Se despertó en el piso,
confuso y con un dolor de cabeza que
partía su entendimiento en millones de partículas. Estaba oscuro -
¿Sería de noche?- pensó. Cuando intento incorporarse, notó la ropa adherida al cuerpo, por completo empapada de sudor ¿Dónde estaba?- No tenía
idea. Los escasos recuerdos que acudieron a su mente se circunscribían a un
suceso particularmente siniestro. Una serie de imágenes desordenadas, sobre una
violenta discusión con personas que ni siquiera lograba reconocer de momento, constituían
la única referencia sobre su pasado inmediato.
Comenzó a desplazarse a
tientas, tropezando repetidas veces con objetos de pequeña dimensión, sin poder identificarlos. Nada que
le diera referencia alguna sobre el sitio en que se hallaba. No había muebles,
tampoco ventanas, al menos no que pudiera distinguir.
Transcurrieron unos minutos,
nunca supo cuántos. De improviso, chocó
con un bulto laxo y grande. Lo pateo dos veces con aprensión, dadas las
inciertas circunstancias; pero éste, no se movió. Entonces resolvió agacharse para tocarlo… Estaba apenas tibio.
Debajo de la tela, percibió
la morbidez de un cuerpo sin género, (para él) y presa
del pánico, se arrastró de
nalgas, lo más distante posible de aquel macabro hallazgo.
Su corazón palpitaba
desbocado, ensordeciéndolo. Temblaba. Cerró los ojos con fuerza, como si con
ello pudiera abstraerse de la pesadilla en la que estaba inmerso. Cual
desgarro, ascendiendo desde el pecho, un sollozo cobró entidad en su garganta.
Así, convertido en un ovillo
de carne, pánico y lágrimas, sintió caer sobre sí, el destello azulino de una
luz, profanando, desde algún vértice, la
densa oscuridad que lo rodeaba inmisericorde. Parpadeó. Una silueta delineada en negro absoluto, se
aproximaba desde la entrada que acababa de abrirse; luego otra, y otra más.
Dejó de contarlas y se puso de pie. Sin tener la más pálida idea de qué lo
impulsó hacerlo. A estas alturas, solo contaba con la supremacía de un impulso
primigenio. Había perdido todo control sobre su voluntad.
Casi de modo indolente, se
encaminó en dirección a los desconocidos. Escuchó sus voces, inconexas,
ininteligibles. Uno de ellos encendió todas las luces del lugar. Eran
fluorescentes, empotradas en columnas de dos por seis, en el techo de esa
extraña habitación, con las paredes revestidas de agrietados azulejos blancos,
de tope a tope. El piso se mostraba rojo descolorido y estaba cubierto de una
gruesa capa de polvo. Como antes había notado, encima del mismo, yacían
dispersos gran cantidad de adminículos, semejantes a instrumentos de hospital.
Algún que otro archivero, una mesa de
acero inoxidable, una camilla derrumbada de lado…Y el cuerpo.
Gélido, un mal presentimiento
le recorrió la espalda. Antes de atreverse a centrar su vista en el cadáver,
notó que un par de sujetos se
aproximaban a él. Reaccionó. Volteó a verlos y, por la vestimenta, dedujo que
eran policías, casi todos, excepto dos hombres enjutos, con aspecto de
ordenanzas.
Seguramente ya lo habrían
descubierto, situado justo a mitad del camino. No obstante era tan frenético el
despliegue del grupo, que todo se tornó muy confuso, diría que descabellado. Y,
de todos modos, él no conseguía articular palabra -¿Qué podría decir?- Ni
siquiera sabía quién era, mucho menos lo que había sucedido.- ¿Acaso sería él,
un asesino?- No. Era mejor quedarse quieto y esperar- decidió - Porque allí,
sin duda alguna, se había cometido un crimen.
Los uniformados se
desplegaron por todos lados, pero sin dirigirle una sola palabra. La mayor parte,
rodeaba ya el perímetro donde yacía el cuerpo. Se trataba de un hombre de
mediana edad, del que no alcanzó a distinguir el rostro, y si, definitivamente
estaba muerto. La cantidad de sangre sobre la que reposaba, señalaba que no
podía ser de otra manera.
Carlos suspiró abatido
--¡No
fui yo! – Dijo --¡Desperté y él ya estaba muerto!- Nadie respondió, Carlos
comenzó a llorar.
Exasperado, se precipitó
hacia los agentes, quienes no hicieron nada por detenerle. En tanto él, escupía
explicaciones, por completo inconsciente de sus palabras, o el sentido de las
mismas. Simplemente salían expelidas de su boca, incontenibles y
desorganizadas.
El que parecía ser el Jefe,
giró en dirección a Carlos, mirándole fijamente. Carlos se detuvo en seco.
Tenía frío, tanto, que sintió como si la sangre se le congelara en las venas.
–Es el miedo- pensó – Estoy aterrado.
--¡Capitán!- exclamó uno de
los que se hallaban junto al cuerpo. —…A este tipo lo mataron y hace no hace más de una hora – anunció.
Carlos se hallaba ya, frente
a frente con el Jefe. Demolido por la presión de las circunstancias, depuso
todo atisbo de valor e intentó abrazarse al hombre. Lloraba.
No sintió nada cuando se dio
de bruces con el suelo. El Jefe, continuó
su camino en dirección opuesta. Carlos alzó la vista. Se había
desplomado a pocos centímetros del cuerpo….Y fue entonces, cuando pudo
reconocerlo.
……………..
El equipo forense terminó su
trabajo. De inmediato arribaron otros,
para trasladar el cuerpo. Lo metieron en la bolsa. Cerraron la cremallera.
Carlos, seguía llorando.
Había visto a ese hombre
varias veces en el pasado. En realidad muchas. Casi a diario…frente al espejo.
© MARCELA ISABEL CAYUELA
(Derechos Reservados)
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