Y voy así…rodando
como puedo en medio de la bruma que persiste en doblegar el despertar de mis
sentidos. El juego maquiavélico de las máscaras se ha empeñado en profanar la
idea perfecta. La meta.
¿Estaré
inmersa yo también en el lúdico suceso?
No estoy
segura, pero creo…si, lo creo.
Danza de
caras y caretas, sorpresas impiadosas, golpes por la espalda y juicios que en
nada se sustentan. ¿Cuándo aprenderemos los humanos a transitar existencias,
desnudos de cotidianos disfraces?
Y aquí
estoy…dialogando con la incongruencia.
¡Corre!
¡Vuela! ¡Grita... ¡. ¡Existe! No te dobles ante el peso de los que a tu espalda
se encadenan. Si has de caer… ¡Pues que sea! Deja de aferrarte al sueño de
aquella idea. Aun de hinojos sobre el ardiente infierno has sabido levantarte…Una
y otra vez, hasta cansarte. Y no es ahora que eso va a cambiar.
--¿Pero por
qué?—Interroga inocente el desconsuelo.
--Pues
porque estás viva—Responden mis recelos.
Y es que
la vida que se vive con la intensidad del último aliento, ofende, lastima,
duele. Ni siquiera se conmueve. Puedes llorar a gritos la injusticia de la
incomprensión por ser quien eres. Más nada habrá cambiado en la mañana. No hay
amor sin culpa ni culpa si de esa hiel no bebes.
Y esta
bruma que me envuelve…
Llora
destellos marchitos de un recuerdo que se muere. Risas montadas en un suspiro
breve. Disolviéndose en agonías impertérritas, desmayando en los rincones de
las propias sombras.
Duele…
Haber
soñado tanto y escuchar la respuesta del vacío. Presencia ausente.
--¿Sabes?
Lo esperaba.- Murmura el desengaño –Nunca ha sido diferente-
--Siempre
es diferente – Insisto ya consciente –Cada día trae un nuevo dolor, un nuevo
desafío y nunca se parecen –
Pues aunque
los sucesos se repitan con infinita cadencia consecuente, siempre te
sorprenden. Porque somos frágiles, porque existimos inocentes. Anhelando una
paz esquiva e indolente.
--Ya no
importa…- Susurran los suspiros.
--Lo sé –
Responde vibrando primigenio el último latido.
Se enerva
mi sangre impelida por esta fuerza naciente de abisales profundidades que nunca
quise navegar, por miedo de perderme. Pero palpita allí…perenne.
Y te digo
adiós. Sigue tu camino, aléjate de mí y por favor…Nunca regreses.
Yo habré
de recordarte, hasta que amanezca en el olvido.
MARCELA
ISABEL CAYUELA
Abril
2016 – Argentina
(Derechos
Reservados)
Vaya . . . qué juego de voces. Me gusta mucho. Bravo. Y ese final, desgarrador y muy bueno.
ResponderEliminarGracias Dayana, un placer que me leas
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