CUANDO SE PIERDE…
Allá, lejos de mí, ríes… callas…pero yo
sé que estás
Y
parece mentira, después de tanta vida transcurrida
Tanto silencio, tanta oscuridad y tanta
ausencia.
Se oculta el brillo de la estrella y el
resplandor de la luna
En esta noche aciaga de memorias
desoladas
Una lágrima del cielo se desploma
indiferente a éste mi secreto anhelo
De vislumbrarte reflejado entre los prístinos destellos
Morando la infinitud del firmamento, que un día fuera nuestro.
Ríes…callas…vives…
A mil años luz de mi existencia, pero aun así, existes
De algún modo… A tu manera. Ya no
importa
Escondido entre recuerdos, disfrazándote
de olvidos
Pero vives…
Lo sé y con eso me basta, más allá de
las décadas pasadas
Más allá de la distancia, más allá de las
mentiras
De la farsa y la indolencia, del rencor
y el despecho que forjamos
Intentando desesperados atenuar el
desgarro de perdernos
Armas depuestas, almas impotentes
Ante la condena de una realidad vestida de imposibles
No. No eras mío…y, sin embargo, nadie me
ha pertenecido tanto
Con cada beso, en cada noche, y cada
pensamiento
Bebiéndote mi aliento, palpitando en mis
latidos
En el cóncavo y convexo, en las luces y
las sombras
En la risa y en el llanto, en la calma y
la tormenta
Recorriendo cada centímetro de tu cuerpo
y también del mío
Fuimos dos fusionados tan solo en uno,
durante un millón de sensaciones
Amando un amor que no supimos defender
cuando acaecía el tiempo
Y nos ganó el desgano de sumergirnos en
las redes de lo inaccesible
Te faltó el valor…carecí del temple y la confianza
Se transmutó el dolor en la tempestad de
las galaxias
Separándome irreversible de la esperanza. Ese fue mi error
¿El tuyo?... Dejarme enloquecer. Soltar
mi mano empalideciendo fría
Mientras moría lentamente en vida,
extirpada del calor de tus abrazos.
Y nuestros dedos dejaron de tocarse a
escondidas, se extraviaron las miradas
Llanto que nubla la vista, ojos que
niegan verdaderas ansiedades
Allí estábamos los dos…amándonos en el
odio que nacía
Intentándolo una y otra vez a través de
incontables giros en las manillas del reloj
Pero no eras mío...entones menos que
nunca ¿Y yo?
Yo ya estaba muerta, un vendaval
apasionado y demencial me arrebató el sentido
No habría…y cual aquí me ven…no hubo
retorno.
Jamás
volvió la calma, ni la fe, ni la cordura. Sin ti…no quedaba nada
Entonces, sobrevino aquel milagro. Un
milagro solo mío. Un milagro que perdiste
Un milagro que negaste…
Te arrebaté lo mejor de tu esencia, de
tu ser, de tu sonrisa.
Me llevé el color avellana de tus ojos
de payaso triste
La nobleza, la bondad, la
misericordia…el amor
Hoy tiene 19 años y es el único hombre
valiente de mi vida.
La razón de tu amargura…y la causa de
mis momentos de alegría.
(De dolores y verdades)
© MARCELA ISABEL CAYUELA
(Derechos Reservados)
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