lunes, 6 de julio de 2015

EL NIÑO DE LA GUERRA

Se paseaba hambriento y en harapos por entre los escombros de una guerra sin sentido (como todas) Brillantes los ojos, hinchado el vientre, los pies descalzos, las manos llenas de sangre y arena. El pecho agitado por los recuerdos de los momentos previos que lo habían dejado completamente solo. Temblorosas las piernas flacas le pedían un descanso. En su mirada intensa luchaba una lágrima con la furia y la impotencia de lo recién vivido. Aspera su garganta respirando el polvo que crecía inconmensurable en su camino. Oídos ensordecidos de gritos y lamentos, estallidos y disparos. Respirando en cada aliento el odio enajenado, incomprensible, injustificado. Solo era un niño de la guerra, un nuevo huérfano del mundo en medio oriente. Una víctima sin nombre, sin número, casi inexistente. Una simple gota de agua en el océano… Identidad perdida, camino incierto, ni siquiera una estadística. La noche cae entre destellos de fulgor anaranjado, fuego que nunca cesa entre los mil hogares que un día formaron parte de su vida y de su historia desvaneciéndose en el humo negro de la esperanza nula. Había huido de su casa…no, ya no era su casa, ni había escapado. Solo salió de allí porque no quedaba nada, porque se dispersó en el viento. Recordaba todo…el salir por un marco sin paredes y correr durante horas hasta que su carrera se convirtió en un agotado andar entre la nada. Se encontraba ya muy cerca de un grupo de civiles armados escondidos apenas por semi derruidos muros y alrededor de una fogata. Uno de ellos lo vió desde aquel sitio y en un rápido movimiento saltó en su búsqueda. Con gesto decidido lo precipitó al refugio. Le ofrecieron agua y algo de comida. Un diálogo impreciso y farfullado transcurrió el momento…Estaba tan cansado. Mañana será otro día, le dijeron. Lo cubrieron con una sucia manta y se durmió. Al día siguiente, antes del alba, se despertó con una mano que lo jalaba autoritariamente del pequeño brazo. No era mucho mayor que el, mas tenía vacía la mirada. Le dijeron—Es el momento, o te mueves con nosotros, o te quedas en la nada. Le dieron ropa apresurados…ya restallaban los estruendos, los gritos, los disparos. El pequeño niño …12 años creo .Mira en sus manos aun sucias la sangre seca y recordó a su madre y sus hermanos, esparcidos, despedazados entre escombros y retorcidos hierros. Se vio a si mismo sacudiendo inerme el cuerpo de su padre, tratando de taparle las heridas…Solo entonces quiso llorar y mientras el grito atragantado subía trémulo por su pecho, uno de los otros le puso algo entre sus manos. Se enmudeció su llanto, cegó el sentimiento la razón inexistente y abrazado a aquel objeto pesado y negro dejó muerta y mustia la niñez que el odio le arrebataron. Olvidó razones motivos y esperanzas. Sobrevivió a su miedo
Hoy?...hoy solo es esto. Es lo que ven aquí, en la portada de los diarios.
Sin identidad, sin pasado. Sosteniendo firme un rifle hoy solo es…
Simple y sencillamente…un nuevo niño soldado.


MARCELA ISABEL CAYUELA
Julio 2015(Todos los Derechos Reservados)

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