martes, 25 de abril de 2017

MÁS ALLÁ DE LA HISTORIA

Capítulo 9

AL BORDE DEL PASADO ABISMO





                                                                      Virreinato del Perú, siglo XVI


--¡Yupanqui! ¡Yupanqui!—gritó Daniela mientras los monjes agustinos jalaban de su cuerpo intentando alejarla de aquel que era su amado.

Se habían conocido en las proximidades de Vilcabamba,[1]durante una de las tantas expediciones de aquella fracción rebelde del Imperio Inca sobre nuevos territorios. Una mirada bastó para que ambos supieran que constituían dos mitades de un solo ser. Unidos más allá de la vida y de la muerte.

Titu Cusi Yupanqui[2]el jactancioso y rebelde príncipe inca, poco acostumbrado a las negativas y ambicioso de poder y riqueza, subyugado frente a la increíble belleza de aquella noble joven de ascendencia moche –tierra que desde antaño su raza pretendía doblegar – simplemente se transformó en siervo de sus sentimientos más profundos, enamorándose por completo y sin reservas.

Un grupo de sus guerreros, semanas atrás, le tomaron prisionera durante una subrepticia incursión realizada en la majestuosa ciudad de Chan Chan. Escogiendo para llevar a cabo dicha hazaña la primera noche de luna llena, momento en el cual, el pueblo chimú abandonaba sus moradas para congregarse en el Templo “Si-An”[3], lugar de veneración a una de sus principales deidades: la Diosa Shi[4].

Aquejada por una leve dolencia, aquella noche, la joven se hallaba en el palacio principal, únicamente acompañada por un chamán[5] y unos pocos guardias, quienes, superados en número y asaltados sorpresivamente, fueron brutalmente masacrados, permitiendo a los usurpadores raptarla sin mayor resistencia.

El propósito de los soldados incas era ofrendársela al belicoso príncipe Yupanqui; ya sea para  sacrificarla o, en su defecto, conservarla como rehén, a fin de
coaccionar por medio de su cautiverio,  al “Gran Chimú”[6] Logrando así,  que éste deponga finalmente su resistencia a los tan frecuentes como infructuosos intentos de dominación incaica.

Ambos príncipes, jamás sospecharon las implicaciones de haberse conocido; ni bajo esas circunstancias ni bajo cualquier otra; mucho menos, las consecuencias que sobrevendrían a través de los siglos, algunas de ellas, como causa de la  prohibitiva relación nacida entre ellos, dado que pertenecían a culturas diferentes y en permanente contienda.

……
  

                                                          
                                                            En las catacumbas

--“Ni”—dijo Yupanqui con voz débil en tanto veía como los monjes arrastraban a la joven que se debatía con fiereza—Ni…Tú y yo…volveremos a encontrarnos—luego se desplomó inconsciente.

Vítreos los ojos de Yupanqui, permanecieron abiertos con la vista fija en algún lugar más allá de su tormento, más allá de la historia que les tocó vivir. Los gritos y el llanto de Ni – Daniela para nosotros – aún podían escucharse en la distancia.

Ahora lo recordaba todo. Absolutamente todo. El pasado había cobrado tal entidad en su existencia, allí en las catacumbas, que su vida como Daniela quedó por completo relegada, envuelta por un denso velo de realidades insustanciales. Realidades  de las que se desconectó en el mismo instante en el que su esencia memoró la intensidad de un sentimiento que albergaba oculto en lo más profundo de su ser y al que se hallaba ligada desde el principio de los tiempos. Una y otra vez, con diferentes nombres, distintos cuerpos, épocas diversas. No obstante destinados por siempre al reencuentro. Constante, ineludible, eterno.

Recordó el secuestro, recordó a su gente, recordó las múltiples batallas desatadas en su nombre. Y por sobre todo, su pertinaz negativa a retornar con los suyos. Chan Chan había dejado de ser su hogar. Su hogar lo constituían fuertes, los brazos de Yupanqui, el 3° Inca en Vilcabamba; muy lejos de su tierra, de la costa, de su mar…El verde mar del que recibiera el nombre: “Ni”.[7] Hija de “Jiang”[8], hermana de “Shi”, descendiente de “Aia Paec”[9]Ni siquiera “Fur”[10]podría ya interponerse entre ella y aquel a quien su corazón pertenecía.

Pero, infame, el conquistador foráneo había vuelto a arrebatárselo y ahora solo le restaba el camino de la muerte….único medio para alcanzarle en el otro plano[11]

Todavía batallando por librarse de los monjes, consiguió escurrírseles en repetidas oportunidades. No dejaba de correr, a ciegas, tropezando con los cuerpos tendidos por doquier; cayendo sobre ellos, horrorizándose ante la visión de las negras pústulas que cubrían sus rostros – signos de la peste negra que  les condenaba letal-. Sin embargo se incorporaba una y otra vez, impelida por una  dolorosa e irreversible determinación trepidando en su pensamiento

--Yupanqui. Mi príncipe, mi rey, mi vida. Hacia ti voy.Volveremos a encontrarnos—repetía mientras sorteaba los obstáculos en dirección a la ciénaga pútrida de la que días atrás, había emergido, manifestándose repentinamente inmersa en una de sus pasadas vidas. Desolada, desesperada, no tenía idea de lo que el cieno sepulcral le depararía esta vez. Mas las opciones se habían extinguido junto al último latido de aquel que amaba. Yupanqui había muerto asesinado y haría lo que fuera por encontrarle nuevamente.

Nadie logró detenerla, cuando llegó al borde de la fosa palpitante, inspiró, cerró los ojos…y se lanzó dentro.


Continuará…
© MARCELA ISABEL CAYUELA
(Derechos Reservados


[1] Reducido pero influyente estado incaico llamado muchas veces Imperio Neoinca de Vilcabamba entre 1537 y 1572 - Territorio con poder efectivo que correspondía aproximadamente al del actual departamento peruano del Cuzco, situado al este de dicho departamento y que luego del asedio de Cuzco pasó a estar controlada por los conquistadores españoles-  Además, en algunos casos, establecieron negociaciones con las primeras autoridades españolas del Perú.
[2] O Titu Cussi Yupangui, en quechua general (Cuzco, 1526 - Vilcabamba, 1570 ), fue el 3° monarca inca en el Reino de Vilcabamba, entre 1563 y 1570. Hijo natural de Manco Inca. Su medio hermano Sayri Túpac, el 2° inca de Vilcabamba, decidió en su momento, aceptar las condiciones ofrecidas por los españoles y renunciar al trono, por lo que Titu Cusi Yupanqui en desacuerdo,  sobrepasó al legítimo heredero: Túpac Amaru I, a quien apodó “uti” (bobo) autoproclamándose como nuevo gobernante de aquel reino.
[3] Casa de la Luna, donde se realizaban ritos la primera noche de luna nueva.
[4] Shi o Si era una deidad considerada más poderosa que el sol puesto que alumbraba de noche. También por su influencia sobre el crecimiento de las plantas y su utilización como marcador del tiempo. Se le atribuía el alboroto del mar y las tempestades. Era la visitante del otro mundo y castigadora de los ladrones.
[5] Chamán: persona especial con amplios conocimientos sobre los efectos de las plantas y minerales locales. Ejercía  una relación psicológica-hipnótica-carismática con el paciente, para la prevención y tratamiento de enfermedades comunes y menos comunes de la época. Los chamanes curanderos (generalmente sabios locales) hacían también sacrificios en lugares sagrados
[6] Emperador de la ciudad de Chan Chan capital de la cultura Chimú (descendientes de la Moche o Mochica)
[7] “Ni” Deidad de la cultura Chimú que representa el mar
[8] “Jiang” Deidad que representa al Sol en la misma cultura chimú
[9] Aiapaec, era la principal deidad de la cultura mochica, era uno de sus dioses castigadores, el más temido y adorado, es llamado también el decapitador. Ai Apaec era adorado como el dios creador, protector de los mochicas, proveedor de agua, de los alimentos y los triunfos militares.
[10] “Fur” Iguana, Dios de la Muerte
[11] Los miembros de la cultura Chimú, sucesora de la Moche, creían por sobre todas las cosas en la Vida, considerando que la muerte no constituía el final sino una traslación hacia otro plano donde la subsistencia era diversa pero continuaba.
(s.f.).
Historia del Perú Antiguo Tomo III - Luis E. Valcárcel
Historia del Perú Antiguo, Tomo III, Edición 1985 - Luis E. Valcárcel
(s.f.).
Biografías y Vidas. «Titu Cusi Yupanqui». Consultado el 24 de enero de 2006.
Juan de Betanzos.
Instrucción al licenciado Lope Garcia de Castro. Universidad Católica del Perú

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