miércoles, 30 de diciembre de 2015

EL ECO DE SUS PASOS

 
 

Caminando con las manos profundamente hundidas en los bolsillos llenos de agujeros, el linyera se pasea por entre las luces, los gritos, risas y bocinazos. La noche buena ha finalmente pasado dejándole una insípida sensación a mal trago casi por la mitad acabado. Falta la otra media. El año nuevo.

Suspira profundo y resignado, le quedan apenas unas horas para que el momento llegue…el momento del descorche, del conteo, la algarabía contagiada.

Aunque se presume el instante más fraterno entre 365 días del año. El siempre siente el eco de sus pasos sonando fuerte entre el estruendo de cohetes y fuegos de artificio. ¿Será que está tan solo? ¿O que todo es una farsa, un mal juego producto de la imaginación?

Es una tradición, cada año para estas fechas el mundo parece volverse loco mientras él se agencia días previos una botella de licor barato que consagra para tal momento. Solo, siempre solo, a las 24 del 24 la destapa y bebe la mitad…lentamente, de a sorbos dialogando con el cristal que retiene el ambarino líquido. Luego se deja llevar por una embriaguez que dura una larga y torturante semana de alboroto externo.

Hasta que llega el 31…y las 24, cuando la vuelve a destapar para acabar con el ritual. Odia los villancicos. Ama el eco de sus pasos tanto como los niños los destellos en el cielo. Con cada paso que resuena reiterado golpeando con el archivo adjunto de recuerdos, él va despidiéndose de la alegría ajena y recobrando la estructura de su eventual rutina.

Y así transcurren las horas y se va acercando el final de su condena…las fiestas, las malditas fiestas. Siente sus pasos y se calma, son las 23:55, pronto habrá culminado todo y podrá volver a caminar entre silencios, volverá a percibir tristezas y desolaciones entre la gente que a su lado pasa. El ensueño imaginario habrá llegado a su final…Volverá a escuchar sus pasos. El sonido que más ama. El eco de su andar peregrino.

Cruza la avenida, ¡Puf! ¡Casi lo atropellan! ¡Si tan solo fueran más prudentes! ¡Como si el mundo se fuera a terminar por llegar tarde un Año Nuevo! Levanta el puño enarbolando su furia contra el conductor…pero no logran verlo, no le prestan atención…si tan solo es un caminante que ama el sonido de su andar. Baja la cabeza…el estruendo ha comenzado. Los destellos se multiplican en el

cielo cual si fueran dueños del firmamento entero. Los siente, los ve muy cerca, mucho más de lo habitual. Se queda quieto, muy quieto mientras por vez primera concentra sus sentidos en los múltiples colores que lo rodean. Espera…bebe de su botella hasta el mismísimo final.

Cuando parcialmente la calma llega se incorpora, se había quedado sentado sobre la acera en estado de contemplación.

--Bien- se dice a sí mismo…es hora de continuar. Y retoma displicente su eterno andar…espera el sonido seco, espera el eco, espera sentir el golpe de su paso al caminar….silencio. Por primera vez, silencio.

En medio de la avenida un grupo de gente se aglutina sorprendida alrededor de un cuerpo que no ha vuelto a respirar. Un pobre linyera, con una botella en la mano los ojos muy abiertos hacia el cielo y un par de zapatos que brillan como nuevos, reflejando las luces de artificio que aún persisten el firmamento iluminar.

MARCELA ISABEL CAYUELA

Diciembre 2015 - Argentina


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