MÁS ALLÁ DE LA HISTORIA
Capítulo
3
UN
MUNDO PARALELO
El
abisal y negro piélago que la había devorado eternizó su clausura sin que
Daniela perdiera consciencia de lo que
estaba sucediendo. Sentía el dolor que le causaban los amorfos e
indescriptibles espectros revestidos de astillados huesos, halando de sus
miembros tumefactos como si pretendiesen desmembrarla. Percibía su propio
cuerpo anegado, invadido por el cieno pútrido de aquel fúnebre abismo. El frío
y la oscuridad eran tangibles para ella. No, no estaba muerta. Continuaba viva
y prisionera de aquel infernal tormento. Nada podía empeorar ni tornarse aún
más cruento o espantoso. Incluso consideró que por alguna razón, había sido
condenada a subsistir en el averno.
Inmemorial
y suspendido el tiempo, le conminó a deponer resistencia abandonándose a la inercia de aquel inexplicable sin
sentido.
Quién
podría aseverar cuánto transcurrió desde que se hundiera en la obscena
manifestación de lo innominable, dentro de esas malditas catacumbas. Agobiada,
simplemente había dejado de importarle; tal vez indolente, conseguiría morir de
una vez por todas y así dar por
finalizado con el martirio.
Estuvo
a punto de lograrlo, ya que simultáneo a su renuncia, el hostigamiento declinaba. Creyó dormir por siglos, flotando
suspendida en el útero putrefacto de una tierra yerta. Sin embargo, la paz de
un final certero y próximo no había llegado para ella. Repentinamente, advirtió
que su cuerpo se elevaba veloz hacia la superficie y, emergiendo, el aire
golpeó su contextura maltratada, doliente. Sintió una fuerte presión interna en
el tórax. Cual un pez fuera del agua, para sobrevivir allí requería volver a respirar
y no podía hacerlo; cuando el mareo por falta de oxígeno le quitaba el sentido,
supo que perecería. Entonces, estallando impelido desde el diafragma surgió el espasmo,
inmediatamente seguido de un acceso de tos y un violento vómito, expeliendo a
chorros una sustancia indefinible, hedionda y negra. Juzgó que de no haber
muerto por falta de respiración, lo
haría desaguada; mas no fue así, el aire comenzó a fluir penetrando sus vías respiratorias, pungente, abrasador.
Daniela
reparó que se encontraba no solo fuera de la fosa, sino sobre una dura y álgida
superficie semejante a piedra. ¿Un altar? No podría definirlo. Todo resultaba tan
demencial, tan descabellado e inverosímil que ninguna de las ideas que
abarrotaban su pensamiento, contaban con asidero vagamente sustentable.
Seguía
doliéndole el pecho, la cabeza le explotaba y estaba por completo empapada. No
obstante tan brutal era su malestar que le resultaba imposible mover un solo músculo, limitándose a observar.
-Sí, eso ante nada- concluyó. Imperaba
determinar tanto su ubicación actual como las posibilidades de enfrentarse a
nuevos y desconocidos riesgos que pudieran acecharla en el presente.
Ahora
el sitio se hallaba iluminado por antorchas, reemplazando a las farolas que viera
previamente. Oía voces confusas, entonadas con una atípica cadencia, aunque el idioma predominante seguía
siendo el español
--¡Claro! -- El
acento que captaba era castizo antiguo,
utilizado por los pocos colonos pertenecientes a la auténtica nobleza, que
junto al resto (no tan aristocráticos) arribaron al continente a partir del siglo
XV. También distinguía lenguas nativas
de aquella zona específica, como el aymara
y quechua yauyino, farfullados a distancia y algo más débiles.
Si
bien el aymara se instituía hasta el día de hoy, como una de las lenguas
oficiales del Perú, no era usual
escucharlo en la capital, mucho menos en el marco de un lugar frecuentado por
turistas. Respecto del castellano, Daniela sabía que, como lengua romance,
procedía del latín vulgar que hablaban los expedicionarios que conquistaron
Europa por el siglo XI y, que a su vez, diera origen a la formación del idioma
hablado primeramente en Castilla. En conclusión, los diversos grupos de colonos
trajeron consigo un peculiar sonsonete,
mezcla de todas aquellas voces y retintines procedentes de las distintas comarcas,
regiones o feudos y las características intrínsecas a propio lenguaje en
formación.
Parecía
inaudito el que la joven analizase tales pormenores acuciada por lo extremo de
la situación que se hallaba atravesando. Sin embargo, lo que la practicidad innata
de su pensamiento procuraba, era establecer ítems que le otorgaran claridad sobre
circunstancias a las que se veía sometida y que de seguro debería afrontar. Información—pensó—La información es lo único que confiere un mayor poder.
Determinó,
no sin una notable cuota de azoramiento, que su actual entorno y, luego de
emerger de la reavivada fosa común, el
tiempo había trocado de modo irracional e inconcebible a otro muy diverso. O,
en su defecto, se había vuelto loca.
--¡Aahhhhrgggg!
El
corte lacerante sobre uno de sus muslos la sorprendió tanto como el sonido de
su propia voz gritando. Arqueando la espalda hacia adelante por reflejo, pudo
ver a sus pies la silueta umbría de un sujeto encapuchado, vestido con una
larga túnica marrón oscuro. En una de
sus manos sostenía una daga, con la que se disponía a zanjar nuevamente la
pierna de Daniela. Por un breve instante le pareció distinguir el brillo de sus
ojos centellando en su dirección.
--¡No!—gritó
de nuevo--¡¿Qué hace?! ¿¡Quién es usted?! ¿Porqué…?—Daniela no pudo terminar la
frase.
Otros
dos, quizá tres encapuchados más, la sujetaron por los brazos y la espalda,
inmovilizándola. En tanto, el suplicio retomaba incierto su curso.
Continuará…
© MARCELA ISABEL CAYUELA
(Derechos Reservados)
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