miércoles, 15 de marzo de 2017

MÁS  ALLÁ DE LA HISTORIA

Capítulo 3

UN MUNDO PARALELO






El abisal y negro piélago que la había devorado eternizó su clausura sin que Daniela perdiera  consciencia de lo que estaba sucediendo. Sentía el dolor que le causaban los amorfos e indescriptibles espectros revestidos de astillados huesos, halando de sus miembros tumefactos como si pretendiesen desmembrarla. Percibía su propio cuerpo anegado, invadido por el cieno pútrido de aquel fúnebre abismo. El frío y la oscuridad eran tangibles para ella. No, no estaba muerta. Continuaba viva y prisionera de aquel infernal tormento. Nada podía empeorar ni tornarse aún más cruento o espantoso. Incluso consideró que por alguna razón, había sido condenada a subsistir en el averno.

Inmemorial y suspendido el tiempo, le conminó a deponer resistencia abandonándose  a la inercia de aquel inexplicable sin sentido.

Quién podría aseverar cuánto transcurrió desde que se hundiera en la obscena manifestación de lo innominable, dentro de esas malditas catacumbas. Agobiada, simplemente había dejado de importarle; tal vez indolente, conseguiría morir de una vez por todas  y así dar por finalizado con el martirio.

Estuvo a punto de lograrlo, ya que simultáneo a su renuncia, el hostigamiento   declinaba. Creyó dormir por siglos, flotando suspendida en el útero putrefacto de una tierra yerta. Sin embargo, la paz de un final certero y próximo no había llegado para ella. Repentinamente, advirtió que su cuerpo se elevaba veloz hacia la superficie y, emergiendo, el aire golpeó su contextura maltratada, doliente. Sintió una fuerte presión interna en el tórax. Cual un pez fuera del agua, para sobrevivir allí requería volver a respirar y no podía hacerlo; cuando el mareo por falta de oxígeno le quitaba el sentido, supo que perecería. Entonces, estallando impelido  desde el diafragma surgió el espasmo, inmediatamente seguido de un acceso de tos y un violento vómito, expeliendo a chorros una sustancia indefinible, hedionda y negra. Juzgó que de no haber muerto por falta de respiración,  lo haría desaguada; mas no fue así, el aire comenzó a fluir penetrando  sus vías respiratorias, pungente, abrasador.

Daniela reparó que se encontraba no solo fuera de la fosa, sino sobre una dura y álgida superficie semejante a piedra. ¿Un altar?  No podría definirlo. Todo resultaba tan demencial, tan descabellado e inverosímil que ninguna de las ideas que abarrotaban su pensamiento, contaban con asidero vagamente sustentable.

Seguía doliéndole el pecho, la cabeza le explotaba y estaba por completo empapada. No obstante tan brutal era su malestar que le resultaba imposible  mover un solo músculo, limitándose a observar. -Sí, eso ante nada- concluyó. Imperaba determinar tanto su ubicación actual como las posibilidades de enfrentarse a nuevos y desconocidos riesgos que pudieran acecharla en el presente.

Ahora el sitio se hallaba iluminado por antorchas, reemplazando a las farolas que viera previamente. Oía voces confusas, entonadas con una atípica  cadencia, aunque el idioma predominante seguía siendo el español 
--¡Claro! -- El acento que captaba era  castizo antiguo, utilizado por los pocos colonos pertenecientes a la auténtica nobleza, que junto al resto (no tan aristocráticos)  arribaron al continente a partir del siglo XV.  También distinguía lenguas nativas de aquella zona específica,  como el aymara y quechua yauyino, farfullados a distancia y algo más débiles.

Si bien el aymara se instituía hasta el día de hoy, como una de las lenguas oficiales del Perú,  no era usual escucharlo en la capital, mucho menos en el marco de un lugar frecuentado por turistas. Respecto del castellano, Daniela sabía que, como lengua romance, procedía del latín vulgar que hablaban los expedicionarios que conquistaron Europa por el siglo XI y, que a su vez, diera origen a la formación del idioma hablado primeramente en Castilla. En conclusión, los diversos grupos de colonos trajeron consigo un peculiar sonsonete, mezcla de todas aquellas voces y retintines procedentes de las distintas comarcas, regiones o feudos y las características intrínsecas a propio lenguaje en formación.

Parecía inaudito el que la joven analizase tales pormenores acuciada por lo extremo de la situación que se hallaba atravesando. Sin embargo, lo que la practicidad innata de su pensamiento procuraba, era establecer ítems que le otorgaran claridad sobre circunstancias a las que se veía sometida y que de seguro debería afrontar. Información—pensó—La información es lo único que confiere un mayor  poder.

Determinó, no sin una notable cuota de azoramiento, que su actual entorno y, luego de emerger de la  reavivada fosa común, el tiempo había trocado de modo irracional e inconcebible a otro muy diverso. O, en su defecto, se había vuelto loca.

--¡Aahhhhrgggg!

El corte lacerante sobre uno de sus muslos la sorprendió tanto como el sonido de su propia voz gritando. Arqueando la espalda hacia adelante por reflejo, pudo ver a sus pies la silueta umbría de un sujeto encapuchado, vestido con una larga  túnica marrón oscuro. En una de sus manos sostenía una daga, con la que se disponía a zanjar nuevamente la pierna de Daniela. Por un breve instante le pareció distinguir el brillo de sus ojos centellando en su dirección.

--¡No!—gritó de nuevo--¡¿Qué hace?! ¿¡Quién es usted?! ¿Porqué…?—Daniela no pudo terminar la frase.

Otros dos, quizá tres encapuchados más, la sujetaron por los brazos y la espalda, inmovilizándola. En tanto, el suplicio retomaba incierto su curso.


Continuará…

© MARCELA ISABEL CAYUELA
(Derechos Reservados)


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