MÁS
ALLÁ DE LA HISTORIA
Capítulo
9
AL
BORDE DEL PASADO ABISMO
Virreinato del Perú, siglo XVI
--¡Yupanqui!
¡Yupanqui!—gritó Daniela mientras los monjes agustinos jalaban de su cuerpo intentando
alejarla de aquel que era su amado.
Se
habían conocido en las proximidades de Vilcabamba,[1]durante
una de las tantas expediciones de aquella fracción rebelde del Imperio Inca
sobre nuevos territorios. Una mirada bastó para que ambos supieran que constituían
dos mitades de un solo ser. Unidos más allá de la vida y de la muerte.
Titu
Cusi Yupanqui[2]el
jactancioso y rebelde príncipe inca, poco acostumbrado a las negativas y
ambicioso de poder y riqueza, subyugado frente a la increíble belleza de
aquella noble joven de ascendencia moche –tierra que desde antaño su raza
pretendía doblegar – simplemente se transformó en siervo de sus sentimientos
más profundos, enamorándose por completo y sin reservas.
Un
grupo de sus guerreros, semanas atrás, le tomaron prisionera durante una
subrepticia incursión realizada en la majestuosa ciudad de Chan Chan.
Escogiendo para llevar a cabo dicha hazaña la primera noche de luna llena, momento
en el cual, el pueblo chimú abandonaba sus moradas para congregarse en el
Templo “Si-An”[3],
lugar de veneración a una de sus principales deidades: la Diosa Shi[4].
Aquejada
por una leve dolencia, aquella noche, la joven se hallaba en el palacio principal,
únicamente acompañada por un chamán[5] y
unos pocos guardias, quienes, superados en número y asaltados sorpresivamente,
fueron brutalmente masacrados, permitiendo a los usurpadores raptarla sin mayor
resistencia.
El
propósito de los soldados incas era ofrendársela al belicoso príncipe Yupanqui;
ya sea para sacrificarla o, en su
defecto, conservarla como rehén, a fin de
coaccionar por medio de su cautiverio, al “Gran Chimú”[6]
Logrando así, que éste deponga
finalmente su resistencia a los tan frecuentes como infructuosos intentos de
dominación incaica.
Ambos
príncipes, jamás sospecharon las implicaciones de haberse conocido; ni bajo
esas circunstancias ni bajo cualquier otra; mucho menos, las consecuencias que
sobrevendrían a través de los siglos, algunas de ellas, como causa de la prohibitiva relación nacida entre ellos, dado
que pertenecían a culturas diferentes y en permanente contienda.
……
En las catacumbas
--“Ni”—dijo
Yupanqui con voz débil en tanto veía como los monjes arrastraban a la joven que
se debatía con fiereza—Ni…Tú y yo…volveremos a encontrarnos—luego se desplomó
inconsciente.
Vítreos
los ojos de Yupanqui, permanecieron abiertos con la vista fija en algún lugar
más allá de su tormento, más allá de la historia que les tocó vivir. Los gritos
y el llanto de Ni – Daniela para nosotros – aún podían escucharse en la
distancia.
Ahora
lo recordaba todo. Absolutamente todo. El pasado había cobrado tal entidad en
su existencia, allí en las catacumbas, que su vida como Daniela quedó por completo
relegada, envuelta por un denso velo de realidades insustanciales. Realidades de las que se desconectó en el mismo instante
en el que su esencia memoró la
intensidad de un sentimiento que albergaba oculto en lo más profundo de su ser
y al que se hallaba ligada desde el principio de los tiempos. Una y otra vez,
con diferentes nombres, distintos cuerpos, épocas diversas. No obstante
destinados por siempre al reencuentro. Constante, ineludible, eterno.
Recordó
el secuestro, recordó a su gente, recordó las múltiples batallas desatadas en
su nombre. Y por sobre todo, su pertinaz negativa a retornar con los suyos.
Chan Chan había dejado de ser su hogar. Su hogar lo constituían fuertes, los
brazos de Yupanqui, el 3° Inca en Vilcabamba; muy lejos de su tierra, de la
costa, de su mar…El verde mar del que recibiera el nombre: “Ni”.[7] Hija
de “Jiang”[8],
hermana de “Shi”, descendiente de “Aia Paec”[9]Ni
siquiera “Fur”[10]podría
ya interponerse entre ella y aquel a quien su corazón pertenecía.
Pero,
infame, el conquistador foráneo había vuelto a arrebatárselo y ahora solo le
restaba el camino de la muerte….único medio para alcanzarle en el otro plano[11]
Todavía
batallando por librarse de los monjes, consiguió escurrírseles en repetidas
oportunidades. No dejaba de correr, a ciegas, tropezando con los cuerpos
tendidos por doquier; cayendo sobre ellos, horrorizándose ante la visión de las
negras pústulas que cubrían sus rostros – signos de la peste negra que les condenaba letal-. Sin embargo se incorporaba
una y otra vez, impelida por una
dolorosa e irreversible determinación trepidando en su pensamiento
--Yupanqui.
Mi príncipe, mi rey, mi vida. Hacia ti voy.Volveremos a encontrarnos—repetía mientras
sorteaba los obstáculos en dirección a la ciénaga pútrida de la que días atrás,
había emergido, manifestándose repentinamente inmersa en una de sus pasadas
vidas. Desolada, desesperada, no tenía idea de lo que el cieno sepulcral le
depararía esta vez. Mas las opciones se habían extinguido junto al último
latido de aquel que amaba. Yupanqui había muerto asesinado y haría lo que fuera
por encontrarle nuevamente.
Nadie
logró detenerla, cuando llegó al borde de la fosa palpitante, inspiró, cerró
los ojos…y se lanzó dentro.
Continuará…
© MARCELA ISABEL CAYUELA
(Derechos Reservados
[1] Reducido
pero influyente estado incaico llamado muchas veces Imperio Neoinca de Vilcabamba
entre 1537 y 1572 - Territorio con poder efectivo que correspondía
aproximadamente al del actual departamento peruano del Cuzco, situado al este
de dicho departamento y que luego del asedio de Cuzco pasó a estar controlada
por los conquistadores españoles- Además,
en algunos casos, establecieron negociaciones con las primeras autoridades
españolas del Perú.
[2] O
Titu Cussi Yupangui, en quechua general (Cuzco, 1526 - Vilcabamba, 1570 ), fue
el 3° monarca inca en el Reino de Vilcabamba, entre 1563 y 1570. Hijo natural
de Manco Inca. Su medio hermano Sayri Túpac, el 2° inca de Vilcabamba, decidió en
su momento, aceptar las condiciones ofrecidas por los españoles y renunciar al
trono, por lo que Titu Cusi Yupanqui en desacuerdo, sobrepasó al legítimo heredero: Túpac Amaru I,
a quien apodó “uti” (bobo) autoproclamándose como nuevo gobernante de aquel
reino.
[3] Casa
de la Luna, donde se realizaban ritos la primera noche de luna nueva.
[4] Shi
o Si era una deidad considerada más poderosa que el sol puesto que alumbraba de
noche. También por su influencia sobre el crecimiento de las plantas y su
utilización como marcador del tiempo. Se le atribuía el alboroto del mar y las
tempestades. Era la visitante del otro mundo y castigadora de los ladrones.
[5]
Chamán: persona especial con amplios conocimientos sobre los efectos de las
plantas y minerales locales. Ejercía una
relación psicológica-hipnótica-carismática con el paciente, para la prevención
y tratamiento de enfermedades comunes y menos comunes de la época. Los chamanes
curanderos (generalmente sabios locales) hacían también sacrificios en lugares
sagrados
[6]
Emperador de la ciudad de Chan Chan capital de la cultura Chimú (descendientes
de la Moche o Mochica)
[7] “Ni”
Deidad de la cultura Chimú que representa el mar
[8]
“Jiang” Deidad que representa al Sol en la misma cultura chimú
[9] Aiapaec,
era la principal deidad de la cultura mochica, era uno de sus dioses
castigadores, el más temido y adorado, es llamado también el decapitador. Ai
Apaec era adorado como el dios creador, protector de los mochicas, proveedor de
agua, de los alimentos y los triunfos militares.
[10] “Fur”
Iguana, Dios de la Muerte
[11]
Los miembros de la cultura Chimú, sucesora de la Moche, creían por sobre todas
las cosas en la Vida, considerando que la muerte no constituía el final sino
una traslación hacia otro plano donde la subsistencia era diversa pero
continuaba.
(s.f.).
Historia
del Perú Antiguo Tomo III - Luis E. Valcárcel
Historia del Perú Antiguo, Tomo III, Edición 1985 -
Luis E. Valcárcel
(s.f.).
Biografías
y Vidas. «Titu Cusi Yupanqui». Consultado el 24 de enero de 2006.
Juan de Betanzos.
Instrucción al licenciado Lope Garcia de Castro.
Universidad Católica del Perú
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