Sofía no duerme, no
siente frío, tampoco miedo. El sueño se le escapa tan solo porque si, como si
nada; cada noche, atravesando madrugadas.
Cobijando una lágrima
furtiva, acaricia el desvelo mientras se acurruca sobre la dureza de su lecho
de arena.
No le queda de otra a
Sofía. La impiadosa dama de hierro y fuego le robó desde hace tiempo la
esperanza, la sonrisa… Como si fuera lo único que perdió Sofía
Casi no recuerda
calideces ni caricias, techos o alegrías. Los tiempos fueron violentos con
Sofía.
Hoy transita escombros,
polvo y ausencias que quedaron en su vida. No le resta nada, ni
siquiera remembranzas de alguna despedida. En su pensamiento solo habita el
sesgo cruento de una desolación más cruel que sempiterna.
Tiene poquitos años la
Sofía, y una derrota anciana que no pedía.
Con el cabello de color
indefinido, entre hermoso y decorado con cenizas, ella observa el tiempo a
través de su mirada húmeda de hastío. El hambre le ha robado abrigo a sus
huesitos. Y la incongruencia humana, toda la inocencia de su infancia breve.
Se ha quedado sola la
Sofía.
Quien sabe cuándo,
quien sabe porque o de qué manera. Ante la infamia del presente los
interrogantes pierden el sentido, tanto así como las palabras frente a su duelo.
¿Qué podríamos decirle
a la Sofía?
La muerte fue su niñera
desde el día en que comenzó esa guerra. Ella le ha enseñado todo lo que cabe en
su cortita experiencia. Única compañera, la que no ceja, no desiste, no
perdona.
Ya no llora la Sofía.
Tanto ha perdido que
olvidó las razones para hacerlo. Con el pasado huyeron juntos los momentos y el
antagonismo de la pena. Piedad incomprensible del universo que hoy la alberga.
Así amanece en la noche
de su existencia etérea. Con la vista fija en el horizonte colmado de humo y
distancia, Sofía se yergue sobre su escasa fuerza e impelida por un instinto
que día a día mengua…sobrevive.
Por inercia
Y se va, diluyéndose
entre dolor, sangre y sin razones, Sofía…otra hija de la guerra.
MARCELA ISABEL CAYUELA
Abril 2016 –Argentina
(Derechos Reservados)
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