jueves, 30 de julio de 2015

LOS AMANTES


Mil astros, millones de estrellas
La Vía Láctea resplandece
Una vez cada cierto tiempo
En este minúsculo sistema nuestro
Dos planetas se reúnen
Uno, el mayor y más espléndido de todos
El otro …nuestro azul y brumoso Venus
Nuestra amada estrella vespertina
Aquella que deleita y guía
Después de eternidades en el tiempo
Estos astros se reunieron nuevamente
Cuenta la brisa que proviene de lo etéreo
Que el poderoso Júpiter, transitando el firmamento
Ha llegado hasta la doliente bruma de Venus
La encontró girando lágrimas celestes en su bruma
Y preguntó azorado:
--Porqué lloras entre nieblas silenciosa?—
--Porque desde el inicio de los tiempos he estado sola
Más mi corazón estremecido llora
Aquel astro poderoso que de a tiempos me enamora,
Y simplemente su partida mi corazón entristecido añora,
Sin embargo, el me ignora—
--Que te ignora bella Venus?
Pues no creo, desde sus entrañas más profundas,
Los sentimientos también afloran.
Dama eterna, nebulosa y azulina
Porque piensas que el más grande de los astros
Apura el tiempo a través de toda órbita
Para contemplar a la belleza que tanto adora?
Con la Tierra por testigo y la Luna que está próxima
He de decirte bella mía, que tu eres la elegida—
--Pero has de irte…dejándome en este espacio sola—
--Ya lo sé mi lágrima del firmamento
Pero te dejo el resplandor eterno
Que aquellos de la Tierra guardan
En sus miradas y promesas en secreto
Y nuestro brillo perdura en su recuerdo
Ya nos llaman Los Amantes
Y dime mi preciosa etérea
Que es para nosotros el transcurrir del tiempo?
Son solo instantes en el espacio de lo eterno
Amémonos pues, en el magno firmamento
Y prometamos esperarnos
Hasta el próximo de nuestros de nuestros encuentros—
Júpiter la abraza poderoso entre destellos
Venus sonríe y brilla vespertina
Los Amantes del Firmamento….
MARCELA ISABEL CAYUELA
(Derechos Reservados) Julio 2015
Argentina

MI ENTREGA

MI ENTREGA
Una cadencia…
Una palabra…
Estrella fugaz,
Una lágrima en la galaxia
Sonido a brisa en la marea
Destello de la luna,
Multiplicándose en millares
Un sentimiento
Algún recuerdo
Más de una ausencia
Miradas que se pierden
Horizontes infinitos
Océano de sales y misterios
Devuélveme la vida
Regresa mi sonrisa
Colma mi cuerpo de caricias
Tu espuma entre mis manos
Las olas en mis piernas
Y avanza mi cuerpo inerme
A fundirse con tu vida
Que es hoy mi única compañía
Laúd que suena en mi memoria
Versos que esparcí en el viento
Noche diáfana…
Luna y mil estrellas
Y mi cuerpo que se hunde
Deslizándose en tu regazo
Océano que me amas
Envuélveme en la negrura de tu abrazo
Ya no quiero contemplarte
Quiero de ti ser parte
Y unidos cual amantes pasionales
Cantemos juntos a las playas
El cantar de los cantares
Inspirando a los poetas
Aquellos versos nunca escritos
Que mi alma ha cobijado mustios
Silentes, desolados, sempiternos
Guardados en éste corazón
Que hoy, junto a mi vida
Enamorada y ciega yo te entrego
Y fue mar…
Y fue universo…
Y llovieron lágrimas del cielo.
MARCELA ISABEL CAYUELA
(Derechos Reservados) Julio 2015
Argentina

miércoles, 29 de julio de 2015

VILLANO INDIFERENTE



Cuanto duele el dolor que emana
De aquellas injusticias desoladas
Cubre el llanto la mirada
Ronda un vuelo de palomas
Silenciosas palabras apenas susurradas
Entre sombras y paredes congeladas
Vacíos vientres de comidas anheladas
Duermen niños solitarios
Pan y agua…y muchas lágrimas
Añorando noches cálidas
Cobijados con sucias mantas
Roban, piden, lloran, dañan
Ya no importa…son solo almas
Indiferentes a su ruina las miradas
Abandonan la inocencia,
Allí entre la mugre amontonada
Y pasa hueco el caminante
Esquivando la mirada
Reprimiendo la conciencia
Acallando la palabra
--No tengo cambio!
--Chico no molestes!
Y sigues tu camino allí dejando
Sus infancias destrozadas.
Por las noches los adultos
Duermen cómodos
Sus cabezas sobre almohadas
Mientras ellos, pordioseros
Un par de cartones los abrigan hasta el alba
Crudo invierno en temporada
Los castiga cruenta más de una helada
Tú enciendes la calefacción en tu morada
Ellos soplan sus manitas muy heladas
Te levantas abrigado en las mañanas
Mientras a ellos los labios les sangran
Tras morderlos tiritando
Tras el frio de las madrugadas
Tú te subes a tu coche
Ellos rascan las migajas
Dejas dormir tarde a tus pequeños
Ellos duermen tarde,
Porque a veces no despiertan
A tus hijos visita el hada de los dientes
A ellos se los lleva piadosa el hada de la muerte
Y así pasan los días tan vigentes
De injusticias y abusos tan imponentes
Mientras tú vives indiferente
Ellos solo quieren pan caliente
Dime Dios, tu que has pensado
Hacer con nosotros los villanos más perennes
Mientras ellos sufren impotentes.
Este abandono eterno de la gente.
MARCELA ISABEL CAYUELA
(Derechos Reservados) Julio 2015 - Argentina

martes, 28 de julio de 2015

CRISIS

CRISIS
Ganas de estallar
Ganas de gritar
De romperlo todo en mil pedazos
De morir, destruir, partir
Correr con toda fuerza contra el viento
Asesinar el aire con un hacha
Destrozar los vidrios con las manos
Y el silencio a gritos desgarrados
Ganas de matar estrangular
Arrebatar alientos
Despedazar paredes
Cortarme a destajo el pelo
Prenderle fuego a mis escritos
Vaciarle ácido a mi rostro
Salir a la calle a romper coches
Insultar vecinos
Apuñalar mi cuerpo
Beberme todos los licores
Inundar mi cuerpo de veneno
Arañar mi piel con las uñas de mis manos
Y arrojar a la perrera mi pellejo
Decirle adiós a mis amigos
Salir de toda red y quemar mis contraseñas
…En fin…Necesito una camisa de fuerza.


MARCELA ISABEL CAYUELA
Un día de esos

FINAL


Una estrella allí en el cielo
La esperanza en la mirada
Una caricia que se añora
Un amor que se ha perdido
Manos trémulas, fracaso en vilo
Llanto desconsolado de los cielos
Desgarra un corazón doliente
Palabras que se pierden
En recuerdos ya marchitos
Una lápida a los sueños
Y esa ausencia como daga
Que se incrusta aquí en mi anhelo
De tenerte y no perderte
Entre la bruma de los siglos
Lágrimas inertes…
Que se funden con mi océano
Que me espera, que me llama
A la espera de abrazarme
Por siempre y para siempre.
MARCELA ISABEL CAYUELA
Julio 2015 - Argentina

EL VIEJO ALCIDES


Alcides brota del parque oscuro, donde se esconde de la gente en las mañanas.
Solo al caer la noche surge mugriento hasta sentarse en aquella banca solitaria.
Bajo la luz difusa de una farola amarillenta, deja de sentirse tan decrépito, harapiento y hasta cobarde.
Siempre por las noches, la misma vieja banca. Esconde su rostro tras crecida barba, y los ojos tras el vidrio licor de su mirada.
Alcides defiende su espacio con gruñidos a quien pasa.
De repente y como cada noche, se ilumina sorpresiva la expresión ruda de su cara; esboza con esfuerzo una sonrisa, aun tras la crecida barba.
Es una joven la que ahora pasa, siempre la misma, caminando apresurada. Negro y largo su cabello, figura esbelta, sonrisa cálida. Siempre hablando por teléfono, libros de facultad colgando del bolsón sobre su espalda. Cuando más de una cuadra ella avanza, Alcides se yergue de su asiento y la sigue apretado contra las sombras de las casas.
Siempre en la misma esquina, él se detiene mientras ella entra a su casa.
Entonces Alcides percibe el aroma que surge desde la ventana; olor a comida recién preparada, apenas escucha las voces animadas…y recuerda, cuando aquel día se marchó de aquella humilde morada. Se humedecen sus ojos evocando aquel momento de su partida hace ya como 15 años y esa pequeña niña de blanca sonrisa y negra cabellera larga corriendo detrás de él muy angustiada –No te marches! No nos dejes papá aquí abandonadas!
Se apagó la luz de la ventana. Alcides emprende su retirada, sin notar que una mujer mayor lo miraba detrás de las cortinas allí en la ventana. Él con la espalda cada vez más encorvada y el llanto que le baña hasta la barba.
Una vez y ya de vuelta a su solitaria y hedionda banca, seca sus lágrimas con las mangas ya saladas. Busca el licor que le adormece el alma. Bebe un largo…muy largo trago y vuelve a gruñir a todo aquel que pasa.
Más tarde se duerme sobre las heladas tablas. Esperando esconderse, en la mañana.
MARCELA ISABEL CAYUELA
(Derechos Reservados)Julio 2015-Argentina

domingo, 26 de julio de 2015

JURAMENTO


Cuentan Los mares, los tiempos, los abismos
Que un amor se dijo eterno, un día frente al viento
Con el cielo por testigo, un abrazo y un largo beso
Cuentan los dioses, las galaxias
Sobre este amor que enfrentó a la muerte y a todo contratiempo
Perduró en la brisa, los espacios, las palabras
Soportó tormentas, desafiando desencuentros
Hasta un día en que recrudeció el invierno
Y la muerte aciaga visitó su nido en lecho
Arrebatando desgarrado el sutil aliento
De una de las mitades de este amor eterno
Envuelta en negro manto, una de esas almas se elevó hasta el cielo
Dejando mustia y desolada a la otra, aferrada a su recuerdo
Cuentan los mares, los tiempos, los abismos
Que un río de lágrimas llovió desde el universo
Confluyendo en cause con el llanto de océano
Convirtiéndose en uno, un solo cause en sentimientos
Transmutando en nueva vida aquel encuentro
Y hoy se esconden de este mundo cruel y sempiterno
En un páramo inmortal donde revive su amor etéreo
Entre la brisa que son risas de un favor divino y pleno
Protegidos por los dioses, las galaxias, confirman de su amor el juramento
Y ahora viven…más allá del tiempo
Enlazados en fuerte abrazo…y el mismo largo beso

MARCELA ISABEL CAYUELA
(Derechos Reservados) Julio 2015 – Argentina.

sábado, 25 de julio de 2015

EPIFANIA


Caminaba restregándose las manos por el denso frio de aquella noche aciaga y solitaria.
Las calles lucían desoladas del gentío en las mañanas. Era tarde, muy tarde, casi de madrugada.
Ajustó bien sobre el pecho el gabán que lo cubría, también la bufanda sobre el cuello y hundió más sobre su cabeza aquel gorro de lana áspera pero abrigada.
Cada noche, al terminar su turno de horas extras en la fábrica donde trabajaba, le tocaba transitar este solaz camino siempre húmedo, siempre obscuro, siempre frío.
Las sombras recorriendo muros y rincones; sonido a latas revolcadas por los hambrientos gatos y el sonido lejano pero permanente de ladridos y peleas de perros callejeros.
Era un ritual obligado de dos veces por semana, desde hacía casi un año.
El temor lo había perdido hacía meses. Solo odiaba el frio y el dolor de sus pies cansados.
Algunos porches y escalinatas de un par de iglesias le arrojaban despiadados los contornos dibujados por periódicos y viejas mantas el cuerpo de más de un mendigo allí acostado.
La mayoría de las veces podía observarse una sucia botella de licor barato o algún que otro frasco de alcohol de farmacia abandonados inertes y vacíos justo al costado de los bultos en el piso acurrucados. Ebrios, hambrientos, desposeídos, congelándose de inviernos bajo algún pedacito de techo que los cubriera del rocío.
Las primeras noches su corazón se estremecía frente a aquellos seres con su efímera existencia en vilo. Más con el tiempo y el recuerdo de su propio castigo, endureció la pena y se habituó al hastío que produce el ver las realidades de éste mundo en que vivimos, tan comunes e insolubles, tan cotidianas y tan múltiples.
Esa noche como tantas otras, miraba apenas de reojo aquellas formas deshumanizadas recostadas sobre el piso.
Sin querer y de repente, mientras trataba de esquivar un hueco en la vereda, tropezó con una forma blanda y más pequeña perdida bajo viejos trapos y viejos periódicos amarillos. Al embestir sus pies en ella, una pequeña mano inerte asomó por entre las cobijas…entre sus pequeños dedos unas migajas de pan enmohecido se mantenían férreas, negándose abandonar su dueño.
Era un niño, permanecía a mitad del camino, como rendido. El se agachó y con una mano enguantada zarandeó el pequeño cuerpo…nada. Un pie desnudo y mugriento asomó por debajo al otro extremo de su cubierta de materiales inciertos.
Algo más allá de su entendimiento le provocó insistir con el movimiento. Nada
de respuesta, ni un atisbo. Se puso de cuclillas y comenzó a despejar su
cubierta con un mal presentimiento.
Cual fue su sorpresa cuando capa tras capa, encontró diversas prendas,
algunas bastante nuevas…una chamarra, una fina bufanda, y hasta un caro
abrigo de cuero, pedazos y paquetes de comida y caramelos despreciados ,
billetes, monedas e infinidad de estampitas religiosas con esos santos que
fríamente, desde el cartón pintados esbozaban irónicamente para el momento,
una y mil oraciones de protección y amparo para el niño que casi desnudo,
dormía al frío.
Estaba helado, morado y casi rígido. Había muerto, solo y ya vencido.
Su mente se nubló y de repente subió a su garganta un grito. Desgarrado,
furioso, inesperado.
--Asesinos!! Gritó y un sollozo fue el inicio de un correr de lágrimas por su
rostro en río.
Finalmente, cual epifanía, había comprendido. Tomó al niño entre sus brazos y
emprendió el camino. A pocas cuadras una posta policial dejaba filtrar su tenue
luz sobre la calle. Se precipitó hacia allí y ya en la sala se detuvo y exclamó—
Soy un asesino! Yo, ustedes y todos aquellos que le dejaron su cobarde
ofrenda abandonada junto a un indefenso niño cuando ya había muerto! Le
hemos matado al ignorarlo cuando el aliento aún llenaba su pequeño pecho
hambriento y dolorido…asesinamos su infancia, su esperanza y sus derechos,
y ni siquiera a su cuerpo muerto albergamos del olvido.
--Somos todos asesinos!
--Indiferentes y fríos.
--Finalmente…hemos matado a un niño.



MARCELA ISABEL CAYUELA
(Todos los Derechos Reservados)
Julio 2015- Argentina

AMOR ETERNO...NOS BUSCAMOS

Danza una musa inspirada
Danza etérea por el cielo
Cobijada ella por prístinas estrellas
Abrigada por un manto hecho de versos
Vuela y baila de un lado a otro por el universo
Reflejada por la luna, atravesando transparencias
Gira y gira bailarina
Danza y sopla algún poema
Desde lo más alto en libertad al cielo
Mientras susurra mi nombre al viento
Yo perdido entre los riscos
De mi playa más amada en el océano
Miro al cielo y no la encuentro
Tropezando con las rocas, ansío tocar las olas
Siento el vacío de su ausencia.
La he perdido distraído
Sin pensarlo en desatino
Por negarme necio a mis sentidos
Traicionando todo lo vivido
Sin desearlo se me ha ido
Danza y danza en el vacío
Mientras su dulce voz no llega a mis oídos
Estrella fugaz que te atraviesas
En el horizonte de mis sueños
Ilumina hasta lo más lejano de los cielos
Dibuja ahora su contorno, algarabía de mis ojos
Permíteme con el deseo verla y que me vea
Concédeme el anhelo, derrite de mi alma el hielo
De repente, colgada de la cola de un cometa
Su mirada cálida, amorosa y tierna por fin me encuentra
Desciende su brillo reflejado en el océano
Se posa entre mis brazos
Arrulla mi pluma en bellos trazos
Otra vez mi musa y yo nos reencontramos
Ella y yo, que vagamos desolados
Hoy sellamos nuestro pacto
Así fundidos en amante abrazo
Bajo la luna y las estrellas
Recitando juntos nuevos versos
Sellamos para siempre nuestro amor eterno.

MARCELA ISABEL CAYUELA
(Derechos Reservados) Julio 2015

viernes, 24 de julio de 2015

EL ESPECTACULO


Suenan fuertes los acordes tras el cortinado.
Luces danzan estroboscópicas sobre el tablado.
Tras bambalinas mi entrada está pronta.
Acababa de recibir la cruel noticia. Éste sería nuestro último espectáculo juntos.
Ceñí más fuerte la cintura de mi majestuoso traje. Respiré profundo y arqueando la espalda como si quisiera romper el aire con mi pecho pleno, me lancé al escenario.
La espectacularidad de mi vestuario, más la entrada fulminante, provocaron murmullos y exclamaciones en el público presente.
Mis pasos aquel día no estaban signados por la coreografía preestablecida.
Ejecutaba cada movimiento, cada salto, con la destreza y la pasión del ave gloriosa que se sabe en sus últimos momentos.
El vuelo de mi capa iridiscente obnubilaba la mirada atenta del público presente, entonces…Entonces los acordes marcaron el inicio de tu entrada, mi partenaire, mi coreógrafo, mi esposo y compañero.
Alguien que momentos atrás había murmurado a otra, ignota bailarina, la promesa de quitarme de la obra y ponerla como estrella.
Interpretábamos Drácula recuerdo, la función más renombrada y exitosa de nuestro repertorio.
Entraste en escena con ese poderío manifiesto en tu presencia inolvidable. Te dejé acercarte…iniciamos juntos toda la secuencia de pasos, trucos y cargadas de la consabida coreografía por ambos ideada. Tus ojos denotaban la extrañeza del renovado ímpetu en mi danza. Rayos y centellas refulgiendo apasionadas en la mirada.
Seguiste mi ritmo anonadado…pronto llegaría el final. El truco donde me cargabas por encima de tu cabeza y como Mina, inerte y rendida ante el poder de su amado Drácula, me dejabas caer sobre el tablado luego de varios giros en el aire…inerme y desangrada.
Aquel día, mientras por sobre tu cabeza permanecía, nadie notó mi mano rebuscando en la cintura y en medio de los giros previos a mi muerte, cuando paso rauda por tu espalda…tus ojos se abren enormes…sorprendidos.
Mina cae, pero no rendida mientras observa con una pálida sonrisa, como tu blanca camisa de fina seda se mancha poco a poco de rojo sangre…incontenible. Tus ojos muy abiertos permanecen firmes hacia las luces ubicadas frente a la platea…caes de rodillas…Mina se incorpora, la daga aún férrea colgando de su mano, ensangrentada mirándote desde arriba; y allí mientras permaneces de rodillas, con el último acorde dela música en gesto teatral y excelso te rebana la garganta en limpio corte…la sangre brota incontenible …el público aplaude ovacionando de
pie. El telón baja y tú caes de bruces, la cara contra el suelo, bañado en tu
propia, soberbia y traicionera sangre.
Esta vez Mina acabó con su amo y señor…su amado Drácula mortal.
MARCELA ISABEL CAYUELA
(Derechos Reservados)

jueves, 23 de julio de 2015

LA SOLEDAD Y YO


La soledad toca mis puertas , casi siempre de noche o aun al alba. Es que la llevo conmigo cobijada en mi existencia sin amigos, sin palabras, sin sonidos.
La soledad tiene un sitio aquí en mi casa, entre el medio de las risas, los parientes, sus andanzas.
La soledad me hace un guiño en la complicidad de los rincones, para recordarme su presencia inquieta y anhelante de mi atención a su existencia.
La soledad es mi muda compañera, ella llora cada una de mis lágrimas.
Cuando al llegar la noche, busco palabras ante el silente espacio en blanco de una respuesta que no llega…palmea mi espalda y en mi mente susurra cálida—Ves? Te lo dije…no hay nadie mas allá de la pantalla.
La soledad se sienta al lado mío cuando mascullo decepciones de indiferencias por los años anunciadas.
La soledad se irá conmigo cuando mis días agoten sus madrugadas.
Yo esperaba más de esta vida, construí como éste castillos sobre el agua de mis lágrimas.
Imaginé mil formas de cobijar amigos que me sostuvieran cuando mis pasos tambalearan.
Pero nada es cierto, nada dura…la soledad ya es ahora mi única morada.
Compañera fiel te pareces a esa muerte por mi tan anhelada.
Se que en poco tiempo emprenderemos juntas, ese camino silente sin adioses ni palabras. Sin despedidas ni rases falsas y amargas.
La soledad me ha dicho hoy, mientras escribía versos solitaria.
Que mis palabras son solo viento que impulsa nuestra barca.
Que en este muro escritas, serán tinta abandonada.
Que abandone este sueño y me suba rendida a nuestra nave , que la niebla que el mar levanta disipará el recuerdo de los que se marchan.
Mientras ella conmigo y yo con ella, recitaremos con lágrimas al silencio en que hemos sido abandonadas y mil veces condenadas.

MARCELA ISABEL CAYUELA
Julio 2015 y siempre
(Todos los Derechos Reservados)

sábado, 11 de julio de 2015

BARRERAS DESTROZADAS

BARRERAS DESTROZADAS
Hay una lágrima en el reflejo que devuelve mi mirada. Es una lágrima oculta, una lágrima negada.
Es que, comprende, me ha dolido tanto el fracaso de nuestro esperanzado reencuentro, que inconsciente y perturbada, busqué bajar cada persiana, asegurando las ventanas, clausurando todas las entradas…encerrando cada sentimiento.
Negando la añoranza.
Cuando de pronto, leyendo unas letras inspiradas, la imagen del océano reflejado en tus verdes ojos vino a mi desconsolada, pidiendo a gritos una oportunidad negada.
Dejé que el día se pusiera gris ante mi alma y entreabrí apenas las sólidas puertas de mis verdaderos sentimientos encubiertos.
Temblaron mis piernas, perdí el aliento. Un corazón sentido y palpitante me sacude estremecido en lo más recóndito de mis profundos temores.
En ese lugar obscuro y húmedo donde un día lastimada encarcelé mi amor…y tu recuerdo verdadero.
Esa mirada que cruzamos por una avenida de un país cualquiera, como extranjeros. Me perdí en tus ojos…y tú en los míos.
Fuiste mi alma y mi sustento a partir de esa mirada. Éramos uno y éramos dos en la pasión y en los proyectos….inseparables.
Y llegó el día en que la tragedia (una de tantas que tuvimos que juntos enfrentar) tocó rotunda las puertas de nuestro castillo hecho de arena y de diamantes. La cruda e inesperada enfermedad sesgó de mis labios la sonrisa. Mató en mi vientre al niño que anhelantes esperábamos. Y en un viejo hospital de un pueblo arcaico en las alturas, me dejaron morir desangrada en medio de una noche y de tu ausencia.
Desde donde estabas esa noche esperando el alba para verme, viste mi fantasma etéreo reflejado en los espejos…despidiéndome…..y corriste, corriste y corriste. Pateaste puertas, gritaste golpeaste y suplicaste. Por tus actos me volvieron a la vida.
Al despertar…solo pude hundirme en la desesperación de tu mirada.
Zambullirme en ti. El hombre que más me amo.
Ojos verdes…piel naranja, abrazado a mi cintura, sollozando como un niño sobre mi vientre hueco y mi pecho apenas palpitante.
La historia es larga…enunciarla sería casi una novela. Solo rescato aquel
recuerdo, mientras mis ojos recuperan el presente…y esa lágrima reflejada en
la ventana.
Ahora lo sé, aún estás allí, en lo recóndito de mi alma enamorada.
Me acerco aún más al cristal de la ventana y más allá del velo gris,
decepcionado, encuentro de nuevo el viento jugando en tu cabello, tus ojos
verdes…y me pierdo en tu mirada.
Sé que no estás, que jamás será lo mismo, pero el recuerdo rescatado me ha
devuelto los sentidos de mi alma enamorada.

MARCELA ISABEL CAYUELA
(Todos los Derechos Reservados)
Julio 2015 – Argentina.-

jueves, 9 de julio de 2015

PASOS A SU ESPALDA


Resonaban cual ecos de los suyos propios, aquellos pasos detrás de su mirada. Era muy temprano en la mañana, aterido el cuerpo del frío a pesar del grueso abrigo que llevaba. Hasta un espeso y suave gorro de piel enfundado hasta cubrir inclusive las orejas. Aun así podía oírlo…firme, constante, cual maquinaria de reloj.
Apenas se vislumbraba el alba entre neblinas que ahogaban rascacielos. Eran varias cuadras hasta la parada del obscuro subte que a diario la llevaba hasta su lugar de trabajo.
Los pasos tras de si, como cada día desde hacía una semana.
Inútil sentir miedo o girar la mirada. Solo una vez lo hizo, y no vio nada. Se lo contó a un par de amigas un día desesperada, le dijeron que denunciara, Se lo dijo a sus compañeros y entre risas y murmullos le aconsejaron comprar un arma. Le preguntó a su madre en la distancia, le dijo que se cuidara. Llamó a la policía, le pidieron datos que lo identificara, hasta le hablaron de las multitudes ciudadanas que recorren los mismos caminos cada mañana y que de no mediar una agresión bien comprobada, ellos, no podían hacer nada.
Todo comenzó hace una semana…
Apresuró sus pasos apurando la llegada al subte que la salvara y del que bajaría cuando ya el sol claro y cálido se vislumbrara. A partir de allí podría respirar con calma. Microcentro en Bs As, multitud desenfrenada, cruzar las calles en avalancha, gente que corre, empuja, va atrasada; bocinazos, insultos, frenadas, ensordecen el temor que le anida el alma.
Llega a su edificio, comienza su jornada; llega al cubículo de su oficina y de nuevo la intensa sensación que le oprime el alma, sobre su escritorio, como cada mañana, una rosa roja allí posada. Una tarjeta sin nombre y solo dos palabras “ Serás mía” enunciaban. Se quitó el abrigo, el gorro y acomodó su pequeña estancia.
Mucho le llamaba la atención que casi nadie le hablara, y que inclusive el trabajo en la canasta era siempre el mismo desde hace una semana.
Ni siquiera el teléfono ya sonaba—Van a despedirme—Pensó.
Sacudió su cabeza como espantando dudas y se concentró en lo suyo hasta terminar la jornada.
Ese día, como por milagro recibió dos llamadas, atendió…nada.—Debo llamar a reparaciones—pues del otro lado nadie la escuchaba.
Hora de partir, vistió su abrigo, recogió sus cosas y emprendió la marcha.
Es cierto que vivir y trabajar en Bs As es difícil y solitario; que nadie presta atención a nadie, pero esto ya exasperaba. Aunque no era extraño porque siempre la habían considerado rara. Desde hacía una semana ya con nadie hablaba, hasta los saludos se perdieron en la nada, pensó que quizá eso fuera
su culpa por andar siempre ensimismada. –Esto tiene que terminar—Se dijo a
si misma y cruzando la puerta levantó la vista y se irguió determinada.
En medio del tumulto, nuevamente apresurada, bajó las escalinatas al subte
bajo las luces que siempre titilaban. Subió al vagón apretujada, nunca había
asientos pero desde hace tiempo no se sentía cansada.
Mientras, y como nunca antes hacía un repaso del vagón con la mirada…en el
extremo sur, un hombre la observaba. Vestido impecablemente de sombrero y
sobretodo negro, imperturbable la mirada…una mirada gris y triste la
atravesaba. Se sintió molesta, bajo sus ojos y se concentró en la ventana.
Desde el reflejo del cristal apenas vislumbraba el rápido correr del subte y las
luces de cada una de las paradas.
Cuando llegó a la suya, un sobresalto le trastornó la calma, los ojos grises del
hombre vestido en negro la miraban, no era su propio reflejo, sino el de el del
otro lado en la ventana.
Sacudiose el coche en la frenada, de su pequeño bolso rodaron un par de
labiales que con ella siempre llevaba. Pudo más el miedo que de pronto la
inundaba. Se abrió paso entre la gente y salto fuera hacia la acera
consternada.
Mirando a todos lados, no vio nada, subió aprisa las escalinatas hacia la
superficie y como un roce de plumas por su espalda sintió de nuevo la
presencia que desde hace días la acosaba. Emprendió casi corriendo las
cuadras que de su casa la separaban…de nuevo el eco de sus pisadas
resonaban simétricas, sincronizadas, pero nunca la alcanzaban.
Al llegar hasta su cuadra observó aliviada, la presencia de varios patrulleros y
gente amontonada. Atravesó el tumulto como si nada, largas cintas amarillas
recuadraban la escena de una desgracia. De pronto miró hacia el frente y se
encontró de nuevo con la figura del hombre que la miraba. Corrió mas fuerte
hacia su casa…la gente murmuraba. Su puerta estaba abierta, la policía dentro
de su casa…dos viejas vecinas con quienes nunca conversaba con los agentes
allí dentro hablaban—Ella vive sola!! Nadie la ha visto desde hace una semana-
-.Se detuvo en seco, en plena sala…desapareció el sonido, la luz, la gente…y
toda su perpetua y rutinaria calma invadió la estancia.
Las imágenes invadieron su mente a obscuras, desorientada.
Fue el domingo de la semana pasada, al regresar de una velada…Los pasos
comenzaron a resonar a sus espaldas , fue aquella vez cuando giró y no vio
nada. Esa noche se metió en la casa apresurada, corrió al teléfono he hizo
todas las llamadas; nadie acudió para acompañarla. Se sentó en su cama
acongojada cuando recordó la puerta, en el apuro, mal cerrada.
Ya era tarde, un par de fuertes brazos la sujetaban. Mientras con una mano la
desvestía, con la otra…
Y vinieron los pasos, aquel lunes por la mañana. De eso hacía, una semana; y así cada día, como si nada. Ejerciendo su rutina de mujer joven independiente y solitaria, con un buen trabajo en la Gran Ciudad mas desolada…y ese acosador que la perseguía siempre a sus espaldas.
En su obscura soledad desconcertada, ahora pensaba…—Ojalá sea así, otra vez, en la mañana.
De pronto sintió una suave mano sobre su brazo y más arriba la gris mirada. Sin hablarle, la condujo inerme a través de aquella sala, por el pasillo hasta el dormitorio y desde allí hasta el borde de su cama—Que bueno—pensó, estaba tan cansada.
Entonces vio. Yacía semi desnuda y degollada su frágil figura sobre la cama ensangrentada ; no podía reconocerla después de muerta, amoratada, salvajemente desfigurada. Muerta…desde hace una semana.
Temblaron sus piernas, se desmayaba y el hombre de la gris mirada, la abrazó y sostuvo cual si la amara. Alzó del cuerpo, sobre la cama, una rosa roja marchitada, sin nombre y solo dos palabras.
Ella cerró sus ojos cual si llorara, mas no surcaban lágrimas sobre su cara. Era ella, la de la cama.
El, susurró en su mente, con su mirada cálida.—Ahora lo sabes.No eras tu, esta semana, solo era tu alma desorientada.
La tomó suave de la mano y se sintió etérea mientras surcaba el espacio entre la asumida muerte desgarrada y la luz que la esperaba.
Por fin los pasos…no hacían ecos tras de su espalda.


MARCELA ISABEL CAYUELA
Julio 2015- (Todos los Derechos Reservados)

martes, 7 de julio de 2015

MI VIEJO PIANO


El sonido de las teclas se entrelaza en las tristezas de mi alma obscurecida. Arrancando notas a fuerza de combinar angustias, dolor y ausencias y así me encuentro yo, solitaria sentada frente al piano. Me dejo llevar. Sonata Claro de Luna- Beethoven- se desgrana lacrimosa en su recuerdo entre su presente que es ausencia y mis dedos que recorren frágiles y temblorosos el teclado de mi viejo y amado piano. Por la ventana abierta sigilosa entra la luz de luna como ambientando la obra ejecutada...mientras recorre el cuarto creando suaves y traviesas sombras que sigilosas danzan al compás de la tristeza. Alguna de ellas salta hacia mis manos convirtiendo en arpegio lo que fuera acorde. Otras mecen mi columna en el vaivén del gozo concentrado (máximo éxtasis de placer) absorbida por esa música de y para el alma. Caen húmedos y suaves mis cabellos al compás de inspiradas notas. Subterfugio de la imperfección mejor ejecutada.
De pronto estremecida mi nuca evoca un antiguo recuerdo descarnado e intempestivo, por años ahogado en el arcón de mis dolores escondidos...irreverente, llega hasta mi ahora atormentada mente "la voz que mata" esa voz femenina autoritaria y desquiciada que golpeando la superficie suave de mi piano en aquel mi pasado mas lejano. colocó despiadada un metrónomo (aparato infernal de matemáticas restringidas) " para que ajuste los tiempos" que sería como ajustar mis sentidos a la métrica de una vieja y amarillenta partitura que jamás leía.
En ese momento me veo (recuerdo) a mi misma, levantando en el aire el odioso objeto y con fuerte impulso estrellarlo contra una pared obscura. Las destrozadas piezas compusieron sin así quererlo el Réquiem funerario de una concertista en ciernes. Resonando aquel abrupto eco aquí en mi mente, se deshilan las sentidas notas...el embrujo, la magia.
Nació el silencio solo roto por el estremecido sollozo de mi alma. Poco a poco se desvanece todo...Beethoven, Claro de Luna y hasta la luz de luna dejando apenas entrever que también se había consumido en realidades, hasta mi viejo piano. En el cuarto solo se vislumbran polvorosos muebles contra paredes descascaradas de humedad y la peor de las ausencias.Mi última obra en el teclado. Ha muerto una pianista, allá hace muchos años .Sus sentidos se apagaron ejecutados por el puñal de la métrica, los tiempos y el álgebra musical. Pues ella, la pianista, ejecutaba con los tiempos del alma y no el de las corcheas. Incomprensión de una " docente" debió aquella comprender que el autor dejo volar su alma para crear esas partituras y espera lo mismo de sus interpretes. Nunca la ejecución exacta de aquello que imprimió en papel como una guía...una pista de despegue al vuelo inconmensurable del arte mas sublime..
El fantasma me visita a veces, cuando escribo....ya no toco. Y me deja siempre clavada en el recuerdo de lo que fue...y ya esta muerto. Solo a veces respira en mis palabras, a través de mi inquieta pluma.-

 MARCELA ISABEL CAYUELA(Autobiográfico)
(Todos los Derechos Reservados)
 Marzo 2015- San Miguel de Tucumán.-

lunes, 6 de julio de 2015

EL NIÑO DE LA GUERRA

Se paseaba hambriento y en harapos por entre los escombros de una guerra sin sentido (como todas) Brillantes los ojos, hinchado el vientre, los pies descalzos, las manos llenas de sangre y arena. El pecho agitado por los recuerdos de los momentos previos que lo habían dejado completamente solo. Temblorosas las piernas flacas le pedían un descanso. En su mirada intensa luchaba una lágrima con la furia y la impotencia de lo recién vivido. Aspera su garganta respirando el polvo que crecía inconmensurable en su camino. Oídos ensordecidos de gritos y lamentos, estallidos y disparos. Respirando en cada aliento el odio enajenado, incomprensible, injustificado. Solo era un niño de la guerra, un nuevo huérfano del mundo en medio oriente. Una víctima sin nombre, sin número, casi inexistente. Una simple gota de agua en el océano… Identidad perdida, camino incierto, ni siquiera una estadística. La noche cae entre destellos de fulgor anaranjado, fuego que nunca cesa entre los mil hogares que un día formaron parte de su vida y de su historia desvaneciéndose en el humo negro de la esperanza nula. Había huido de su casa…no, ya no era su casa, ni había escapado. Solo salió de allí porque no quedaba nada, porque se dispersó en el viento. Recordaba todo…el salir por un marco sin paredes y correr durante horas hasta que su carrera se convirtió en un agotado andar entre la nada. Se encontraba ya muy cerca de un grupo de civiles armados escondidos apenas por semi derruidos muros y alrededor de una fogata. Uno de ellos lo vió desde aquel sitio y en un rápido movimiento saltó en su búsqueda. Con gesto decidido lo precipitó al refugio. Le ofrecieron agua y algo de comida. Un diálogo impreciso y farfullado transcurrió el momento…Estaba tan cansado. Mañana será otro día, le dijeron. Lo cubrieron con una sucia manta y se durmió. Al día siguiente, antes del alba, se despertó con una mano que lo jalaba autoritariamente del pequeño brazo. No era mucho mayor que el, mas tenía vacía la mirada. Le dijeron—Es el momento, o te mueves con nosotros, o te quedas en la nada. Le dieron ropa apresurados…ya restallaban los estruendos, los gritos, los disparos. El pequeño niño …12 años creo .Mira en sus manos aun sucias la sangre seca y recordó a su madre y sus hermanos, esparcidos, despedazados entre escombros y retorcidos hierros. Se vio a si mismo sacudiendo inerme el cuerpo de su padre, tratando de taparle las heridas…Solo entonces quiso llorar y mientras el grito atragantado subía trémulo por su pecho, uno de los otros le puso algo entre sus manos. Se enmudeció su llanto, cegó el sentimiento la razón inexistente y abrazado a aquel objeto pesado y negro dejó muerta y mustia la niñez que el odio le arrebataron. Olvidó razones motivos y esperanzas. Sobrevivió a su miedo
Hoy?...hoy solo es esto. Es lo que ven aquí, en la portada de los diarios.
Sin identidad, sin pasado. Sosteniendo firme un rifle hoy solo es…
Simple y sencillamente…un nuevo niño soldado.


MARCELA ISABEL CAYUELA
Julio 2015(Todos los Derechos Reservados)