MÁS ALLÁ DE LA
HISTORIA
Capítulo 8
MATICES
Lima,
2017
Recostadas
cada una sobre su propia litera de entre las cuatro distribuidas dentro de
aquella habitación, Daniela y Lizbeth departían amablemente cual si se conociesen
de toda la vida. Procuraban relajarse y así recuperar fuerzas tras
sus respectivos viajes – una desde Tumbes, la otra desde Nazca – además de la
tensión que les causara el incidente en la avenida frente al hotel donde ahora
se hallaban alojadas.
El tenor de la
conversación variaba desde identidad, procedencia, objetivo del viaje,
proyectos venideros etc. Aun cuando parecía una plática superficial, la misma
conllevaba implicaciones específicas y diversas para las jóvenes.
Daniela, quien
simpatizó de forma inusual y espontánea con la muchacha peruana, consideró
dicho encuentro como un suceso afortunado dado
que Lizbeth demostraba conocer a profundidad todo lo relacionado con la
historia y geografía de su país. Por otro lado le había dejado claro que no
contaba con propósitos de relevancia para su estadía en Lima, por lo cual
disponía de tiempo suficiente como para servir a Daniela como guía o
acompañante.
No obstante
para Lizbeth, el objetivo de confraternizar con su nueva amiga argentina y,
como ya sabemos, albergaba una estrecha relación con el mandato recibido por la
misteriosa presencia en su departamento la noche previa.
La hora de
almorzar se acercaba, sin embargo, Daniela sintió que, repentina y
extrañamente, su deseo de dormir superaba todo atisbo de apetito. Poco a poco, mientras el tono monocorde en la voz de Liz continuaba su prolongado soliloquio, sin
inmutarse por la falta de respuesta, fue abandonándose al influjo del mismo. Pronto
se sumergió dentro de en un profundo estado onírico, donde inesperadas
experiencias le aguardaban tan misteriosas como la oportuna aparición de
aquella nueva y agradable amiga.
Advirtiéndola
finalmente dormida, Lizbeth sonrió. Sus ojos centellaron enigmáticos. Incorporándose
lentamente – aún eran las únicas huéspedes de aquella habitación compartida – se dirigió hacia las ventanas, clausurándolas,
a fin de evitar que el ruido procedente del exterior perturbara la serenidad
que las rodeaba. Luego cerró las gruesas cortinas, oscureciendo por completo el
hábitat. En absoluto silencio, extrajo de su propio equipaje un antiguo y
rústico incensario junto a un par de
velas aromáticas, encendiendo el trío de artículos con la eficiencia y rapidez
de quien lo ha hecho más de un centenar de veces.
Descalzó sus
pies, unió las manos a la altura del pecho, inclinó la cabeza, plegó los
párpados y pronunció casi imperceptibles, unas palabras en la desaparecida
lengua quingnam. [1]
Segundos después, en profundo trance suspiró anunciando:
--La he
encontrado. ¡Oh mi Señor! ¡Es tan bella!
--Protegedla
princesa, con tu vida de ser preciso. No permitáis que ellos vuelvan a
arrebatárnosla—respondió la misma y potente voz que le hablara en Tumbes.
--No sucederá
esta vez, mi Señor Tacaynamo. Seis siglos han transcurrido. Seis siglos desde
su temprana muerte a manos del infame conquistador y por causa de los Incas.
--Fue su
frágil corazón quien le traicionó entonces princesa pero también su osada
rebeldía. Debes impedir que la historia se repita y perezca junto a la escoria
de los réprobos, infectos y esclavizados, entre los que cayera cautiva en el
pasado.
--No
volveremos a perderla Tacaynamo. Patriarca entre los Patriarcas, Padre y Señor
mío. Os debo éste, mi nuevo despertar a la vida y he de retribuir tu gesto regresándote a la primogénita, mi hermana
--Ella
representa el Sol y tú la Luna. No existís una sin la otra, así como no
prevalece la vida sin vosotras. La tierra habrá de recuperarse un día. Mas encarnizado
sacrificio requieren nuestros dioses para erradicar el mal que a nuestra raza
desaparecer hiciera. Hemos esperado por siglos estar completos…Y, ahora, con
ella palpitando nuevamente, nuestro destino próximo es.
--Dispuesta
estoy Padre mío. La conduciré a vos. Allá, donde la tierra se funde con el
horizonte. Entonces la promesa será cumplida y la sangre arrasará con el
colono, con el Inca y con toda su descendencia.
--Ese es el
pacto—dijo Tacaynamo, solemne
--Y nuestro el
reino, tornará—respondió Lizbeth
………….
Daniela
corre…la brisa marina deposita un salobre e invisible manto sobre la humedad de
sus labios. Puede oír el sonido de su propia risa y la tibieza de la arena bajo
sus pies desnudos. Alguien corre tras ella. La alcanza. Siente como unos
fuertes brazos masculinos la rodean por el torso. Él también está riendo.
Deposita un beso sobre su mejilla y ella extiende hacia atrás una de sus manos cogiendo la recia nuca que acaricia. Ambos se
detienen contemplando el suave oleaje de un océano en calma. Verde…muy verde.
Están enamorados. Absolutamente compenetrados el uno en el otro; sin siquiera
voltear a verse anhelan que el tiempo se detenga en ese instante. De pronto, la
marea forja cual gigantesca muralla una inmensa ola que se aproxima intimidante.
Sigue siendo verde…tan verde y está tan cerca. Un tsunami inesperado e
ineludible. Sin embargo Daniela no se mueve, no huye, no consigue hacerlo. Se
estremece y entrecierra los párpados, segura de lo inevitable. Cuando la ola
está justo frente a sus ojos…
--¡Dany!
¡Daniela!—se oye la voz de Liz, quien la sacude por los hombros
Daniela
despierta pero no deja de vislumbrar el devastador tsunami reflejado en aquellos
inmensos ojos color verde mar: Los ojos de Lizbeth. Y, de nuevo, aquella gélida sensación, aquel
alarmante escalofrío le recorre el cuerpo entero.
[1] El quingnam es
un idioma peruano prehispánico desaparecido.
Era hablado por los chimúes (que
comprendían originalmente los valles de Chao, Virú, Moche y Chicama) y otras
etnias yungas (Costa del departamento de Ancash y algunas etnias del
"Norte chico" de la costa del departamento de Lima) de una forma
masiva entre los valles de los ríos Jequetepeque y el río
Chicama (por el norte) hasta los valles de Paramonga y Chancay, y en
sus momentos de máxima expansión hasta Carabayllo y el Callao (por el sur).
© MARCELA ISABEL CAYUELA
(Derechos Reservados)
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