martes, 31 de enero de 2017

EGOISMO 




Habíamos sido infinitamente felices desde el mismo día de nuestra boda. Pero la enfermedad llegó para hospedarse en tu existencia, perseverando en separarnos. Tu risa se apagó conjuntamente al brillo de esos ojos que tanto amaba. Yo no estaba listo para perderte mas tú, indeclinable, estipulaste que no se realizara ningún procedimiento de resucitación al momento de tu muerte.

Y el funesto día llegó, envuelto en su negro atuendo para clavar la hoz sobre tu pecho y arrebatarte el último aliento. Me miraste con dulzura y dijiste “adiós”

--¡No!—grite desesperado. Pero ya no me escuchabas. Te habías ido

Por segundos que parecieron eternos me debatí en la diatriba de respetar tu voluntad o el rotundo dolor que me causaba tu definitiva ausencia. Entonces, impelido por la humanidad de mi egoísmo, corrí por el cuarto, busque lo necesario, tomé tu brazo y te cambié las baterías.

Imagen: Cortesía de Ana María Walter



© MARCELA ISABEL CAYUELA


No hay comentarios:

Publicar un comentario