miércoles, 20 de abril de 2016

EL HOYO


Llevaba horas dentro de aquel profundo y húmedo agujero. No logró verlo y se precipitó dentro, mientras huía aterrorizada de aquel infame que en la tarde violentó la paz de su morada. Evidentemente, él tampoco ya que tras buscarla intensamente desistió marchándose quien sabe dónde. Tan anónimo como había llegado. Ahora tenía frío, miedo y sollozaba.

Nunca destacó por ser creyente, más lo extremo de la situación ameritaba este último recurso: Dios.

Y ante El rogó. Imploró por su rescate. En silencio y también a gritos. Entonces divisó esa luz allá en la cima. “La divinidad respondía” pensó algo sarcástica al cabo que  estiraba el brazo hacía la silueta que asomaba auxiliándola. Se aferró a ella y sintió que se elevaba. Cerró los ojos y una vez arriba, esta la envolvió en su manto.

--Dios existe –murmuró aliviada

--Por supuesto que si –respondió la parca…mientras la abrazaba.


MARCELA ISABEL CAYUELA
Abril 2016 – Argentina

(Derechos Reservados)

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