viernes, 24 de julio de 2015

EL ESPECTACULO


Suenan fuertes los acordes tras el cortinado.
Luces danzan estroboscópicas sobre el tablado.
Tras bambalinas mi entrada está pronta.
Acababa de recibir la cruel noticia. Éste sería nuestro último espectáculo juntos.
Ceñí más fuerte la cintura de mi majestuoso traje. Respiré profundo y arqueando la espalda como si quisiera romper el aire con mi pecho pleno, me lancé al escenario.
La espectacularidad de mi vestuario, más la entrada fulminante, provocaron murmullos y exclamaciones en el público presente.
Mis pasos aquel día no estaban signados por la coreografía preestablecida.
Ejecutaba cada movimiento, cada salto, con la destreza y la pasión del ave gloriosa que se sabe en sus últimos momentos.
El vuelo de mi capa iridiscente obnubilaba la mirada atenta del público presente, entonces…Entonces los acordes marcaron el inicio de tu entrada, mi partenaire, mi coreógrafo, mi esposo y compañero.
Alguien que momentos atrás había murmurado a otra, ignota bailarina, la promesa de quitarme de la obra y ponerla como estrella.
Interpretábamos Drácula recuerdo, la función más renombrada y exitosa de nuestro repertorio.
Entraste en escena con ese poderío manifiesto en tu presencia inolvidable. Te dejé acercarte…iniciamos juntos toda la secuencia de pasos, trucos y cargadas de la consabida coreografía por ambos ideada. Tus ojos denotaban la extrañeza del renovado ímpetu en mi danza. Rayos y centellas refulgiendo apasionadas en la mirada.
Seguiste mi ritmo anonadado…pronto llegaría el final. El truco donde me cargabas por encima de tu cabeza y como Mina, inerte y rendida ante el poder de su amado Drácula, me dejabas caer sobre el tablado luego de varios giros en el aire…inerme y desangrada.
Aquel día, mientras por sobre tu cabeza permanecía, nadie notó mi mano rebuscando en la cintura y en medio de los giros previos a mi muerte, cuando paso rauda por tu espalda…tus ojos se abren enormes…sorprendidos.
Mina cae, pero no rendida mientras observa con una pálida sonrisa, como tu blanca camisa de fina seda se mancha poco a poco de rojo sangre…incontenible. Tus ojos muy abiertos permanecen firmes hacia las luces ubicadas frente a la platea…caes de rodillas…Mina se incorpora, la daga aún férrea colgando de su mano, ensangrentada mirándote desde arriba; y allí mientras permaneces de rodillas, con el último acorde dela música en gesto teatral y excelso te rebana la garganta en limpio corte…la sangre brota incontenible …el público aplaude ovacionando de
pie. El telón baja y tú caes de bruces, la cara contra el suelo, bañado en tu
propia, soberbia y traicionera sangre.
Esta vez Mina acabó con su amo y señor…su amado Drácula mortal.
MARCELA ISABEL CAYUELA
(Derechos Reservados)

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