¿Qué sería del valor sin la existencia
de su opuesto?
¿Cómo podríamos negar un sentimiento?
Si nos tomamos la atribución de
escatimar veracidad a las opacidades de la luz, ¿entonces cómo podríamos no
hacerlo de igual manera con el resto?
No existe nada, más allá del
antagonismo que le otorga vida.
Luces y sombras. Miedo y valor.
Alegría y tristeza. Odio y amor.
Intensidades manifiestas en el ser
vivo. Nos rigen, nos complementan. Nos construyen a diario, otorgándonos la
posibilidad de discernir.
Con el propósito de enfrentar los
miedos es preciso conocerlos y para ello…sentirlos.
¿Cómo saber que estamos vivos…si
negamos la última campanada en el reloj del tiempo?
Creer que el miedo carece de fuerza,
presencia. Sería provocar un paradigma antológico con un efecto dominó que
derrumbaría toda creencia, fe o ciencia.
Por qué no intentamos extirpar el miedo de nuestra existencia y
analizar dentro de un marco hipotético todos aquellos sentimientos acciones o
circunstancias que desaparecerían conjuntamente con él, simplemente por la
ausencia ilógica de su contraparte o la base fundamental de su origen.
Yo lo hice y el resultado es….atemorizante.
Entre otras cosas podríamos dejar de escribir. Y sin palabras ¿estaríamos hoy
aquí, debatiendo sobre los miedos?
Tal vez me equivoque…tal vez no. Y eso
también es un antagonismo necesario.
MARCELA ISABEL CAYUELA
(Pensamientos trasnochados)
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