. Miras hacia allí como si pudieras revivir las cálidas conversaciones que eran preludio al amor de cada noche entre las sábanas que hoy te esperan frías y opacadas de soledad, escaleras vacías de pétalos de rosas…como antes, cuando te esperaban, cual alfombra, perfumando el deseo que crecía en el ascenso a través de los escalones camino hacia la gloria del amor.
Llegas al dormitorio como inerte. Con el llanto subiendo por tu pecho, luchando en tu garganta que evita con fuerzas el sollozo. Te rindes, imaginas esos brazos rodeándote en el lecho, desnudando tus sentidos exaltando sensaciones.
Te acurrucas sobre tu vientre, se derrama el dolor desde tus tristes ojos hasta cada poro de tu piel estremecida. Y te duermes, sobre esa almohada que aún conserva su perfume, humedecida en la sal de tu desolado llanto, testigo de un dolor que te consume todavía. Cubre tu cuerpo la penumbra y ecos de murmullos recordados que lentamente se deshilvanan con el tiempo que indefectible….transcurre.
Él se fue, una mañana de aquel otoño, buscando otros caminos, quizá otros sueños. Como si hubiera muerto.
Esta es tu realidad hoy día, no habrá retorno, ni se calmarán tan pronto los pesares, la nostalgia, las preguntas sin respuestas, ni siquiera la silla vacía frente a ti en el desayuno.
Te vistes, te maquillas la tristeza, cuelgas de tus labios esa falsa sonrisa y sales a la calle con tu vida a cuestas.
Porque nada cambia…Porque ésta también es tú lucha…tu realidad y por el tiempo que dure…tú condena.

MARCELA ISABEL CAYUELA
Agosto – 2015
(Derechos Reservados)

sábado, 22 de agosto de 2015

HISTORIA DE UNA JOVEN DARK


Corrías contra el viento enceguecida….buscando libertad. Tu largo cabello rubio ondeaba al compás de los sueños que acunaban tus pocos años de adolescente, despeinado. Tu rostro difuso entre el corrido maquillaje negro que rodeaba tus ojos y tus labios…y aquella lágrima dibujada con cuidado bajo tu ojo izquierdo.
Habías estado llorando, y el llanto continuaba pero ahora disipado por la brisa que te enfrenta acariciante con aromas coloridos que no sientes ni percibes pues te obnubila y ensordece ese grito interno que nace de tu vientre plano.
Largas tus delgadas piernas, parece que fueran a desplegar en vuelo sobre la hierba del camino que te aleja cada minuto un poco más de casa.
Tu intensa mirada brilla con una mezcla de dolor, ira, rebeldía, determinación y apenas una pizca de miedo. Porque sabes…en el fondo sabes, que no tienes dónde ir. Que tu escape sin sentido y repentino obedece a las causas comunes de nuestros jóvenes supuestamente “ incomprendidos” Crees en la guerra, esgrimes tu bandera, alzas tu clamor en protesta; sucumbes a la paranoia y la tristeza sin motivos que puedan constatarse más allá de tu cándida imaginación.
Vestida de negro, le muestras al mundo la ausencia de sonrisas, opacas tus sentidos para no entrar en contacto con el verdadero mundo. Sin embargo aúllas tu dolor inconcreto, indefinido aislándote en la oscura soledad de tu propio ser internalizando desolaciones que ni siquiera llegas a comprender.
Ahora corres…corres. Y no sabes dónde vas. Solo quieres poner distancia entre aquellos que dicen amarte pero para ti son cruel tortura y tu “ supremo “ conocimiento de la realidad del mundo en el que habitas creyendo profundamente conocer…y sin embargo no sabes dónde ir.
Transcurren las horas, no sabes cuantas, los jóvenes como tú no usan reloj. Poco a poco el aire va haciéndose más frío. No traes abrigo, coger uno hubiese sido una actitud de manifiesta debilidad. “El sufrimiento fortalece tus creencias” La debilidad no puede doblegarte, tu vientre duele, hoy no recibiste a regañadientes la merienda de mamá.
La noche comienza a descender sobre tus hombros desnudos y tatuados, tus fuerzas, todo tu impulso disminuye, al igual que las baterías de tu IPod que
nunca abandonas ni siquiera en los almuerzos familiares. La música que te
inspira cesa suavemente distorsionada.
Y te sientes repentinamente hueca. Quitarte fastidiada los auriculares se
asemeja a practicarle una lobotomía a un premio nobel de ciencias. Miras en
derredor…no hay donde recargarlo. Una imagen fugaz viene a tu mente, los
enchufes de tu cuarto en penumbras. Pues ya no están. Estás sola en medio
de la nada. Vestida en cuero negro, con el maquillaje corrido, con frio y
hambre…y sin baterías para tu inspiradora música de Rock Metal Depresive
Dark. Como un Borges con Althzaimer que ha perdido sus letras, te
desorientas, te confundes, el temor va ganando espacio entre la supuesta
fortaleza de tus férreas creencias.
Plan B, recurres a la autocompasión y te lanzas acurrucada sobre ti misma en
la grama descuidada, sollozando. Buscando culpables a tu desgarrado destino.
Madre, Padre, hermanos, docentes, vecinos, el carnicero de la esquina, el
verdulero. Todos conspiradores para éste tu momento crucial de sufrimiento
supremo…sentimiento que necesitas protagonizar. Pero que es un actor sin
público? Los chicos como tú no creen en Dios y aunque lo has intentado,
invocar al Diablo nunca fue muy sincero. Quieres dejarte morir. Castigar de ese
modo a los que no creyeron en tu vana filosofía de adolescente rebelde.
Quieres que sufran.
Qué raro, al principio de tu cambio en Dark, solo querías sentir el dolor en ti
misma sin pensar jamás en los demás. Ellos nunca tuvieron forma de
existencia mientras estuvieron a tu lado, conviviendo contigo. Bajo un techo
que decías odiar, en una mesa que no deseabas compartir, pero lo hacías; una
escuela que detestabas pero te contenía y te ofrecía símiles con quienes compartir tus desvaríos, docentes que despreciabas pero que te enseñaron sobre Kafka y Dostoievski. De quienes tomaste parte de su filosofía adaptándola a tus propias circunstancias. Todo eso tan mundano que tanto detestas…eran tu escenario perfecto.
--Diablos!! Ni siquiera un poco de música que te dé claridad, ya ni siquiera fluyen lágrimas de tu mirada. Solo tiritas tu existencia juntamente con todas tus creencias.
Plan C, acabar con tu vida…sucumbir a ese dolor que siempre te acompañaba y que ahora parece diluirse entre necesidades más humanas, como una plato de comida (aunque sea despreciable) Un techo que te cobije del rocío helado ( aunque sea insoportable) Una cama donde calentar tu cuerpo y descansar tu mente (aunque detestes el beso de buenas noches)…un enchufe para recargar tus baterías y disfrutar durante horas la música de tu iPod…Esa escuela en la mañana, donde seguro encontrarás a tus amigos.
La oscura noche envuelve tu pálida figura…la oscuridad de tu alma se suicida entre los vestigios de tu humanidad necesitada. Al fin y al cabo solo eres un cachorro. Muy desorientado, pero cachorro al fin.
La debilidad la adormeció en la hierba. Ahora sabía muchas más cosas del dolor. Unos potentes faros alumbraron su figura desde el sendero próximo.
En medio de su desvarío pensó -- Aquí termina todo, finalmente. Debo mantener mi actitud, pero quizá un abrazo. En su pequeño cuerpo volaron mariposas por vez primera ante la expectativa de retornar a su refugio, ya
llegaría el momento de la libertad. Ahora solo quería un abrazo, esa comida que no había sabido apreciar y poder descansar.
Desesperados y hasta algo hastiados por su comportamiento sus padres la buscaban desde la mañana sin cesar, Habían recorrido en su vehículo toda la zona.
Bajaron del auto rápidamente y corrieron hacia ella, envolviéndola en una manta la metieron en el asiento de atrás. El iPod quedó tirado abandonado sobre la tierra. Arrancaron el auto y aceleraron hacia la carretera de regreso a la ciudad.
Despertó por la mañana, voces confusas sonaban a su alrededor. Al parecer se había desmayado cuando sus padres llegaron al lugar pues no recordaba nada más.
--Papá, mamá—Murmuró hacia las sombras que la rodeaban, entonces sintió el golpe sobre su rostro, sintió el sabor a óxido de la sangre entre sus labios. Vaya de veras que estaban furiosos! Se quedó muy quieta con los párpados cerrados fingiendo un desmayo (siempre teatral) y poco a poco comenzó a distinguir el sentido de la conversación. –Nos va a dar un buen dinero—decía una voz varonil. Abrió los ojos sorprendida, una aguja se clavó en su cuello.
La oscuridad…Tanto amaba la oscuridad, que cuando comenzó a ver la luz, ya era demasiado tarde. Despertó rodeada de otras jóvenes en un contenedor, hacinada, sin identidad y vendida…Camino a la terrible Osaka, Japón. De donde jamás una joven había logrado regresar con vida. Semidesnuda, aun con hambre y casi sin aire, supo que el Diablo también responde y el infierno existe.
Poco después de que el primer auto desapareciera con la joven para siempre por la carretera, sus padres llegaron al descampado cerca del sendero. Alumbrando con linternas, solo encontraron allí tirado el iPod de su hija, que había huido en la mañana.
MARCELA ISABEL CAYUELA
Agosto – 2015 – Tucumán – Argentina
(Derechos Reservados)

miércoles, 19 de agosto de 2015

UNA EXTRAÑA EN MI MORADA

 Llevo horas tratando de deshacerme del cuerpo. Lo encontré esta mañana al levantarme, allí tendido sobre un gran charco de su propia sangre, en mi cuarto de baño. Apenas podía distinguir al alba la lividez de su piel corrupta por la muerte, húmedo su viejo camisón se adhería a las femeninas formas que quizá un día fueron plenas de curvas y belleza. Hoy lucía solo la decrepitud de años desgastados y en sus facciones los surcos de expresión denotaban la aparición de las típicas arrugas de una vida de aflicciones. Su cabello mal cortado daba fe del tiempo que había pasado desde su última tintura. El corrido rímel embardunaba sus ojeras y corría cual lágrimas por sus pálidas mejillas. Un triste y sorpresivo cuadro para comenzar uno de mis atribulados días. Justo hoy que debía mostrar la gran casona a futuros compradores, que no tardarían en llegar. Ya me había deshecho de todo cuanto tenía, la quiebra, el divorcio, todas las deudas me había quitado el sueño por semanas. Mi única salvación era vender la casa o terminaría por perder hasta la libertad. No podía posponer ésta oportunidad. Ocultaría el cuerpo hasta cerrado el trato y luego tomaría una decisión sobre que hacer con ese despojo. Comencé por tomarlo con firmeza por debajo de los hombros, casi de los brazos y arrastrarlo desde el baño, a través de los corredores y el gran salón vacío hasta la pequeña y escondida puerta del sótano, bajo las escaleras. Cada vez que lo soltaba para abrir dicha entrada, encendía la luz que iluminaba los escalones descendentes y al girar para retomar el peso de la mujer inerme…ya no estaba. Vaya susto me llevé la primera vez! Sin embargo el rastro sobre el piso de madera estaba claro. Lo seguí en retorno y de nuevo hasta la fría cerámica del baño. Creo haber estado en shock pues nada de esto me detenía ni llamaba a la meditación. Solo quería sacarla de allí. Lo intenté más de una vez con el mismo resultado. Al llegar a la entrada del oscuro sótano la mujer desaparecía. Era casi tan pesada como yo y yo no era demasiado fuerte. Estaba agotada. Además luego de esconderla, debía limpiar el rastro de sangre de todo el piso pues al parecer se había cortado las venas. Esta vez me senté en una pequeña antesala del cuarto de baño, dejé la puerta del mismo abierta…para observar el cadáver. Comencé a notar ciertos detalles, en su muñeca izquierda llevaba un brazalete de plata antigua que me resultaba familiar, decidí limpiarlo ya que estaba ensangrentado y descubrí que era una vieja pertenencia que había heredado de mi abuela. Recordé haberlo extraviado cuando forcejeaba con mi esposo para detenerlo. Sería na ladrona? Y si lo era porque suicidarse en mi casa?. Sería el fantasma de mi abuela? Eso es más probable por la manifestación obviamente sobrenatural al desaparecer devolviéndose al sitio de su muerte. Dios!!! Los de la inmobiliaria ya deberían de estar acá. El timbre no sonó jamás esa mañana. Pensando en mi abuela y en algún mensaje de ultratumba que quisiera darme, busqué entre los cajones de mi cuarto un retrato suyo y vine a compararlo con la muerta. Era claro. Había un gran parecido. Cuando desestimando todo mensaje decidí volver a iniciar el recorrido un encaje descosido de su vestimenta se enganchó en mi muñeca…eso me dolió en forma extrema y al deshacerme de la prenda pude ver en mi propio brazo una rojiza marca algo fresca, seguramente entre tanto ir y venir con un cuerpo muerto un raspón que no había sentido me habría dejado aquella marca. Me acerque al botiquín del tocador para buscar una venda y empañado allí se lucía sobre todo el gran espejo. Levanté mi vista hacia el y allí estaba yo…Envejecida y demacrada, con grandes y profundas ojeras cubiertas por algún rímel barato. Más abajo reconocí el vetusto camisón humedecido, el cabello sin teñir desde hacía meses. Y pude recordar…aquella noche pasada, una llamada de la inmobiliaria diciéndome que ya no había comprador para la casa. Me arrodille ante el cuerpo y me abracé a mí misma ensangrentada. Con esa última decisión tomada. Acabar con todo en la bañera. Luego me puse de pie y transite levemente, casi aliviada el trayecto hacia el oscuro sótano. Me detuve al borde y pensé—Esta vez el cuerpo no regresará. Sin dudarlo nuevamente me lance escalones abajo hacia
la oscuridad rodando hasta mi última morada.

MARCELA ISABEL CAYUELA
Agosto 2015 – Tucumán, Argentina
(Derechos Reservados)

martes, 18 de agosto de 2015

DESENCUENTRO


Cuando negra tu alma clame desquiciada
Haré de mis oídos húmedo muro de oscuro concreto
Negaré ante el Cielo, rogaré al Infierno
Se pierdan desgranadas tus súplicas en el universo
Me vestiré de luto ignorando tu existencia
Perpetuando la quimera de tu vana esencia
Viviré abrazada a tu presente ausencia
Exhortaré ante el viento mi súplica desvelada
Cerraré las puertas de este mi golpeado corazón latiente
Para borrar del horizonte y de mis ojos el recuerdo
Lo que una vez fuiste, todo mi ser
Mi mundo, tu y yo, uno solo, un único momento eterno
Negaré esa lágrima que asoma reflejada en el espejo
Daré la espalda a los destellos prístinos del firmamento
No llegará tu voz entre las olas de mi océano
Llenaré de luz los espacios vacíos de tu sombra
Y vagaré sin nombre entre lo etéreo del olvido
Porque te fuiste un día mientras mi vientre cobijaba el fruto
De tu amor y el mío, dejando efímero mi ser vacío
Danzando entre el desgarro desahuciado
Añorando abrazos, anhelando un techo
Morirás penando entre mil silencios sin respuesta
Y viviré llorando el final de todo ensueño
Claudicará el perdón, fenecerá el olvido
Tu te quedas en el pasado incierto
Yo permanezco inerme en mi presente yerto
No existe el odio, ni siquiera la venganza
Llamémoslo si quieres…un fatídico desencuentro
Mi dolor…y tu condena.
MARCELA ISABEL CAYUELA
Agosto 2015 – Argentina
(Derechos Reservados)

viernes, 7 de agosto de 2015

LA DAMA DEL POETA


Cede el día temeroso, ante el avance ineludible de tus pasos resonando con el caer de la tarde.
Vestida de negro y destellos diamantinos, va desplegándose la noche coronada por la luna, y con ella su Corte misteriosa de sombras y silencios.
Oscuridad de lujo pleno, inexpugnable, que cobijas el despertar de mis ensueños.
Huyen las risas, los sonidos, ganando territorio la soledad que acompaña los recuerdos.
Solo entonces, puedo cruzar al fin, la puerta de mi encierro; abriendo los cerrojos autoimpuestos con tan solo un puñado de palabras que la brisa transmuta en versos.
Y yo envuelta por tu manto impenetrable, puedo sentir todo mi ser respirando nuevamente…liberado, mientras late mi corazón como nunca acompasado.
Percibe mi mente, esos susurros inspirados. Murmullos inspirados me regala el firmamento, convirtiéndome en parte, fusionada a la eterna magnificencia del universo pleno.
Envuelta entre tus brazos, sé que estoy segura. Tu negro velo oculta todos mis temores, cada uno de mis miedos.
Y por unas horas de reinado, le otorgas a mi vida, el sentido necesario para esgrimir mis letras de poeta.
Noche diáfana, reina excelsa, serás para mí siempre la más fiel de las compañeras.
Hasta el momento exacto en que decidas llevarte el alma de este contenedor terreno y partir
hacia ti, abandonando este cuerpo muerto y aferrada a mí libro de Poemas.
MARCELA ISABEL CAYUELA
Agosto- 2015 – Argentina
(Derechos Reservados)

miércoles, 5 de agosto de 2015

REFLEJO


No lo sabía, acariciando aquel reflejo en el cristal humedecido, no sabía que había sucedido.
Oscura la mirada dentro de profundas cuencas, apenas si destella imperceptible el brillo de mi antigua vida.
Mi rostro pálido, el cabello mojado y hasta revuelto.
Un rostro sin sonrisa, el pecho tiritando estremecido por el vibrar inminente de un sollozo que va subiendo.
La ropa que me cubre parece haber transitado un fuego eterno y negro…muy negro. Casi como mis ojos, como mi pelo, como el trasluz del vítreo espejo que se inmola inerte tras aquello que ocultan mis espaldas.
Siento frío…siento.
Siento dolor…siento.
Una lágrima se lanza incontenible y desmayada rodando por mi helada faz y muriendo desolada sobre mi pecho.
Todo está oscuro, como muerto.
Noche nueva y nunca conocida que hoy abraza mi existencia.
Acaso existo?...No lo sé, todo es tan nuevo…
Tengo miedo…Y cómo puedo saberlo? Pues, porque lo siento.
Yo no quería esto, ni siquiera lo sabía, unos momentos antes, cuando pequé ante ellos…allá, tan lejos.
Me duele el cuerpo. Levanto mis manos para verlas, despojadas, deslucidas y de poder vacías y tan yertas.
Ni trono, ni cetro. Ni luz, ni destellos.
Aun parada allí, frente al reflejo, percibo la sombra de mi vuelo. Por un instante, me pierdo en los recuerdos.
Me arrepiento. Clamo al cielo, y me responde inerte la indiferencia del firmamento.
Envuelvo con mis brazos mi enjuto cuerpo…y entonces las veo. Pegadas a mi espalda las devuelve negras, reflectadas desde el cristal hacia éste, mi ensueño nuevo.
Dos grandes alas negras como la eternidad del tiempo. No resplandecen ya cual otros momentos.
Y me duele tanto el cuerpo…
De pronto, bajo mis pies, se va abriendo el suelo. Un clamor del alma me
estremece por completo.
No hay perdón a tal pecado, allá de donde vengo.
Bajando la mirada, a mi destino hoy me entrego…Soy un ángel caído,
sumergiéndose lentamente en el humano infierno.
MARCELA ISABEL CAYUELA
Agosto 2015 – Argentina
(Derechos Reservados)

LA CAPILLA

LA CAPILLA
Una pareja camina por el desértico sendero de un pueblo abandonado en el siempre místico Perú.
Se dirigen a una rustica, desolada y semiderruida capilla.
Los acompañan dos personas, a las que apenas conocen.
Ella viste un sencillo y blanco vestido sin detalles...él, pantalón y camisa, nada formal.
A medida que se acercan tomados tiernamente de la mano por la puerta principal del recinto religioso, va
asomándose un viejo sacerdote que sale a su encuentro desde la vetusta puerta en la pequeña parroquia.
Entran y caminan lentamente hacia el altar. El polvo cubre casi todo el lugar, al final del pasillo se destaca
un altar vestido de blanco y por sobre él, como iluminado por un aura celestial, un Cristo tallado en madera
que reina en agónica tristeza, como un recordatorio del modo en que murió por nosotros... los pecadores.
Rustica imagen, conmueve...
La pareja ya mayor, ha olvidado el entorno incluyendo al sacerdote. Obviamente se trata de un matrimonio
retrasado, nada menos que 24 años...
No hay invitados, solo el eco de los pasos y el crujir de la madera en el piso.
Aun tomados de la mano permanecen concentrados en el Cristo sobre el altar...crucificado.
El sacerdote inicia la ceremonia con temblorosa voz y sus palabras se pierden en la silente oración de los
contrayentes. Solo ante la pregunta, reaccionan contestando con amorosa y esperanzada fe, su afirmación
a los votos, e intercambiando los sencillos anillos, se miran el alma en los ojos.
Finalmente la vieja voz los declara esposo y esposa ante el Poder de Dios...Luis e Isabel cumplieron,
pasados 24 años del matrimonio civil y de los años de distancia, un sueño y un mandato del Cristo mismo.
En el ayer quedaba todo aquello que tuvieron que vivir...separaciones, abandonos, desentendimientos y
cuanto más...Simplemente no querían morir sin la bendición de Dios.
Ya pueden regresar. Isabel, que había cerrado los ojos por un instante, siente de pronto un silencio aun
mayor...y su cuerpo se estremece.
Con temor abre los ojos y la mano que sostenía, la de Luis , inesperadamente se convierte en fino polvo y
escurriéndose inevitable por entre sus dedos, donde ya no está el anillo...gira sobre sí misma y solo ve
obscuridad ... No hay sacerdote, ni altar, solo abandono y polvo.
Esta sola...no hay nadie allí...nunca lo hubo.
Vuelve a rotar sobre sus pasos mira al Cristo una vez más. Y regresa hacia la puerta...una radiante luz
penetra por la entrada, Isabel llega hasta ella casi flotando...la siente cálida.
Entonces lo supo...continuó caminando y se adentró misteriosa en aquella luz.
Nunca jamás nadie volvió a saber de ella...Quizá solo vino a despedirse…De un sueño, que nunca fue.
MARCELA ISABEL CAYUELA
Octubre 2014- Perú
(Derechos Reservados)

martes, 4 de agosto de 2015

NEGACION

NEGACION
No decir adiós
Es como callar por siempre
Aquel te amo silenciado
O quizá un te extraño aprisionado
No decir adiós
Es como intentar olvidarte
Sin lograr nunca
De mis recuerdos arrancarte
Ahogando mi alma muda 
No decir adiós
Es simplemente la quimera
Que pretende alejarme de tu esencia
Echar al viento tu existencia
Poner recuerdos en la hoguera
No decir adiós…
Desatino doloroso
Que al corazón las puertas cierran
Y enciende fuego a la esperanza
Agravando mí condena
No decir adiós
Es dibujar tu imagen sobre la arena
Y esperar la espuma de las olas
Para borrar la culpa y toda espera
Dejando mi risa y tu sonrisa siempre solas
No decir adiós
Significa no olvidarte
Retenerte aquí en mi pecho
Y mis lágrimas negarte
 Robando a tu partida el derecho
No quiero!...
No voy a olvidarte!
No haber estado contigo
Abrazando de tu pecho
Ese último aliento ya inerte
Me concede la negación de toda muerte
Y vives para mí
En mis noches, mi pluma y mi recuerdo
Abrazada entre mis sueños
Atrapada aún con vida
Aquí…en mi solitaria mente

MARCELA ISABEL CAYUELA
(Para mi Madre, a quien no pude ver partir)
(Derechos Reservados)
Julio 2015

Argentina