sábado, 29 de agosto de 2015

TU REALIDAD


Una cruda realidad sentida, reposando sobre la seda de una almohada humedecida con aquellas lágrimas pálidas de tu rostro lavado del maquillaje diario, el que vistes cada mañana para enfrentar el mundo que reside fuera. Lejos de la esencia de tu alma colmada de secretos, soledades y recuerdos.
Dispersa y ausente, ejecutas las destrezas necesarias para cumplir con los requerimientos de tu trabajo diario. Una sonrisa casi colgada de tus labios trémulos y cansados de ocultar la pena. No lo merecías. No merecías ésta angustia que te ahoga el alma y refrena tus sentidos la mayor parte de tus días.
Cuando la noche cae, y te cobijan las estrellas difusas en el cielo nebuloso y contaminado de ésta dura ciudad de cemento. Tu sonrisa se pierde con el día, y tu mirada se ilumina de lágrimas asomadas desde lo profundo de tu alma herida. Caminas lento, como empujada por la brisa nocturna que a veces te acompaña en el otoño.
Llegas a tu casa y al abrir la puerta, los momentos del pasado te golpean el rostro y el cuerpo como si te estuvieran esperando. En cada rincón, sobre los muebles, en cada fotografía enmarcada con los sueños que plasmaste al colocarlas allí, a cuatro manos, junto al ser que tanto amabas.
Que te hizo creer mi jovencita que él se quedaría junto a las promesas de un amor eterno. Te preguntas, mientras te deshaces de la ropa que te cubre, dónde residen los anhelos que partieron despiadados hacia un plano inescrutable.
Vas a la cocina, sentada en soledad sobre la mesa solo un plato y una copa.
Frente a ti…una silla, absolutamente llena de su ausencia. Miras hacia allí como si pudieras revivir las cálidas conversaciones que eran preludio al amor de cada noche entre las sábanas que hoy te esperan frías y opacadas de soledad, escaleras vacías de pétalos de rosas…como antes, cuando te esperaban, cual alfombra, perfumando el deseo que crecía en el ascenso a través de los escalones camino hacia la gloria del amor.
Llegas al dormitorio como inerte. Con el llanto subiendo por tu pecho, luchando en tu garganta que evita con fuerzas el sollozo. Te rindes, imaginas esos brazos rodeándote en el lecho, desnudando tus sentidos exaltando sensaciones.
Te acurrucas sobre tu vientre, se derrama el dolor desde tus tristes ojos hasta cada poro de tu piel estremecida. Y te duermes, sobre esa almohada que aún conserva su perfume, humedecida en la sal de tu desolado llanto, testigo de un dolor que te consume todavía. Cubre tu cuerpo la penumbra y ecos de murmullos recordados que lentamente se deshilvanan con el tiempo que indefectible….transcurre.
Él se fue, una mañana de aquel otoño, buscando otros caminos, quizá otros sueños. Como si hubiera muerto.
Esta es tu realidad hoy día, no habrá retorno, ni se calmarán tan pronto los pesares, la nostalgia, las preguntas sin respuestas, ni siquiera la silla vacía frente a ti en el desayuno.
Te vistes, te maquillas la tristeza, cuelgas de tus labios esa falsa sonrisa y sales a la calle con tu vida a cuestas.
Porque nada cambia…Porque ésta también es tú lucha…tu realidad y por el tiempo que dure…tú condena.

MARCELA ISABEL CAYUELA
Agosto – 2015
(Derechos Reservados)

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