lunes, 10 de octubre de 2016

EL DISPARO


El disparo surcó el silencio, desgarrándolo. Martha estaba desecha. Se palpó el cuerpo, buscando alguna herida. Pero no, se hallaba ilesa. Entonces percibió el acre olor de la pólvora, flotando en el aire de la habitación a oscuras…y el calor, que manaba desde el  arma que aun pendía de su mano. Entonces….comenzó a llorar

--¿Esteban? ¡¿Esteban?!—Gritó desesperada.

Esteban siempre fue un sicario de la vida misma. Proclive a todo aquello relacionado con la locura, las drogas y la oscuridad. 

Durante años,  batalló  por ayudarlo, pero fue inútil. Esa era, irrebatible, su personalidad. Incluso llegó a considerar la posibilidad de que fuera presa de alguna una enfermedad mental. 

Nada en él, era normal….Pero ella le amaba, más allá de todo y de todos. Por encima de cualquier diatriba en el universo. Hubiese dado su vida por él de ser necesario. Más Esteban nunca cedió, jamás consiguió atarse a la realidad que le rodeaba, a comprenderla. Ni siquiera en nombre del amor.

Hoy, ambos habían arribado al clímax del horror. En medio de una violenta disputa, se vieron enfrentados a vida o muerte… Y fue cuando el disparo sonò.

Martha tropezó con el cuerpo inerte. Desplomándose junto a él, lo sacudió frenética. Pocos metros más allá, un par de niños sollozaban, arrinconados y ocultos bajo una mesa.

---Abuela! …Abuela…. —gemían los pequeños. No tendrían más de cinco y seis años.

Martha volteo a mirarlos…Sus pequeños nietecitos. A quienes Esteban pretendía asesinar cautivo por una de sus crisis.

--Esteban….perdóname…—suplicó al silente cadáver que yacía en el piso. Con los ojos desplegados de asombro y demencia. 

Contemplando un espacio muerto, que ella jamás alcanzaría a comprender.

Lo abrazó, confundiéndose con la sangre que manaba de aquel, que amaba tanto.

--Tenía que hacerlo Esteban….perdón….perdón…. ¿Porque? ¿Por qué Esteban, porque?....Mi Dios….

Nada volvería a ser igual desde aquel momento….nada. En realidad nunca lo había sido durante el transcurso de su vida juntos. Ahora, 
Martha, lo había asesinado, casi sin ser consciente de ello. Quizá impelida por el impulso primigenio e irracional de la supervivencia.

De todos modos, ya no importaba…estaba hecho. A mitad de una noche, mientras la demencia desgarra en pedazos toda factible esperanza, había matado a  Esteban…su propio y enloquecido hijo.






© MARCELA ISABEL CAYUELA
(Derechos Reservados)


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