viernes, 21 de abril de 2017

MÁS ALLÁ DE LA HISTORIA

Capítulo 8

MATICES



                                                                                                                           Lima, 2017


Recostadas cada una sobre su propia litera de entre las cuatro distribuidas dentro de aquella habitación, Daniela y Lizbeth departían amablemente cual si se conociesen de toda la vida. Procuraban relajarse y así recuperar fuerzas   tras sus respectivos viajes – una desde Tumbes, la otra desde Nazca – además de la tensión que les causara el incidente en la avenida frente al hotel donde ahora se hallaban alojadas.

El tenor de la conversación variaba desde identidad, procedencia, objetivo del viaje, proyectos venideros etc. Aun cuando parecía una plática superficial, la misma conllevaba implicaciones específicas y diversas para las jóvenes.

Daniela, quien simpatizó de forma inusual y espontánea con la muchacha peruana, consideró dicho encuentro como un suceso afortunado dado  que Lizbeth demostraba conocer a profundidad todo lo relacionado con la historia y geografía de su país. Por otro lado le había dejado claro que no contaba con propósitos de relevancia para su estadía en Lima, por lo cual disponía de tiempo suficiente como para servir a Daniela como guía o acompañante.

No obstante para Lizbeth, el objetivo de confraternizar con su nueva amiga argentina y, como ya sabemos, albergaba una estrecha relación con el mandato recibido por la misteriosa presencia en su departamento la noche previa.

La hora de almorzar se acercaba, sin embargo, Daniela sintió que, repentina y extrañamente, su deseo de dormir superaba todo atisbo de apetito. Poco a poco,  mientras el tono monocorde en la voz de Liz  continuaba su prolongado soliloquio, sin inmutarse por la falta de respuesta, fue abandonándose al influjo del mismo. Pronto se sumergió dentro de en un profundo estado onírico, donde inesperadas experiencias le aguardaban tan misteriosas como la oportuna aparición de aquella nueva y agradable amiga.

Advirtiéndola finalmente dormida, Lizbeth sonrió. Sus ojos centellaron enigmáticos. Incorporándose lentamente – aún eran las únicas huéspedes de aquella habitación compartida –  se dirigió hacia las ventanas, clausurándolas, a fin de evitar que el ruido procedente del exterior perturbara la serenidad que las rodeaba. Luego cerró las gruesas cortinas, oscureciendo por completo el hábitat. En absoluto silencio, extrajo de su propio equipaje un antiguo y rústico incensario  junto a un par de velas aromáticas, encendiendo el trío de artículos con la eficiencia y rapidez de quien lo ha hecho más de un centenar de veces.

Descalzó sus pies, unió las manos a la altura del pecho, inclinó la cabeza, plegó los párpados y pronunció casi imperceptibles, unas palabras en la desaparecida lengua quingnam. [1] Segundos después, en profundo trance suspiró anunciando:

--La he encontrado. ¡Oh mi Señor! ¡Es tan bella!

--Protegedla princesa, con tu vida de ser preciso. No permitáis que ellos vuelvan a arrebatárnosla—respondió la misma y potente voz que le hablara en Tumbes.

--No sucederá esta vez, mi Señor Tacaynamo. Seis siglos han transcurrido. Seis siglos desde su temprana muerte a manos del infame conquistador y por causa de los Incas.

--Fue su frágil corazón quien le traicionó entonces princesa pero también su osada rebeldía. Debes impedir que la historia se repita y perezca junto a la escoria de los réprobos, infectos y esclavizados, entre los que cayera cautiva en el pasado.

--No volveremos a perderla Tacaynamo. Patriarca entre los Patriarcas, Padre y Señor mío. Os debo éste, mi nuevo despertar a la vida y he de retribuir tu gesto  regresándote a la primogénita, mi hermana

--Ella representa el Sol y tú la Luna. No existís una sin la otra, así como no prevalece la vida sin vosotras. La tierra habrá de recuperarse un día. Mas encarnizado sacrificio requieren nuestros dioses para erradicar el mal que a nuestra raza desaparecer hiciera. Hemos esperado por siglos estar completos…Y, ahora, con ella palpitando nuevamente, nuestro destino próximo es.

--Dispuesta estoy Padre mío. La conduciré a vos. Allá, donde la tierra se funde con el horizonte. Entonces la promesa será cumplida y la sangre arrasará con el colono, con el Inca y con toda su descendencia.

--Ese es el pacto—dijo Tacaynamo, solemne

--Y nuestro el reino, tornará—respondió Lizbeth   

………….





Daniela corre…la brisa marina deposita un salobre e invisible manto sobre la humedad de sus labios. Puede oír el sonido de su propia risa y la tibieza de la arena bajo sus pies desnudos. Alguien corre tras ella. La alcanza. Siente como unos fuertes brazos masculinos la rodean por el torso. Él también está riendo. Deposita un beso sobre su mejilla y ella extiende hacia atrás una de sus manos  cogiendo la recia nuca que acaricia. Ambos se detienen contemplando el suave oleaje de un océano en calma. Verde…muy verde. Están enamorados. Absolutamente compenetrados el uno en el otro; sin siquiera voltear a verse anhelan que el tiempo se detenga en ese instante. De pronto, la marea forja cual gigantesca muralla una inmensa ola que se aproxima intimidante. Sigue siendo verde…tan verde y está tan cerca. Un tsunami inesperado e ineludible. Sin embargo Daniela no se mueve, no huye, no consigue hacerlo. Se estremece y entrecierra los párpados, segura de lo inevitable. Cuando la ola está justo frente a sus ojos…


--¡Dany! ¡Daniela!—se oye la voz de Liz, quien la sacude por los hombros


Daniela despierta pero no deja de vislumbrar el devastador tsunami reflejado en aquellos inmensos ojos color verde mar: Los ojos de Lizbeth.  Y, de nuevo, aquella gélida sensación, aquel alarmante escalofrío le recorre el cuerpo entero.





[1] El quingnam es un idioma peruano prehispánico desaparecido. Era hablado por los chimúes (que comprendían originalmente los valles de Chao, Virú, Moche y Chicama) y otras etnias yungas (Costa del departamento de Ancash y algunas etnias del "Norte chico" de la costa del departamento de Lima) de una forma masiva entre los valles de los ríos Jequetepeque y el río Chicama (por el norte) hasta los valles de Paramonga y Chancay, y en sus momentos de máxima expansión hasta Carabayllo y el Callao (por el sur).



Continuará....


© MARCELA ISABEL CAYUELA
(Derechos Reservados)

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